La fundación de La Línea
150 Aniversario de La Línea
1870-2020. Miguel del Manzano recorre en una serie de entregas los principales hitos del proceso por el que se creó la ciudad
La Línea/Al morir Carlos II El Hechizado, sin heredero a la Corona de España, estalló la Guerra de Sucesión Española entre los dos pretendientes principales al trono, Felipe de Anjou y el Archiduque Carlos de Austria.
El primero de ellos contaba con el apoyo de Francia (era nieto de Luis XIV de Francia), mientras que Austria, Inglaterra y Holanda eran partidarias del segundo, por temor al daño que podría causar a sus intereses el surgimiento de una potencia del calibre de la resultante, tras una hipotética unión de las casas reales francesa y española.
La toma de Gibraltar tuvo lugar el 4 de agosto de 1704 en el contexto de la guerra de sucesión española por parte de la flota angloholandesa comandada por George Rooke y el príncipe de Hesse-Darmstadt. La intención del ataque era la de añadir la fuerte plaza de Gibraltar a la causa del Archiduque Carlos.
Terminada la Guerra de Sucesión, se firma el Tratado de Utrecht en 1713, por el cual España cede a perpetuidad a Gran Bretaña la plaza de Gibraltar, con la condición que no puede cederla y que si algún día no le interesa, la primera opción debe ser la vuelta a España.
A lo largo del siglo XVIII, España intenta recuperar Gibraltar por la fuerza en varias ocasiones, siendo todas ellas infructuosas.
Nada más firmarse el Tratado de Utrecht, el Gobernador de Gibraltar ocupó militarmente la torre llamada Torre del Diablo y un caserón denominado El Molino, situados a levante y poniente, en terreno español.
Ante este hecho, el gobierno español tomó una decisión que sería fundamental en la historia de la futura ciudad de La Línea de la Concepción, la construcción de una plaza fuerte, Línea de Contravalación o Línea de Gibraltar.
En 1730, en la Real Orden de 2 de noviembre, el gobierno de S.M. comunica al Director de Ingenieros, Jorge Próspero de Verboom, la construcción de dos fuertes, uno situado a levante y otro a poniente de istmo, unidos ambos por una línea de fortificación, con el propósito de impedir el tránsito y hacer prevalecer los derechos sobre el istmo, además de hacer patente la presencia española en la zona, prohibiendo a los barcos ingleses al atraque fuera del puerto de Gibraltar. Estas fortificaciones de La Línea de Gibraltar fueron modelos de ingeniería militar de la época. Partiendo de la idea principal de dos núcleos fortificados frente a la roca, se los dota con la solidez necesaria en su diseño y construcción para albergar la artillería con sus sirvientes, proporcionando al mismo tiempo la protección necesaria a las tropas apostadas en el istmo de los bombardeos de la escuadra inglesa, además de poder responder a las baterías inglesas dentro de las limitaciones derivadas de su situación geográfica.
Propiamente dicho, La Línea de Contravalación de la Plaza de Gibraltar se comenzó a construir en 1730 y finalizaron sus obras en 1735. Esta poderosa Línea de Fuego puramente artillera, no sólo cubría los 1.300 metros de anchura que mide el istmo en la parte que hoy ocupa la ciudad de La Línea de la Concepción, con los puntos defensivos y ofensivos, sino que todo el sistema fortificado se extendía completando el arco de la Bahía de Algeciras hasta la misma Punta Carnero.
En 1731 se inició la construcción de los dos grandes fuertes, llamados de Santa Bárbara y San Felipe. Entre ambos fuertes se construyen los baluartes de San Carlos, San Fernando, San José, Santa Mariana y San Benito.
Cuando Napoleón invadió España se produjo una alianza hispano-británica y al llegar las tropas francesas al sur de la península Ibérica, en el año 1810, los ingleses deciden, con el beneplácito de las autoridades españolas y con el pretexto del temor a que las tropas de Napoleón Bonaparte, que ya habían llegado la comarca campogibraltareña, se adueñasen de esta línea fortificada, los españoles accedieron a que el coronel británico Holloway, jefe de ingenieros en la guarnición de Gibraltar, derribase las fortificaciones españolas (Fuertes de Santa Bárbara y San Felipe) y las baterías de sus alrededores, procediendo a su voladura el día 14 de febrero de 1810, eliminando de esta forma el principal obstáculo para el expansionismo británico hacia el norte. Esta línea fortificada no llegó nunca a reconstruirse.
Indudablemente, las fortificaciones de La Línea de Contravalación o Línea de Gibraltar fueron el germen de la ciudad de La Línea de la Concepción, convertida en barriada de San Roque.
La segregación de San Roque
En el año 1870, los moradores de esta Aldea solicitaron la segregación del término municipal de San Roque, la parte de territorio que correspondía a esta Cantón militar, que constaba de 330 vecinos.
