Pilar Cernuda
¿Llegará Sánchez al final de la legislatura?
Las claves
PEDRO Sánchez ha convertido en batalla personal la elección de Teresa Ribera como comisaria europea; Feijóo también. Pero cada uno en un sentido, porque la apuesta de Sánchez es que su vicepresidencia se convierta en miembro del Gobierno europeo, mientras la apuesta de Feijóo es que no sea elegida.
Se juega menos, como líder político, que el presidente de Gobierno. Sería un político que protagoniza una operación fallida, lo que evidentemente afecta a su figura política; pero sufre mayor daño quien, desde la presidencia de un Gobierno, no consigue colocar en tan importante cargo público a una de las personas más cualificadas de su equipo. Sobre todo cuando era opinión generalizada que la elección estaba asegurada y la vicepresidenta lleva casi un mes asentada en Bruselas preparando su hearing: la comparecencia ante una comisión del Parlamento Europeo que interroga durante tres horas a los candidatos a formar parte del Gobierno, y cuyo veredicto se considera inamovible.
Esa práctica dejación de sus funciones en España como vicepresidencia para la Transición Ecológica y Reto Demográfica –que se puede traducir como vicepresidenta responsable de las cuestiones energéticas y cambio climático– se hizo muy evidente cuando la DANA provocó la catástrofe natural más grave conocida en España, con más de 200 fallecidos, una docena de personas todavía sin aparecer y la destrucción de comarcas y ciudades enteras.
Eso ha llevado a un debate político de tan graves consecuencias que puede hacer caer el presidente del Gobierno valenciano a medio plazo –de momento ha optado por una profunda remodelación de su equipo para salvar su situación– y ha afectado también seriamente al Gobierno español, que en su afán de responsabilizar al Ejecutivo de Carlos Mazón para desacreditar así a Núñez Feijóo, ha puesto el foco en su propio papel. Lo que ha desencadenado toda clase de acusaciones de que también el Gobierno central ha incurrido en irresponsabilidad y dejación de funciones ante la catástrofe.
Con la ausencia de Teresa Ribera mientras España seguía estremecida de tragedia y la pesadilla de los afectados, el PP vio abierta la posibilidad de insistir en la inconveniencia de su nombramiento como vicepresidenta y comisaria europea. Por convicción, pero también por estrategia política.
El PP siempre dijo que no votaría la candidatura de Ribera, lo que provocó que el PSOE y sus socios de Gobierno trataran al PP y a Feijóo de faltos de responsabilidad al dejarse llevar por su oposición al Gobierno socialista sin tener en consideración a los habituales acuerdos entre los grupos parlamentarios europeos que acogen al PSOE y al PP respectivamente, y que son los que, con su alianza para acordar nombramientos importantes, se convierten en los partidos más poderosos e influyentes de la UE.
Con estas acusaciones al PP pretenden los socialistas que se olvide que cuando el Gobierno de Rajoy designó a Miguel Arias Cañete como candidato de España a la Comisión Europea, el PSOE anunció inmediatamente que no le daría su apoyo. No se lo dio, aunque Arias Cañete salió elegido porque sí le votaron eurodiputados socialistas. Sólo los socialistas españoles fueron contrarios, así que le salieron las cuentas al Gobierno de Rajoy y a su ex ministro de Agricultura y eurodiputado durante muchos años, que regresó a Bruselas como comisario.
Más grave fue que un Pedro Sánchez recién elegido secretario general del PSOE decidió no acatar el acuerdo entre socialistas y populares para la elección de Juncker, del PPE, como presidente de la Comisión, y el socialista Martin Schulz presidente del Parlamento Europeo.
Juncker fue elegido sin los votos de PSOE, tenía la mayoría necesaria con el apoyo de otros partidos. Pero en su primer viaje a Estrasburgo como secretario general, en su encuentro con Schulz, el alemán le apuntó que en las instituciones europeas se cumplen los compromisos.
