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Laja Alta: los misteriosos barcos pintados en una cueva en Jimena

Arte Sureño en peligro

El abrigo rocoso a 27 kilómetros de Estrecho encierra las claves del origen de la navegación a larga distancia en el Mediterráneo occidental

Un estudio de la Universidad de Granada data los 59 dibujos localizados, entre ellos ocho embarcaciones, hace 6.000 años

Lorena Benítez fotografía algunos de los barcos de la Laja Alta.
Lorena Benítez fotografía algunos de los barcos de la Laja Alta. / Erasmo Fenoy

Desde esta montaña mágica, tras un bosque de acebuches, algarrobos y madroños, los alcornoques no dejan ver el Estrecho de Gibraltar. Si uno mira el horizonte, nada hace pensar que, a 27 kilómetros en línea recta, existe una enorme franja de agua que separa dos continentes y por la que cada día pasan más de 300 buques. Pero la mar está ahí, más cerca de lo que parece. Basta con dar la espalda a la sierra de la Utrera y volverse hacia una enorme roca arenisca situada a 370 metros de altitud para que, de repente, se despliegue ante los ojos del caminante la que quizás sea la escena marítima más antigua jamás representada. Estamos en la finca de Jateadero, en Jimena, donde un pequeño abrigo rocoso sobre el valle de la Garganta de Gamero encierra todos los misterios del origen de la navegación en unos pocos metros cuadrados. Estamos en la Laja Alta, otro tesoro del Campo de Gibraltar que pide a gritos que alguien lo salve de la desaparición antes de que sea demasiado tarde.

El descubrimiento del abrigo ocurrió hace 42 años. Según relató en un artículo en Europa Sur Eduardo Sáenz de Varona, allá por 1978, Jacinto Boza Córdoba, funcionario del Ayuntamiento de Jimena y chófer del entonces alcalde, José Carracao, le comentó al Depositario de Fondos del Ayuntamiento, Salvador Corbacho Rey (1921-2005), un amante de la historia, que había visto unas pinturas en una piedra por la Laja Alta y que pensaba que era algo de los carboneros y de la gente que andaba por el monte. Movido por la curiosidad, Salvador Corbacho fue hasta el lugar e inmediatamente comprendió que Boza estaba en un error, así que habló con Ana María Vallecillo Soriano, entonces concejal de cultura del Ayuntamiento, que le pidió que dibujase lo que había visto. Corbacho dibujó barcos.

En concreto hay ocho, que centran una escena en la que un equipo de científicos de la Universidad de Granada, dirigido por los doctores Eduardo García Alfonso y Antonio Morgado Rodríguez, llegó a identificar 59 figuras, entre ellas antropomorfas, zoomorfas e incluso dos ídolos oculados. Un estudio publicado por estos expertos hace solo dos años es fundamental para entender la importancia del abrigo. Hasta entonces, los investigadores no se ponían de acuerdo para dar una fecha exacta del momento en el que alguien dibujó sobre la roca de Jimena. La más aceptada, al menos en cuanto a las representaciones de los navíos, atribuía ese momento a la llegada de los fenicios al Estrecho de Gibraltar, entre el 1000 y el 700 a.C., en torno a la fundación de Gadir (Cádiz) en el año 1104 a.C., cuando entablaron relaciones comerciales con las poblaciones tartésicas que poblaban la zona.

La huella del hombre, la erosión del viento y el agua hacen peligrar los 59 dibujos

En otoño de 2013, los doctores García y Morgado se convencieron de que estaban ante la representación de “barcos del neolítico, los más antiguos de la historia”. Lo hicieron después de analizar los pigmentos negros y rojos de las pinturas, midiendo la datación en la materia orgánica de los primeros, que entienden que son más modernas porque están por encima en todos los casos. Algunas de las figuras sostienen, son del 4.000 a.C., hace 6.000 años, durante el Neolítico Reciente y el Calcolítico del sur de Iberia. También realizaron una segunda datación de la cerámica encontrada en el abrigo, que la sitúan igualmente entorno al cuarto milenio a.C.

Morgado y García consideran que los barcos de la Laja Alta son “el testimonio más claro de la existencia en la antigüedad de embarcaciones a vela en el Mediterráneo occidental en el IV-III milenio a.C., o por lo menos embarcaciones a vela fueron avistadas en ese período en el Estrecho de Gibraltar” y su estudio pone entredicho la vieja idea que veía a “las sociedades prehistóricas del sur peninsular como carentes de avances tecnológicos relevantes”. La Laja Alta demuestra que “el Mediterráneo fue el primer laboratorio para el desarrollo definitivo de la navegación a larga distancia con la propulsión a vela. Este sistema sería un elemento crucial para facilitar la interacción y la intensificación de las redes entre diferentes sociedades prehistóricas a partir del IV-III milenios a.C.”.

Una reja en mal estado es la única protección de un espacio con mucho que enseñarnos

El escritor y experto en atlantología Georgeos Díaz-Montexano va más allá y defiende en El resurgir de la Atlántida, un documental de investigación arqueológica producido por James Cameron y dirigido por Simcha Jacobovici para National Geographic Channel, que “la escena portuaria de la Cueva de Laja Alta, aunque representada hace unos 6.000 años, podría perfectamente responder a la memoria o recuerdo de una alta civilización que realmente pudo haber comenzado a construir barcos para la navegación marítima en algún momento entre el 8.000 a. C. (hace unos 10.000 años) y el 5.000 a. C. (hace unos 7.000 años), como fecha más reciente. De modo que la representación de la Cueva de Laja Alta se habría realizado varios miles de años posterior a los tiempos en que realmente comenzaría la navegación marítima, al menos en los alrededores del Estrecho de Gibraltar”.

En cualquier caso no es difícil imaginarse al desconocido pintor después de bajar al Estrecho de Gibraltar varias veces, posiblemente al puerto de la Carteia prerromana, para plasmar con tanto detalle unas naves en las que se observan mascarones de proa o de popa, remos y velas, que necesariamente tendría que haber conocido muy cerca.

José Antonio Rocha, en la entrada de la cueva, junto a una figura antropomorfa posiblemente con un arma.
José Antonio Rocha, en la entrada de la cueva, junto a una figura antropomorfa posiblemente con un arma. / Erasmo Fenoy

En riesgo

El mismo viento que erosionó la roca hasta diseñar el abrigo de la Laja Alta está difuminando estas representaciones del Arte Sureño de un enorme valor histórico y patrimonial. Pero no solo el viento. El agua que se filtra por la parte alta de la piedra en época de lluvias también está borrando los dibujos, explica Lorena Benítez, técnico de Medio Ambiente enamorada del Arte Rupestre que ejerce de guía para Europa Sur por los montes de Jimena junto a José Antonio Rocha, empleado del Ayuntamiento. Benítez, ataviada con una camiseta que pertenece a una colección diseñada por ella misma con figuras del llamado Arte Sureño, llama la atención sobre el aspecto blanquecino de las piedras que hay en la entrada del abrigo. La roca despide una especie de ‘harina’ que se aloja sobre la pared y cubre los dibujos. Es la presencia del hombre la que ha cambiado el aspecto de los rocas y provoca este polvo que puede estar poniendo en riesgo el yacimiento.

Lo único que separa los dibujos que pueden cambiar la interpretación de la historia de la navegación de cualquier descerebrado (en la zona hay rastros de que alguien ha rascado algunas piedras para dejar su nombre) es una reja que colocó el Ayuntamiento de Jimena sin ser su competencia, pero no le quedó más remedio- cuya puerta está completamente rota. Se aguanta por su propio peso.

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