Los fundamentos que expusieron en su petición fueron: que la población era doble de la que exigía la Ley como circunstancia precisa para acordar semejante medida; que constaba de 136 casas de mampostería perfectamente edificadas y de 150 huertos; que éstos, después de satisfacer las necesidades de la localidad dejaban un sobrante que, conducido a Gibraltar, constituía una especulación de óptimos resultados; que tenía barcas pescadoras, canteras, caleras, fábricas de ladrillos y otras industrias que daban ocupación a muchos brazos y que formaban una importante exportación; que existían, además de una plaza, mercado, tiendas e industrias de muchas clases, que les permitían subsistir independientemente de San Roque, de cuya población no obtenían ningún beneficio, sino que absorbía todos los recursos que a aquella se aportaban, teniéndoles completamente abandonados; que a pesar de mediar más de una legua entre ambas localidades, no se les había dotado de médico, ni de matrona, ni de escuela de niñas; que no atendían al empedrado de sus calles, ni a su alumbrado, limpieza y ornato, teniendo que acudir los vecinos por si propios a cubrir estas atenciones. Otras razones tan pertinentes como las anteriores contenía la razonada exposición que elevaron al Gobierno de la Regencia. Algunos de los recurrentes presentaron un Proyecto de Presupuesto municipal para el nuevo distrito.
Al ser consultado el Ayuntamiento de San Roque por el Gobierno, manifestó que se oponían a la concesión solicitada, entre otras razones, las siguientes: que estaban agrupados a “La Línea” los caseríos de La Atunara, Espigón, Huertos y Huertas; que la mayoría de los habitantes no debían considerarse como vecinos, porque eran transeúntes; que los vecinos estaban a merced de la Autoridad Militar, facultada para expulsarlos cuando las necesidades lo exigieran; que no contaba con término propio, porque, considerado como un barrio de aquella ciudad, nunca lo había tenido; que el espacio que ocupaba La Línea era muy reducido, y que se hallaba enclavada dentro de la zona militar de mar y tierra; que los propietarios de las huertas y edificios habían adquirido estas posesiones bajo condición expresa de destruirlas y devolver los terrenos cuando el Gobierno lo ordenara; que su prosperidad toda dependía de la Colonia inglesa, por cuyo fuego de cañón se hallaba constantemente amenazada. Otras mil razones, tan poco prudentes como las anteriores, y algunas denigrantes y ofensivas en alto grado para este honrado vecindario, opusieron los ediles de San Roque para contrarrestar las poderosas razones que impulsaron a los habitantes de La Línea a pedir su segregación; terminado su escrito de cargos con la siguiente manifestación:
“Que defenderían, en todo caso, cualquier resolución que se opusiera a la integridad de su territorio, y que confiaban en que la Diputación Provincial fallaría a favor de la ciudad la cuestión suscitada”.
Considerando la Diputación Provincial que, por el número de vecinos y otras condiciones, La Línea estaba en actitud de ser segregada, y sobre todo por haber desaparecido, según orden del Poder Ejecutivo de 14 de julio del mismo año, la prohibición estricta de edificar y reparar los edificios en las poblaciones de La Línea y Campamento, dictada en 24 de julio de 1862, permitiéndose edificar detrás del Cuartel de Infantería; y, por último, por existir una moción dirigida a la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio, por varios propietarios, labradores y vecinos de la Aldea de La Línea, según certificado expedido por la Secretaria de dicha Junta, en cuya moción se exponía que el Ayuntamiento de San Roque tenía desde antiguo señalado a la Alcaldía Pedánea de La Línea de Gibraltar como término jurisdiccional el comprendido “desde el Cachón nombrado de Jimena hasta el arroyo de Guadalquitón por la huerta del Rango y formado ángulo a la Pedrera, cuyo territorio comprende aproximadamente media legua de ancho y dos y media de largo.
Considerando justificado que el nuevo distrito podrá sufragar sus gastos sin gravar excesivamente a los vecinos, y correspondiendo en justicia acceder a la petición solicitada, limitándose a la segregación y quedando la división de bienes, etc., para después que el Gobierno haya aprobado la formación del nuevo Municipio, y fijado el nombre que éste deba llevar, por corresponder su designación al Gobierno, señalábasele por su propio término jurisdiccional la porción de terreno a que se extendía la autoridad del Alcalde de Barrio. El presupuesto presentado por los exponentes ascendía a 3.595 escudos (8.987,50 pesetas) cuya cantidad quedaba fácilmente cubierta con los ingresos o arbitrios que tenía asignados.
El Gobierno no creyó oportuna acceder a la proposición de que esta nueva población tomase el nombre de Línea de la Victoria; y a propuesta de su primer Alcalde y de acuerdo con los concejales nombrados por el Gobierno, se le designó con el de Línea de la Concepción que lleva en la actualidad. Este suceso, así como el de la segregación y nombramiento de su primera Corporación Municipal fueron celebrados con grandes festejos, en cuya fecha empezó el desenvolvimiento de esta Villa hasta llegar a su estado actual. Débese, en primer término, el feliz resultado de las gestiones para la emancipación de esta Villa a los desvelos, actividad y desprendimiento del más antiguo de sus vecinos D. Lutgardo López Muñoz, que fue su primer Alcalde, apoyado por las valiosas influencias del entonces Presidente de la Diputación Provincial D. José González de la Vega, quien se dignó acompañar en todas sus gestiones, tanto en Madrid, como en Cádiz, al iniciador de tan loable proyecto.
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