Fiasco ganadero de Juan Pedro Domecq en el cierre de la feria
La corrida resulta descastada y floja y condiciona las faenas de Morante de la Puebla, José María Manzanares y Cayetano que están por encima de cada uno de sus toros
El cierre de la feria taurina algecireña no tuvo un final feliz por culpa del mal juego de los toros de Juan Pedro Domecq. Una corrida descastada, sin fuerzas y sin transmisión. Un petardo ganadero. Una tarde con un cartel rematado y a la que los aficionados acudieron bajo los efectos de la resaca de la tarde del sábado en la que El Juli, Castella y Perera ofrecieron un gran espectáculo y donde la corrida de Cuvillo fue la antítesis de la de Juan Pedro, con el indulto del toro Lanudo que ya se recupera de sus heridas junto a un grupo de becerros en la finca El Grullo de Vejer de la Frontera.
Una pena porque la predisposición de los toreros se vio reflejada en cada uno de sus lotes. Morante, Manzanares y Cayetano mostraron ganas y verguenza torera al estar por encima de una floja y desrazada corrida.
Morante dejó su sello de toreo artista en alguno de los muletazos que le robó al cuarto de la tarde. El de Domecq fue un toro sin clase, como toda la corrida. El diestro se arrebató en algunos derechazos dejando su sello propio. Morante llegó a templar en algunos pasajes a un toro bruto en la embestida. ¿Qué hará Morante el día que le embista un toro por derecho, con profundidad y humillando? Ese día aparecerá en rojo en el calendario porque seguro que le armará un lío. El sevillano atraviesa uno de sus mejores momentos y está deseando romperse con un toro. Y lo demostró en ese cuarto al ponerle la clase que le faltaba al de Domecq. Pudo pasear la oreja de no haber fallado en reiteradas ocasiones con la espada. Pero una mala tarde con los aceros la tiene cualquiera, hasta los artistas como Morante.
Antes, en su primero, un animal parado y con poco recorrido, Morante mostró voluntad de estar bien y de agradar. Intentó sacar pases de donde no lo había. Estocada y toro a tierra. Palmas para Morante.
También estuvo por encima de su lote José María Manzanares. El alicantino toreó muy despacio en algunos pasajes por el pitón derecho del segundo de la tarde. Un toro que embestía al ralentí, pero muy justo de fuerzas. Y lo difícil de la faena fue templar a un toro que embestía despacio pero que su falta de fuerzas le imposibilitaba seguir el engaño. Manzanares estuvo bien y contruyó un trasteo basado en el cudiado al toro y en los tiempos que le dio al animal para que se fuera recuperando. Una pena porque el toro tuvo clase, pero sin fuerzas alguna.
Algo similar ocurrió con el quinto de la tarde, un toro complicado con el que Manzanares tuvo el handicap de mantenerlo en pie siempre. El alicantino realizó un trasteo que no llegó al tendido por culpa de una animal desrazado y que en algunos momentos embestía a oleadas. Lo mejor la estocada.
Cayetano se estrelló también con un lote descastado y como toda la corrida sin fuerza alguna. Demostró las ganas de triunfar nada más abrirse de capote en la larga cambiada de recibo. Luego con la muleta cuajó un trasteo medido y dándole el tiempo al animal para que se recuperara. Y ni con esa estructura de faena pudo levantar la faena. El público anduvo frío con el diestro ante un toro bruto en sus embestidas.
Ante el sexto, Cayetano volvió a estar firme y demostró ganas. El de Juan Pedro no humillaba y encima perdía las manos en cuanto lo sometía. Un regalito. Como toda la corrida.
Al final los aficionados se fueron con el sabor ágrio de una mala corrida de Juan Pedro Domecq. Pero siempre nos quedará en el recuerdo Lanudo, Perera y su prodigiosa muleta.
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