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Una gran tarde de toros en Las Palomas con sangre y arena

El francés Sebastián Castella corta cuatro rejas y recibe una cornada en el muslo derecho. Manzanares firma una gran faena llena de arte. La corrida de Gavira, bien presentada, resulta noble y de buen juego

José M. Laza

30 de junio 2008 - 00:00

La plaza de toros de Algeciras vivió ayer una tarde de entrega, de emoción y sobre todo de grandes faenas. La corrida de Gavira fue buena, de presentación impecable, con toros de gran calidad y nobleza y de buen juego en conjunto.

El francés Sebastián Castella cortó cuatro orejas en dos faenas de gran calado en los tendidos. En su primero, un animal bravo y exigente, el torero francés lo toreó muy bien con el capote. Un quite por espaldinas sirvió para homenajear a Miguelín. Bonito detalle. Con la muleta comenzó su faena con el tradicional pase cambiado en el centro del ruedo, dejándose llegar al toro muy cerca. Un animal con clase y transmisión. Luego vinieron varias series con la mano derecha, sin llegar del todo a los tendidos. Pero luego supo darle el tiempo y la distancia que el de Gavira pedía y la faena tomó vuelo, con muletazos templados y largos. Ahí sí conectó con el público y subió la intensidad de la faena. El epílogo fue una serie de circulares pisando terrenos comprometidos. Estocada y dos orejas.

Pero la actuación del francés tuvo una mayor importancia en el quinto de la tarde. Un toro que manseó, pero que tuvo una virtud: la movilidad. Ésta la aprovechó el francés para pegarle varias series por el derecho con temple. Luego vinieron las manoletinas muy ceñidas y muy cerca de los pitones del toro. En una de ellas fue prendido, tras una espectacular voltereta. El de Gavira le pegó una cornada en el muslo derecho. A pesar de la herida, el francés en un gesto de raza acabó con el de Gavira de un pinchazo y estocada. Faena de firmeza y pundonor. El público se entregó al francés. La presidencia le otorgó otras dos nuevas orejas.

Pero la tarde tuvo otro protagonista de relumbrón. El alicantino José María Manzanares cuajó una sensacional faena al sexto de la tarde. Una de esas faenas que quedan en el recuerdo de los buenos aficionados. El toro de Gavira era exigente y transmitía. Pero ése fue el secreto del trasteo de Manzanares. Las series por el derecho tuvieron hondura, empaque, temple, con el compás abierto. Toreo del caro. Derrochó la esencia del toreo bueno, ante el bravo de Gavira. La estocada fue perfecta.

Ante su primero, Manzanares compuso bien la figura en alguna de las series por ambos pitones, imprimiendo el temple. El de Gavira tuvo calidad, pero no transmitió al tendido.

Pero la tarde comenzó con la actuación de Manuel Díaz El Cordobés. El madrileño paseó la oreja de su primer toro después de una faena vivida de manera intensa por los tendidos de sol. El de Gavira tuvo nobleza y clase sobre todo por el pitón derecho. Faena de recursos y de repertorio cordobesista. El publico de sol disfrutó y el de sombra se mostró algo indiferente. La prueba se vio que los tendidos de la solanera le pidieron de forma mayoritaria y parte de la sombra, ni sacó los pañuelos. Al final Cerrillo concedió el trofeo.

La faena del cuarto fue similar a la de su primero. Esta vez sí hubo el tradicional salto de la rana, además de los desplantes y su toreo . El de Gavira, manseó y terminó rajándose, pero eso sí, tenía un buen pitón derecho y había que bajarle la muleta.

El Cordobés seguía con su salto de la rana. Lo mató de una buena estocada y el público se volvió a entregar, pidiendo la oreja. Esta vez sí hubo una mayoría simple y Cerrillo no se la concedió. Faltó criterio por parte del presidente de Las Palomas, en el primero sí y en el segundo no.

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