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Christian Gálvez, un linense de Móstoles

La Línea

El escritor y presentador, acoge “como un honor” su nombramiento como Hijo Adoptivo de La Línea

"Los linenses deben decir de donde son con orgullo, tienen motivos para ello", reivindica

Cristian Gálvez, junto a su madre y su hermana, en el Paseo Marítimo de Poniente en 1993
Cristian Gálvez, junto a su madre y su hermana, en el Paseo Marítimo de Poniente en 1993
Rubén Almagro

16 de enero 2020 - 22:35

Christian Gálvez no es nada más –y nada menos– que un linense nacido en Móstoles (Madrid). Porque los de La Línea también nacemos donde nos apetece o donde el destino decide. Y porque ser linense es defender con la vehemencia y el convencimiento que él lo hace esta tierra que mañana sábado le otorgara el título de Hijo Adoptivo. Los que lo duden pueden echar un ojo en sus cuentas en las diferentes redes sociales. La decisión del equipo de gobierno que encabeza Juan Franco de reconocerle su vinculación a la ciudad tiene un lugar preferente en todas. “Y al que no le guste, que no mire, pero vaya que se lo he contado a todo el mundo”, dice mitad con orgullo, mitad con cierto aire de reivindicación.

Christian Gálvez es presentador, escritor, actor de doblaje… pero sobre todo linense y balono, como proclama con frecuencia. La ciudad ya se lo reconoció en 2010 cuando le eligió para pregonar su Feria, ésa misma a la que sus abuelos y su madre, María del Carmen Guadalupe Montero Cruz, todos ellos reconocidos activistas de La Línea, le llevaron de pequeño, cuando casetas y cacharritos aún se asentaban en el Paseo de la Velada. En el Huerto de Pedro Vejer. La Balompédica, bajo el mandato de Alfredo Gallardo, también le designó como socio de honor.

Miguel Montero, bisabuelo de Christian, fue un reconocido maestro que además desempeñaba funciones de escribiente en el Ayuntamiento linense. Gustavo Montero, su abuelo, trabajó en el diario Área, el precursor de los medios de comunicación comarcales. No es precisamente infrecuente que quien mañana será Hijo Adoptivo de la ciudad se acerque al cementerio San José para expresarles su respeto. “Siempre que estoy por la zona, procuro hacer una escapadita”, confiesa.

“Estoy deseando que llegue el momento: es un honor y un orgullo que una ciudad te conceda un título así y más siendo el lugar donde nació mi madre, es algo muy especial”, recalca, después de haberse pronunciado en términos similares para todo el país desde su programa El Tirón. “Cada vez que tengo la oportunidad hablo de las cosas buenas de La Línea, que son muchas”, defiende.

“Lo que hoy en día se convierte en trending topic siempre son cosas negativas, que además son valoradas y analizadas desde la distancia, las más de las veces de manera injusta”, lamenta Gálvez. “Cuesta mucho sacar las cosas buenas cuando en La Línea hay tantas… yo por encima de todo me quedo con la gente”.

“No se trata de ensalzar si un pueblo es más bonito que otro, si tiene más o menos de determinada cosa, yo lo que creo que hace a La Línea diferente es el calor de sus habitantes”, abunda.

Christian Gálvez se define a sí mismo como “un mestizo y con mucho orgullo” entre mostoleño y linense. “La verdad es que me pilló muy de sorpresa el nombramiento, porque supone mucho”.

El presentador asegura que nunca ha tenido que soportar reproche alguno por su defensa a ultranza de La Línea, pero que sí siente cierta desazón cuando escucha las referencias a toda su leyenda negra. “Es como cuando llega un andaluz a la tele y parece que está obligado a esconder el acento, los linenses nunca deberían renunciar a decir de donde son y además deben decirlo con orgullo, porque tienen muchos motivos para estarlo”.

Invitado a pasear por sus recuerdos de La Línea, Christian Gálvez hace especial hincapié a sus paseos, de niño, “entre la calle San Pablo y la calle Real”.

“Cuando era pequeño siempre me llevaban a tomar algo a la cafetería Okay y eso de que mis padres me pasearan de una playa a otra y me explicaban sus diferencias, me encantaba”, detalla. “Recorrer el paseo marítimo por toda la zona de La Atunara...”

Bueno y la Feria, los coches de choque… lo que recuerda al final un chavalín, las meriendas, los dulces, la fiesta…”, insiste.

El inminente Hijo Adoptivo, que admite que tiene pendiente conocer el Domingo Rociero en su realidad actual, estuvo en La Línea “hace relativamente poco” y advierte de que lejos de la ciudad no existe, incluso para aquellos que como él tienen vinculaciones con la misma, una conciencia de las consecuencias que la inminente llegada del Brexit puede tener para La Línea.

“Se habla mucho más de todo lo que significa el narcotráfico, pero no resulta muy difícil, conociendo la realidad como yo la conozco, imaginar que puede tener una influencia muy negativa sobre muchos trabajadores, aunque ya digo que no llega esa preocupación”, desliza.

"El cariño por los colores de la Balona es una herencia, una cuestión de genética"

El homenajeado hace espacio aparte cuando se trata de referirse a la Balona. “Estamos hablando de una institución que está viva desde 1912. En La Línea es algo que va de generación en generación. Mi bisabuelo, mi abuelo, mi madre… todos ellos me transmitieron el sentimiento por esos colores y aunque yo no soy demasiado futbolero, existe un cariño especial digamos que por genética”.

“Es verdad que no le presto demasiada atención al fútbol, pero si llega el momento de que la Balona se juega algo grande y me lo permiten mis compromisos, no es que quiera ir, es que me comprometo a comportarme como el mayor de los hinchas”, dice. “Al final los colores tiran, porque se heredan”.

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