La Guardia Civil en La Línea de la Concepción (XIX)
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Esta entrega está dedicada a las historias acaecidas durante la Guerra Civil (1936-1939)
Los hechos acaecidos en La Línea de la Concepción durante el trágico periodo 1936-1939 siguen constituyendo una asignatura pendiente para la historiografía de la Guerra Civil, que 80 años después de su finalización, sigue huérfana de su propia monografía.
Bien es cierto que ninguna otra localidad del Campo de Gibraltar entraña tanta complejidad para una exhaustiva y rigurosa investigación. Pues a los factores comunes de conspiración, sublevación, represión, etc, se une uno tan complicado de profundizar como fueron las muy variadas connotaciones derivadas de su vecindad con la colonia británica de Gibraltar.
Una de ellas, la más visible, fue que se convirtió en refugio de quienes huían de posibles represalias. En las primeras horas los protagonistas fueron algunos de los partidarios de la sublevación y sus familias, al objeto de protegerlas ante un eventual fracaso del alzamiento militar. Y a partir de los días siguientes fue una masa ingente, no sólo de La Línea, sino de toda la comarca e incluso de otros puntos de la provincia, temerosos de la represión de los sublevados.
La mayoría de los que cruzaron la Verja no fue para asentarse en la colonia britanica, que desbordada tuvo que organizar campamentos de refugiados, sino para desde su puerto seguir huyendo hasta alcanzar vía marítima la zona peninsular republicana o el protectorado francés en Marruecos, siendo Málaga y Tánger los principales destinos.
Fueron personas de muy diversa condición y procedencia cuyas historias bien merecen ser algún día rescatadas del silencio y el olvido, entre las que por cierto hubo también guardias civiles y carabineros del Campo de Gibraltar.
Las vicisitudes de los componentes de la Benemérita vinculados con La Línea, de uno y otro bando, durante los tres años de la contienda fueron muy variadas, siendo imposible por razones de espacio relatarlas en este artículo. No obstante, sí se pueden dar algunas pinceladas de dos de ellos.
Tras la muerte del teniente Valeriano Silva Franco, acaecida el 25 de agosto de 1936, el teniente coronel Vicente González García, jefe de la Comandancia de Cádiz, nombró el 1º de septiembre siguiente para sustituirle, al teniente Odón Ojanguren Alonso. Éste era desde abril de 1935 el jefe de la línea de San Roque, de la cual dependían los puestos de la residencia, Algeciras y Almoraima.
Ojanguren, que con el paso del tiempo llegaría a alcanzar el empleo de general de brigada, tenía entonces 28 años de edad. Era natural de la localidad asturiana de Trubia y estaba casado con María Miguelina Soulié Faget, natural y vecina de La Línea de la Concepción. Tenían entonces sólo una niña de casi dos años de edad llamada María del Carmen, estando embarazada su esposa del segundo de los seis hijos que tuvieron.
Conoció a su esposa siendo teniente del Regimiento de Infantería núm. 15, de guarnición en Algeciras, donde se había incorporado en septiembre de 1931. Casi cinco años después dicha unidad se denominaría Pavía núm. 7 y lideraría la sublevación militar en el Campo de Gibraltar.
Destinado en él desempeñó, entre los meses de noviembre de 1931 y junio del año siguiente, los cometidos de comandante militar de La Línea, juez eventual de causas, oficial de transportes y jefe de la comisión de custodia del cuartel de Ballesteros.
En marzo de 1934 ingresó en la Guardia Civil siendo destinado al mando de la línea de Fraga, de la Comandancia de Huesca, si bien realizó las prácticas de oficial en la 2ª Compañía de Algeciras, de la Comandancia de Cádiz, entre los meses de abril y julio siguientes. A finales de marzo de 1935 fue destinado a esta Unidad, adjudicándosele el mando de la línea de San Roque.
Incorporado como titular a La Línea de la Concepción tuvo a su cargo los puestos de la residencia, Atunara y Campamento, siéndole agregada la línea de San Roque. El 19 de octubre siguiente su antigua unidad pasó a depender, ante la falta de oficiales, de la línea de Tarifa, haciéndose por otra parte cargo también, accidentalmente, de la de Jimena de la Frontera, la cual tenía encuadrados los puestos de la residencia, Buceite y Tesorillo.
Entre los servicios en que se distinguió durante ese periodo destaca uno muy curioso y vinculado a la vecindad de la colonia británica, escenario de intereses muy contrarios y nunca nada claros.
El 23 de julio de 1938 el teniente general Emilio Fernández Pérez, inspector general de la Guardia Civil, con sede en Valladolid, trasladaba al jefe de la Comandancia de Cádiz, una felicitación del jefe del Servicio Nacional de Seguridad, teniente coronel de Estado Mayor José Medina Santamaría.
Resultaba que se había recibido copia de “información-atestado”, instruido por la Guardia Civil con motivo de una compra-venta clandestina que se intentaba realizar de libras esterlinas. A consecuencia de ello fueron detenidos y puestos a disposición de la autoridad militar competente, “como incursos en el delito de auxilio a la rebelión, el súbdito británico Horacce Posso y Enrique Lamas Ortega, español”.
Dicho servicio había sido dirigido por el capitán Eduardo Comas Añino, jefe de la 2ª Compañía de la Guardia Civil de Algeciras desde noviembre de 1937, y el referido teniente Ojanguren, “quienes merecen una amplia felicitación por haber cumplimentado con todo celo y actividad las órdenes que sobre el particular recibieron, llevando el servicio a feliz término e impidiendo con ello que se realizara la evasión de capitales de referencia”.
La otra cara de la historia está protagonizada por uno de los guardias civiles que cruzaron la Verja para pasarse a la zona republicana. Se trata del guardia 2º Fernando Núñez Villatoro, destinado en en el puesto de Jimena de la Fontera desde 1926. Era natural de La Línea, tenía 38 años de edad y estaba casado con Lucía Delgado Gavilán, natural y vecina de La Línea.
El 18 de julio de 1936 se encontraba de vacaciones en su localidad natal y al tener conocimiento de la sublevación militar en vez de presentarse en la casa-cuartel de la calle Jardines, tal y como hicieron otros, para ponerse a las órdenes del comandante de puesto, cruzó la Verja, vestido de paisano y con su pistola reglamentaria, internándose en la colonia británica.
Era masón, pertenecía a la Logia Fenix de Jimena y sabía que sería represaliado si se quedaba. Fue uno de los muchos centenares de linenses que huyeron aquellos primeros días a Gibraltar para desde allí pasar cuando fuera posible a la zona republicana. El 25 de agosto siguiente, tras no pocas peripecias, pudo llegar vía marítima al puerto de Málaga donde se presentó en la Comandancia de la Guardia Civil, siendo agregado como excedente de plantilla a la 2ª Compañía.
Reconvertida en Guardia Nacional Republicana continuó allí hasta la ocupación por los sublevados de la capital malagueña el 8 de febrero de 1937, siguiendo sus vicisitudes por diversas provincias, formando parte en la sección uniformada del nuevo Cuerpo de Seguridad que se creó, alcanzando el empleo de sargento. En marzo de 1939 marchó a Francia siendo internado en el campo de refugiados de Montalieu. Sus peripecias siguieron …
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