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La cueva de San Miguel, una obra maestra de la naturaleza

Si esta gruta destaca como recurso natural, el laberinto de túneles dentro del Peñón es una obra de ingeniería que prueba la capacidad humana en tiempos difíciles

Imagen del auditorio de la cueva de San Miguel, en la sala llamada Catedral.
E. Reyes / Gibraltar

04 de enero 2009 - 01:00

La cueva de San Miguel (Saint Michael's Cave) es uno de los lugares más emblemáticos de Gibraltar. Localizada a más de 300 metros sobre el nivel del mar, es una de las grutas naturales más espectaculares de Europa.

Reconvertida parte de ella -sala Catedral- en un auditorio con capacidad para unas cien personas gracias a su magnífica acústica, la cueva suele acoger conciertos, representaciones teatrales y otras actividades. Así, el certamen de Miss Gibraltar se ha celebrado en varias ocasiones en este enclave, en cuyo fondo hay una gran estalagmita con siglos de historia.

Durante mucho tiempo se pensó que la cueva no tenía fondo, de ahí la creencia un tanto mitológica de que Gibraltar estaba unido al continente africano por un pasaje subterráneo de 24 kilómetros.

El lugar tiene una sala superior con cinco pasadizos de entre 12,2 y 45,7 metros que conectan Catedral con una sala más pequeña. Bajo ésta, una serie de estrechos pasadizos dan paso a una sucesión de galerías que alcanzan profundidades de hasta 62,5 metros bajo el nivel de la entrada. Durante la II Guerra Mundial, esta cueva fue habilitada como hospital, aunque nunca llegó a ser utilizado.

La voladura de parte de la roca para abrir una puerta alternativa a la cueva llevó al hallazgo en 1942 de una serie de profundas cámaras que finalizaban en un lago rodeado de una acera de calcita: la cueva baja, que sólo puede ser visitada con guías y en grupos de ocho personas como máximo. Estos niveles inferiores tienen un gran aporte acuífero debido a filtraciones del exterior.

Volviendo a la estalagmita de la sala Catedral, en 1972 se practicó un corte de 45 centímetros para conocer su interior. Su crecimiento durante los periodos de lluvias abundantes está claramente indicado por unos anillos marrones y brillantes. El área oscura pertenece a su formación en periodos de lluvia escasa. Las dos líneas blancas corresponden a los periodos glaciales. Esta estalagmita es transparente por algunos lados.

Si la cueva de San Miguel destaca por ser un recurso natural, el laberinto de túneles que existe dentro del Peñón es una de las mayores pruebas del ingenio humano.

Al final del Gran Asedio (1779-1783), el derrotado comandante de las tropas franco-españolas, el duque de Crillon, dijo de este sistema defensivo que era un trabajo "digno de los romanos". Fue el sargento Major Ince, miembro de la compañía de soldados artificieros -hoy ingenieros reales-, el que sugirió la posibilidad de crear un sistema de defensa excavando en la roca. Tras recibir el permiso para hacerlo, Ince comenzó a trabajar el 25 de mayo de 1782.

Con una palanca, una almádena y pólvora para las voladuras, dieciocho hombres construyeron en cinco semanas un túnel de 2,4 metros de ancho por 25 de largo. El dato es sin duda meritorio, ya que durante la II Guerra Mundial, con una tecnología más avanzada, se cavaron 55 metros en una semana.

Aunque en un principio no había intención de situar armas defensivas en esta galería de túneles, todo cambió cuando fue necesario abrir huecos de ventilación para impedir que los mineros se asfixiaran con los vapores de las voladuras. Estas escotillas se convirtieron en un lugar idóneo para situar cañones. El primero fue ubicado en la zona norte del Peñón, conocida como Notch.

Se abrieron más escotillas y se colocaron más armas hasta que, en 1783, el túnel alcanzó los 113 metros y era defendido por cuatro cañones. La primera galería recibió el nombre de Galería Windsor. Pero el trabajo no terminó ahí, ya que se excavaron dos galerías más: King's Line y Queen's Line.

Tras el asedio, se abrió una nueva cámara denominada Saint George's Hall, en la que se instaló una batería de siete cañones. Al mismo tiempo se construyó la cámara Cornwallis.

En gratitud por su trabajo, el sargento Mayor Ince fue nombrado oficial del regimiento y se le hizo entrega de un terreno en la zona alta del Peñón, conocido en la actualidad como Ince's Farm. Además, el duque de Kent -gobernador real de Gibraltar y padre de la reina Victoria- le obsequió con un caballo de gran valor.

Ya en la II Guerra Mundial, los ingenieros reales, junto a un contingente de Canadá, culminaron la obra inicial añadiendo 40 kilómetros a los túneles originales. En la actualidad, en estos túneles hay varias exposiciones que recrean estos trabajos durante sus diferentes etapas de construcción.

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