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La savia nueva con sabor añejo

Perfil de Pablo Casado

El ganador de las primarias del PP viene marcado por una trayectoria ligada a Aznar, Aguirre y Rajoy

Retrato de Pablo Casado / Rosell
Juan De La Huerga

21 de julio 2018 - 15:12

Retrato de Pablo Casado / Rosell

Es castellano-leonés de pura cepa, nacido en Palencia en 1981 y diputado por Ávila, aunque tiene un toque de gallego, no tanto porque en una escalera no se sepa si sube o si baja, sino porque usa la baza de desentenderse del pasado y presumir de su juventud como fuente regeneradora del Partido Popular, cuando su savia nueva viene de antiguo, desprende un sabor añejo, un olor más rancio de lo que él pretende vender. Cierto que Pablo Casado era el pipiolo de kis aspirantes que se plantaron en estas novedosas primarias, pero su mentor fue José María Aznar, de quien fue jefe de gabinete en FAES ("el chico que le llevaba el maletín" al ex jefe del Ejecutivo, cuentan las malas lenguas), ha trabajado para Mariano Rajoy, que lo elevó a vicesecretario junto a Andrea Levy y a Javier Maroto en 2015 para darle un toque moderno a la formación popular con caras que nada tenían que ver con las corruptelas de antaño, y ha admirado a Esperanza Aguirre, quien lo consideraba uno de sus jóvenes cachorros.

Es decir, Casado grita a los cuatro vientos que es la cara amable y juvenil para levantar un nuevo proyecto, cuando en realidad viene de formar parte de la Ejecutiva, fue presidente de Nuevas Generaciones entre 2005 y 2013 y está bien instalado en el armazón orgánico, pese a que se quiera desvincular del follón de los afiliados, pues no había ni por asomo los 700.000 militantes de los que siempre se hablaba, como se ha visto con los menos de 70.000 que han ejercido su derecho al voto. El palentino, insiste, pasaba por allí y estaba en cuestiones comunicativas, no organizativas.

Muy bien relacionado con los medios de comunicación y con una ambición desaforada, aunque no lo parezca por sus formas, se apresuró a dar explicaciones por su máster y después con las innumerables asignaturas de la carrera aprobadas en un santiamén, aunque no hayan quedado resueltos ninguno de los asuntos. En cualquier caso, este economista y abogado gasta rapidez de reflejos y denota que está más en el mundo que Cristina Cifuentes en cuestiones tan básicas en la actual política como es dar explicaciones a la militancia y a los enemigos. Eso lo ha captado desde el principio.

El Rivera del PP

Dentro de las distintas vertientes ideológicas de la formación de la gaviota, está integrado en la corriente liberal, y muchos lo definen como una especie de Albert Rivera del PP, con la diferencia de que el catalán hizo crecer a Ciudadanos desde la nada y batallando a diario contra los independentistas en el Parlament. Casado lo ha tenido mucho más fácil, aunque también ha encontrado contrincantes de peso en la travesía, como Sáenz de Santamaría o Cospedal.

No ha querido saber nada de posibles pactos con las que partía Soraya. Se la ha jugado seguramente porque participando en el vertiginoso panorama político ha comprobado que Pedro Sánchez estaba enterrado en el PSOE y desaparecido del circo mediático y ha revivido para descabezar a Rajoy no sin antes tumbar nada más y nada menos que a Susana Díaz; que Iglesias y Rivera llegaron al Congreso para quedarse e intentar el asalto a La Moncloa, y que los trenes en la vida no suelen pasar dos veces por el mismo sitio. Ésta es su hora, musita, y la quiere aprovechar.

Es un niño bien, un pijo de toda la vida, aunque evita el uso de la corbata para empatizar más con la chavalería de la calle. Entre sus armas de político seductor, exhibe sus dotes ante los periodistas, a los que nunca esquiva, atiende sin problemas cuando se le requiere, y siempre ha sido tajante en sus posiciones contra el terrorismo y el secesionismo catalán –algún disgusto le costó por el malentendido con aquel “igual acaba como Companys” en relación a Carles Puigdemont– y también el independentismo vasco; no en vano, el asesinato de Miguel Ángel Blanco siendo él un adolescente lo marcó y acaso lo condujo hacia la vida política.

Casado sabe que éste es su momento y que la mejor cara de los peperos en esta era de política tuitera es la suya para pelear con sus 37 años con Rivera (38), Iglesias (39) y Sánchez (46).

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