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Gibraltar celebra el fin de la Verja confinada por el coronavirus

La Nochevieja del Brexit

El Peñón era un frío desierto durante la mañana del 31. Por la tarde también, pero ya se oía a los gibraltareños brindar por el acuerdo en la intimidad de sus casas

Un declaración de amor a Gibraltar
Un declaración de amor a Gibraltar / Erasmo Fenoy

Gibraltar esperaba este jueves confinada y triste el Brexit cuando sonara la última campanada. Y llegaron las uvas y el momento de la salida definitiva de la Unión Europea, pero no hubo tristeza. Más bien, alegría y esperanza. Y alivio. Mientras brindaban por el Año Nuevo en la intimidad de sus casas, los gibraltareños celebraron la sorprendente noticia del acuerdo alcanzado entre España y Reino Unido para derribar la Verja y comenzar una nueva era de su relación con la comarca mucho menos áspera.

El runrún de que se había alcanzado el pacto que evitara un Brexit duro pilló a los gibraltareños en sus casas, refugiados de la tormenta que supone estos días la pandemia del coronavirus. Y del frío, que pesaba sobre una ciudad oculta del sol a esas horas por el Peñón. Pasear por sus calles siempre bulliciosas, y más en plena Navidad, era sumirse en el silencio en un 31 de diciembre atípico y hasta con un punto melancólico.

Con los bares y las tiendas cerradas por el aumento de las restricciones del coronavirus, por Main Street apenas se veían ciudadanos serios tras la mascarilla. Ventanas cerradas, ni banderas en los balcones ni gente en las calles. Ni un comentario. Nada.

En la calle principal de Gibraltar dos empleadas de una farmacia brindaban con chupitos entre susurros con dos repartidores de chaleco amarillo por un 2021 más próspero. Parece que alguien les escuchó en ese momento en algún lugar de Madrid y Londres, porque su deseo no tardó en cumplirse.

Mientras una parejita de La Línea despistada intentaba comprar una botella de güisqui, tras el aeropuerto que se convertirá en frontera, en la Aduana, muchos españoles que entraban o salían de trabajar se paraban a preguntar a los agentes de Policía qué iba a suceder. "En principio, tendremos que pedir los pasaportes", decían. Caras largas en la verja.

Cuando se le pregunta por el Brexit, suele decir Juan Franco que si Gibraltar estornuda, su ciudad se resfría. Como si la realidad quisiera refrendar de forma macabra la idea del alcalde de La Línea, el preocupante aumento de los contagios en el lado británico de la Verja (hay, según los últimos datos, 714 personas enfermas en una población con poco más 30.000 habitantes) ha disparado la incidencia del coronavirus en La Línea en las dos últimas semanas hasta situarla este jueves en 582,8 por cada 100.000 habitantes. La pandemia evidencia que, a la sombra del Peñón, se asienta desde hace años una sola ciudad bajo dos banderas. Que lo que sucede a un lado de la Verja tiene una consecuencia inmediata enfrente, y viceversa. Porque sus habitantes son hermanos, primos y amigos que esta Nochevieja temían lo peor y 2020, ese que tan mal les ha tratado, finalmente les ha regalado un buen Fin de Año.

Gibraltar había hecho mucho más que estornudar y había abocado a La Línea a algo bastante peor que un resfriado, pero finalmente hay una oportunidad de curarse juntos. El tratamiento empezó este jueves, sobre la bocina, en una mañana oscura que de repente iluminó un rayo de luz a muchos kilómetros de la Bahía.

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