Los condes de Wessex llegan a Gibraltar con cinco horas de retraso y un calor de justicia
Visita de Eduardo por el Jubileo de Isabel II
Un problema técnico en el avión de British Airways donde viajaba junto a su esposa el hijo menor de Isabel II le obligó a regresar a Londres por la mañana y a modificar la agenda
Ahora el invierno de nuestro descontento se vuelve verano con este sol, que no es de York, como en el arranque de Ricardo III de Shakespeare, sino de Gibraltar. Verdaderamente, desde primera hora de la mañana, todas las nubes de la comarca habían quedado sepultadas en el hondo seno de la bahía para no empañar la celebración del Jubileo de Isabel II en la colonia. El Peñón hubiera recibido al mediodía de este martes al hijo menor de la reina con un sol inmisericorde, viento del sur y calor de justicia. Sin embargo, Eduardo no llegó al Peñón hasta el atardecer. La cacareada puntualidad británica ha brillado por su ausencia con más de cinco horas de retraso que han dado al traste con toda la agenda oficial.
Eduardo, que no es príncipe sino conde de Wessex, y su esposa Sofía han sido los miembros elegidos para visitar la Roca durante los festejos por el 70 aniversario de la entronización de Isabel II en un momento en el que aún no se ha zanjado la negociación entre el Reino Unido y la Unión Europea respecto a Gibraltar. Tampoco el discreto conde de Wessex es, ni mucho menos, el Windsor más conocido de la saga. Sabida es la anécdota de cuando la reina se olvidó de su cumpleaños y fue una ayudante de cámara quien tuvo que recordárselo. Eduardo bien podría definirse como un outsider que, con inteligencia, ha conseguido librarse de la presión mediática que han sufrido sus hermanos mayores.
Quizá por ser ajeno a la primera página de los tabloides viajaba a Gibraltar desde el aeropuerto de Heathrow en un vuelo regular de British Airways que, por problemas técnicos, tuvo que dar la vuelta por la mañana, cuando sobrevolaba el norte de Francia. La historia es chusca, pero real.
A pesar de aterrizar más de cinco horas tarde, Gibraltar ha recibido a la pareja con agrado. Superadas las siete llegaban, al fin, los condes. En la recepción del aeropuerto a pie de pista han estado presentes, entre otras autoridades, el ministro principal, Fabian Picardo, junto a su mujer Justine Olivero, y el gobernador de Gibraltar, el vicealmirante David Steel. Sofía ha recibido un ramo de flores ante la mirada de algunos vecinos que contemplaban la escena desde los balcones del aeropuerto.
Peor suerte han corrido los escolares que tenían previsto acompañar a la pareja a primera hora de la tarde por la Main Street desde el Convento, sede del Gobierno de Su Majestad en Gibraltar, hasta el Ayuntamiento. Las banderas de la Union Jack tendrán que esperar a que los condes de Wessex reajusten su agenda y encajen los actos perdidos este martes. No ha sido, desde luego, el Jubileo con el arranque más lucido.
La matriarca de los Windsor, a sus 96 años, sigue siendo queridísima en este peculiar rincón de Europa; un vínculo que se fortaleció en 1954 cuando, en un viaje histórico, visitó por primera y única vez el Peñón acompañada por el Duque de Edimburgo, fallecido hace un año.
Eduardo y Sofía ya recalaron en Gibraltar en el año 2012, durante el Jubileo que festejaba el 60 aniversario de la coronación de su madre. Aquella visita fue calificada como "desafortunada en tiempo y forma" por parte del Gobierno español, pues se producía después de que un conflicto pesquero volviera a poner sobre las mesa las tensiones diplomáticas en torno a Gibraltar. Tampoco parece que ahora, una década después, la guerra de hosco ceño que describía Gloucester haya alisado su arrugada frente ni que sea el mejor momento para reivindicar la soberanía británica en la Roca.
La primera reacción del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación tras enterarse de la visita de los condes de Wessex a Gibraltar fue una queja formal al Reino Unido, ya que ésta se producía en el marco del proceso de negociación para un futuro acuerdo sobre la colonia británica tras el Brexit. En Ricardo III tal vez se hubieran colgado las melladas armas, convertidas en guirnaldas victoriosas, pero en torno a este asunto de Gibraltar, nada más lejos de la realidad. Alrededor del Peñón siguen sonando las temibles músicas de marcha desde hace tres siglos.
Contrariamente, el hijo menor de Isabel II es un remanso de paz y el único de los cuatro hermanos que no se ha divorciado, unido a Sofía desde hace 30 años, cuando se conocieron en un partido de tenis benéfico. La pareja suele dar la cara por la reina en viajes, bodas reales, coronaciones y también jubileos. Permanecerán en Gibraltar hasta el jueves, día en el que se anuncia que rolan los vientos. Ojalá el vuelo de regreso sea menos accidentado.
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