Entre la fiesta y la tragedia
Castella, aguantando en pie en el ruedo herido grave hasta matar al toro, le dio categoría a Las Palomas
Sí que es cierto eso de que la última aventura del siglo XXI es ser torero, un oficio festivo pero de alto riesgo. Ayer se comprobó en Las Palomas, donde en un segundo la fiesta se convirtió en tragedia y cobró verdadera dimensión la grandeza de la tauromaquia, un arte en el filo de la navaja.
Rompía por fin la feria como debe ser, con netos triunfos de clamor –de dos orejas– a la vez que surgía la polémica y la división de opiniones entre los que pedían trofeos para El Cordobés y los que aplaudían al palco por negárselo. Yo, por aquello de lo de mojarse, militaría entre los que se identificaban con el presidente, pero no faltaban quienes, muchos, le tachaban de neófito social. Pero esa es una de las especias que le dan gusto a la salsa de la fiesta, la polémica y la división de opiniones. Lo cierto es que Manuel Díaz, con su particular y escasamente bizarra jura de bandera tras la lidia de su primero y sus pases del batracio, en su segundo, había puesto al Sol a batir palmas. Juerga pueblerina que los aficionados de Sombra miraban con indulgencia y lejanía. Y Cerillo está en la Sombra.
El otro ingrediente de la fiesta es el riesgo, indudablemente. En estos tiempos en los que a un futbolista le pegan un agarrón y se tira al césped como si tuviera dolores de parto, ver a un torero como Castella con el muslo roto, la sangre manchando la taleguilla purísima y oro, la figura compuesta, el semblante sereno y la férrea determinación de no irse a la enfermería hasta no ver rodando el toro patas arriba, es una estampa no solamente conmovedora, sino heroica. Parecía un español.
La última aventura del siglo XXI, lo dicho. El toreo es muy serio, como la manera de moverse por la arena de Manzanares, que ayer lo bordó y pudiendo salir a hombros, no lo hizo porque había un compañero con una cornada que luego supimos grave y de veinte centímetros, en la enfermería. Eso también es el toreo y eso es la grandeza de la fiesta.
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