Asansull, 50 años de lucha por la inclusión social
Integración
La iniciativa de unos padres que reclamaban atención especializada para sus hijos, el origen de la entidad linense
La asociación atiende a más de 2.000 personas alaño
La Línea/La Asociación Asansull es todo un referente de integración de las personas con discapacidad intelectual o dependientes en el Campo de Gibraltar. Su historia comienza en 1969, con el coraje de unos padres que pedían atención especializada para sus hijos en La Línea, ya que se tenían que desplazar diariamente a otros municipios para poder cubrir estas necesidades.
Hoy, 50 años después, la asociación cuenta con más de 2.000 personas atendidas anualmente, 630 profesionales, más de 100 voluntarios y 25 centros en el Campo de Gibraltar.
En los años 70 la palabra discapacidad era aún casi desconocida, las causas sociales como ésta estaban en sus comienzos. Las personas con necesidades especiales eran excluidas, no se les prestaba la atención necesaria, se entendía que “estaban enfermos y había que cuidarlos”. Así lo explica la fundadora de Asansull, María Luisa Escribano. “La sociedad aún no había empezado a concienciarse sobre la discapacidad”, añade.
Todo empezó gracias a la insistencia de un grupo de “madres coraje” que exigían atención especializada para sus hijos en la zona. Escribano cuenta como la fuerza la tuvo este grupo de madres: “Desde el principio trabajamos codo con codo. Nos enfrentamos a las Administraciones, al Ayuntamiento pero las madres siempre estuvieron en primera fila de batalla, luchando y velando por el bienestar de sus hijos”.
El 25 de mayo de 1970 Asansull pasó a tener cuerpo legal. El Ayuntamiento del momento les cedió un antiguo recinto penitenciario en la calle Granada. “Ahí abrimos el Centro de Educación Especial Virgen del Amparo, nuestra primera sede. Teníamos dos aulas y un pequeño patio, pero era un comienzo”, explica.
Todo movimiento asociativo de atención a la discapacidad ha nacido a través de la educación, y ese fue el primer objetivo de la organización. “Nuestra primera labor fue empezar a sacar a los chicos de sus casas, enseñarles nuevos hábitos. Empezamos a utilizar técnicas de estimulación cognitiva”. Por aquel entonces era una técnica de aprendizaje casi desconocida, poco a poco fueron implantándola en diversos campos. De se modo, desde Asansull, empezaron a crear su propia fórmula de conocimiento y concienciación.
Con el tiempo cada vez más usuarios prescindían de los servicios de la asociación en la comarca, además los primeros alumnos iban creciendo y llegaban a la edad en la que tenían que salir del sistema educativo, por lo que se planteaba un futuro incierto. Bajo la gran pregunta de, “¿y ahora qué?” el temor de Asansull era que los chicos tuviesen que volver a sus casas a “pasarse horas ante ese sofá con la tele en blanco y negro” y que todo lo aprendido no sirviese de nada. “Trabajamos y empezamos a coger ideas de otros sitios más avanzados en busca de una solución”, afirma la fundadora.
Por ello, ampliaron su cartera de servicios para poder cubrir más rangos de edad. Entonces, la antigua cárcel de la calle Granada se quedaba pequeña, así que en 1977 el Ayuntamiento les cedió 5.000 metros de terreno en el Camino de Sobrevela, donde crearon la residencia diurna conocida como Monte Calpe. Asimismo, desde Cepsa les cedieron una antigua furgoneta para poder facilitar los traslados. Ese mismo año solicitaron un curso de adaptación profesional de jardinería, con el objetivo de darles a los chicos un futuro profesional y una visión diferente de la vida.
Presente y futuro
Desde ese momento comenzó el crecimiento de los centros ocupacionales y de la unidad de estancia diurna de Asansull. Siempre bajo la eterna pregunta de “¿qué será de mi hijo cuándo yo no esté?”, uno de los grandes miedos de los padres era pensar en un futuro en el que ellos no estarían para poder ocuparse de sus hijos. María Luisa Escribano se enorgullece de pensar que, gracias a la labor de la asociación, ha ido desapareciendo el pensamiento de “espero que mi hijo se muera antes que yo”.
Convertir una antigua cárcel en un centro educativo y crear Monte Calpe fue solo el comienzo de más de 50 años de trayectoria.
El siguiente reto fue la creación de un nuevo concepto de residencia en la Calle Carboneros, unos apartamentos tutelados donde poder brindarles a las personas con discapacidad atención, libertad y, sobre todo, calidad y dignidad. “En estos 50 años la lucha ha sido constante, hemos tenido que lanzarnos a la calle varias veces pero siempre ha merecido la pena. Vas viendo el progreso, cómo vamos consiguiendo cosas que hace unos años veíamos imposibles y vemos que nuestros usuarios consiguen sus retos, son felices y avanzan más día tras día”, afirma la directora.
Actualmente Asansull cuenta con numerosas actividades adaptadas, varios centros y residencias, programas de Atención a Mayores, e incluso un Club Deportivo fundado a finales de los 90. Aún queda mucho por hacer y por pelear. Según María Luisa Escribano, “La sociedad no debe mirar para otro lado y las empresas tienen que seguir creando empleos.” El camino hacia la inclusión ya no tiene marcha atrás. “Ahora mismo, no miramos para atrás ni para coger impulso”.
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