En esta ocasión, con Teresa Ribera, no había compromiso de apoyo. Es más, el PP no se conforma con negar su apoyo en el Parlamento Europeo a Ribera, sino que se está moviendo para intentar que el grupo al que pertenece, el PPE, vote en bloque contra la española. Si eso ocurre, la candidata de Pedro Sánchez no tendría los votos necesarios para ser elegida. Es la operación en la que hoy está volcado el PP y, sensu contrario, volcado el PSOE para impedirla.
Mientras los socialistas se mueven fundamentalmente en su propio ámbito parlamentario europeo, porque la presidenta del Grupo Socialistas y Demócratas es la española Iratxe García, con más capacidad de manejar el grupo –que ya presidió en la anterior legislatura– que cualquier otra figura española o extranjera. García está intentado que eurodiputados del PPE con los que mantiene muy buena relación apoyen a Ribera aprovechando que en el PPE no siempre hay unanimidad respecto a cómo actuar ante los diferentes desafíos que se presentan a lo largo de las legislaturas.
El presidente del grupo PPE, Manfred Weber, amigo personal de Esteban González Pons y también de Dolors Montserrat, no tiene una relación especialmente estrecha con Ursula von der Leyen, alemana como él mismo y miembro del PPE.
La presidenta de la Comisión tiene buena relación con Pedro Sánchez, pero también la tiene ahora con Feijóo, y sigue intensamente los pasos de los dirigentes del PSOE y del PP para hacerse con una vicepresidencia de la Comisión para Teresa Ribera.
A Von der Leyen no le gusta la lucha que están manteniendo los españoles, que teme además que afecte a la unidad de su grupo PPE, pero por otra parte es consciente de que el presidente del Gobierno español no atraviesa buen momento político. Hasta el punto de que importantes medios de comunicación extranjeros han destacado el descrédito que sufre actualmente por los asuntos de corrupción de su círculo más estrecho y, lo que ha afectado más a su imagen internacional –como ocurre dentro de España– ha sido su comportamiento ante la catástrofe de Valencia. Las imágenes de cómo abandonó Paiporta por supuestos motivos de seguridad, mientras los Reyes permanecían imperturbables buscando el diálogo con los vecinos y escuchando sus palabras, han dado la vuelta al mundo. Y la presidenta de la Comisión Europea no se encuentra cómoda ante quienes intentan presionarla para que ayude a la candidatura de la ministra española.
La situación por tanto no es fácil para Sánchez. No puede permitirse el lujo de sufrir un fracaso en una operación europea a la que ha dado tanta relevancia, lo que haría más difícil asumir la derrota en caso de que efectivamente no saliera adelante la candidatura de Ribera.
El PP va a por todas y sabe que de ser elegida Ribera, el prestigio de Feijóo dentro y fuera de España saldría debilitado; pero tiene a su favor que no es lo mismo proponer un nombre desde el Gobierno y que no se consiga, que intentar desde la oposición que no sea elegido la señalada por el Gobierno.
Hoy la situación está en tablas. El PP, a través del PPE, se ha apuntado un tanto al exigir los eurodiputados del PPE que Ribera informe al Congreso de los diputados español de su papel en la crisis de la DANA; lo hará el próximo miércoles, ya está fijada la fecha a instancias de la vicepresidenta. Y segundo, exige también que, visto que hay presentadas tres querellas contra ella en el Tribunal Supremo por supuesta dejación de sus responsabilidades, se va a condicionar el apoyo del PPE a que, en caso de que esas querellas se traduzcan en una imputación, Ribera se comprometa a dimitir como comisaria europea.
Un arma de doble filo porque si no acepta esa exigencia, podría no ser elegida comisaria por falta de votos; si la acepta, siempre tendrá sobre su cabeza la espada de Damocles de que se utilizará ese compromiso para cuestionarla políticamente.
Una situación endemoniada para Teresa Ribera y también para Sánchez, consciente de que la situación que vive su vicepresidenta tercera no existiría si él mismo, su gestión de la crisis de la DANA y su propia situación respecto a la corrupción o presunta corrupción de personas de su círculo más cercano, ponen en duda su comportamiento como jefe de Gobierno… Y en el escenario internacional todos prefieren guardar la ropa antes de defenderle incondicionalmente.
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