El 'reset' británico y el Gibrexit: una nueva oportunidad para España
El autor considera que Trump es un obstáculo para las negociaciones comerciales entre EEUU y Reino Unido, lo que fuerza a Londres a volver a mirar a Bruselas
España aboga por cerrar el pacto sobre Gibraltar para un "acercamiento completo" entre la UE y el Reino Unido

En la prensa española una parte importante de las declaraciones del pasado día 18 del secretario de Estado para la Unión Europea, Fernando Sampedro, han pasado desapercibidas, pero no para los gibraltareños, como parte directamente afectada. Y eso a pesar de la información es conocida. El dato clave a considerar no se les ha escapado en el Peñón: “Se le preguntó a Sampedro si un acuerdo sobre Gibraltar era un prerrequisito para cualquier reinicio posterior al Brexit.«No se trata de condiciones previas… Se trata de apoyar una relación más estrecha con el Reino Unido. Y creemos que para que esta alianza y este acercamiento sean completos, también hay que resolver todos los temas pendientes, tanto en la agenda de la Unión Europea como en la agenda bilateral… En el caso de España, el acuerdo sobre Gibraltar, que lleva mucho tiempo sobre la mesa, es bien conocido»”.
Es obvio que el terremoto Trump, con su declaración de guerra comercial a la Unión Europea, China, Canadá y México, y que destruye cualquier opción de negociaciones comerciales entre Washington y Londres -sumado al giro estratégico con Putin, la bestia negra de la diplomacia británica- fuerza a un Reino Unido en decadencia a volver a mirar a Bruselas y recuperar una mínima parte de lo que estúpidamente destruyeron Teresa May y Boris Johnson entre 2017 y 2022. El reset de Keir Starmer. Y eso le da a la diplomacia española, otra vez, un arma en la negociación de Gibraltar.
Con el acceso de España a la CEE y el poder de veto de Reino Unido, los gibraltareños consiguieron libre acceso a España, a su territorio, a sus capitales financieros y a su fuerza laboral
Cuando España solicitó entrar en el Mercado Común Europeo, en los años 70, Reino Unido tuvo muy claro desde el principio que utilizaría su poder de veto para forzar a España a una negociación de máximos en posición de inferioridad. Gracias a eso, los gibraltareños consiguieron libre acceso a España, a su territorio, a sus capitales financieros y a su fuerza laboral, lo que fue el pilar de su crecimiento hasta convertirse en el tercer territorio en renta per capita del planeta, y utilizar el Campo de Gibraltar como hinterland colonial en condiciones decimonónicas.
Ahora es España la que puede utilizar ese poder de veto para forzar una resolución favorable en el Gibrexit. Y eso aterra a los gibraltareños. España no tiene más que plantear que no aceptará otra cosa que el cumplimiento de las directrices del mandato negociador de la Comisión Europea de octubre de 2021. En ese caso y si Reino Unido quisiera llegar a un acuerdo, tendría que desechar las líneas rojas de Gibraltar en puntos como la fiscalidad, la equiparación social y laboral o el control de las aduanas por funcionarios españoles. Otra cosa sería demostrar definitivamente que España es un Estado de tercer nivel en Europa, con una influencia real a nivel de Chipre y por debajo de estados miembros como Irlanda.
Claro que los antecedentes no nos hacen ser optimistas. García Margallo fue dimitido por Rajoy por defender que España tenía que forzar negociaciones sobre soberanía en la discusión del Brexit. Dastis tuvo que aceptar, a la desesperada, presionado por el procès catalán, que la reclamación de soberanía de Gibraltar no sería incluida en las negociaciones. Borrell aceptó sin más que todo el tema de Gibraltar quedase desligado del Brexit , a cambio de un derecho de veto para España (un error que no cometió Irlanda, que forzó la discusión sobre el Ulster en el Brexit). González Laya creó un estatus de libre acceso de los gibraltareños a España mientras las negociaciones sobre el Gibrexit’ continuaran y Albares, sin más, ha permitido que esas negociaciones se hayan convertido en un proceso sine die, con un final ad kalendas graecas, con un periodo de excepción en el que Gibraltar mantendrá permanentemente una situación provisional que le favorece.
En Mónaco el IVA es del 20%, el impuesto de sociedades, del 25%, y hay gravámenes sobre el alcohol y el tabaco, además de aplicarse medidas para garantizar la transparencia financiera y combatir la evasión fiscal
Las palabras del propio Sampedro no son muy alentadoras: «No hay ningún impasse… Seguimos avanzando. Creo que hay motivos para el optimismo… El marco está muy claramente definido para un mayor avance e integración… No quiero adelantarme a nada, pero estamos razonablemente satisfechos con la continuación de nuestros contactos con la Comisión y el Gobierno británico a este respecto…Seguimos trabajando en ello y estoy en contacto semanal con mis homólogos británicos y la Comisión».
Un diplomático muy diplomático, claro. En todo caso, esperamos que las negociaciones avancen y que España sea capaz de defender sus propios intereses nacionales, entre los que el asunto de Gibraltar es clave. Nuestra diplomacia, por una vez, lo tiene muy fácil: solicitar al equipo negociador de la Comisión Europea del tratado aduanero entre la Unión y el Reino Unido sobre Gibraltar, como hemos hecho desde el Observatorio sobre Gibraltar de la Asociación Héroes de Cavite, que se cumpla el espíritu y la letra de los mandatos negociadores del Consejo y la Comisión del verano y el otoño de 2021. Un Gibraltar sin la indigna verja impuesta en 1910, inserto en el marco fiscal, socio laboral y aduanero de la Unión Europea. Y me permito recordar que en Mónaco el IVA es del 20%, el impuesto de sociedades, del 25%, y hay gravámenes sobre el alcohol y el tabaco, además de aplicarse medidas para garantizar la transparencia financiera y combatir la evasión fiscal.
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