La fábrica de corchos

Historia de La Línea

1870-2020. Miguel del Manzano recorre en una serie de entregas los principales hitos del proceso por el que se creó La Línea

Imagen de época de la fábrica de corchos de La Línea.
Imagen de época de la fábrica de corchos de La Línea.
Miguel Del Manzano Pratts

25 de enero 2020 - 04:00

La Línea/Este gran establecimiento fabril de La Línea, el primero, sin duda, de toda España, se inaugura en el año 1888. El terreno en que estaba enclavado (Espigón de San Felipe) formaba un triángulo y ocupaba una superficie de 23.504 metros cuadrados. Sus lindes eran: al Sur con la playa de poniente, en una extensión de 310 metros; al Norte con la calle Sol, en 345 metros, y al Este y al Oeste con viviendas y terrenos pertenecientes a los señores Larios y otros propietarios.

Los edificios destinados a la fabricación y demás menesteres del establecimiento ocupaban una superficie de 8.753 metros cuadrados. Todos estos edificios, construidos expresamente para tal fin, eran de una gran solidez y formaban varios grupos.

La parte destinada a la fabricación, situada al Este, se componía de un salón estilo Shed (recibiendo la luz por el techo), que medía 1.517 metros cuadrados; un edificio de planta baja y alta, ocupado el bajo por el almacén y el alto por máquinas, con una superficie de 1.105 metros cuadrados; otro de planta alta y baja, ocupado también por maquinaria, con 900 metros cuadrados.

Adosados a uno de estos había varios edificios destinados para las calderas de vapor y cocido del corcho, máquinas a vapor, dinamos, ventiladores, bombas, molinos de serrín, taller de mecánica, con todos sus accesorios de fragua, fundición, carpintería, pintura, albañilería... Por la parte norte, y adosado a la muralla de la calle Sol había un taller y almacenes de 190 metros de longitud y 1.045 metros cuadrados de superficie. Por la parte Sur existían almacenes de una extensión de 128 metros y una superficie de 1.100 metros cuadrados.

El centro era casi todo patio, aunque existían varios edificios, uno de 1.832 metros cuadrados de planta baja, otro de planta baja y alta con 800 metros cuadrados, la casa del administrador, de planta baja y alta con jardín y los almacenes de repuesto, que ocupaban 393 metros cuadrados. Separado por un muro del resto había dos patios: al Oeste uno, ocupado por varias viviendas de empleados y por las cuadras, y el otro destinado para depósito de corcho.

El trabajo dentro de la fábrica se dividía en tres grupos: fabricación de tapones, enfardado de corcho en plancha y fabricación de serrín.

La primera ocupaba la mayor parte de los edificios del ala este. Se fabricaba al año cien millones de tapones y se ocupaba en esta faena unas 500 personas. Los residuos de fabricación de serrín se embalaban en fardos prensados hidráulicamente y se exportaban al extranjero para la fabricación de linoleum (revestimiento impermeable para pavimentos, hecho con tejido de yute impregnado de aceite de linaza y harina de corcho), por no existir en España este importante producto de fabricación. Trabajaban en esta tarea unos 20 hombres.

El patio central de la fábrica de corchos.
El patio central de la fábrica de corchos.

La fabricación de fardos de corcho en plancha para la exportación ocupaba a unas 100 personas. El corcho se clasificaba según su grueso y calidad.

Fuera de la fábrica, en la operación de descorche de los montes de Cortes, Gaucín y Algatocín, contratados por la Industria Corchera de los señores Larios, se empleaba unos 1.000 trabajadores, se trataban mil quintales de corcho anuales y se exportaba por Gibraltar y Puente Mayorga a otros países.

Las oficinas y portería estaban a ambos lados de la entrada principal, en el frente de la playa. Los almacenes de repuesto contenían todo lo necesario para la marcha y funcionamiento de la fábrica y para las operaciones de descorche en los montes antes mencionados. Las cuadras eran para unas diez caballerías y seis carros, destinados única y exclusivamente para el servicio de dicha fábrica.

El alumbrado era eléctrico, producido por tres dinamos, alimentando 300 luces de 16 bujías.

También contaba con un inmejorable servicio de incendios, que consistía en una bomba a vapor cuádruple; el efecto que da en caso necesario era de 200 litros de agua por minuto, mangueras, una bomba portátil extrayendo 300 litros por minuto, cubos y todos los accesorios correspondientes.

Como prueba del interés que a los señores Larios les inspiraba el mejoramiento de la clase obrera, tenían instalada dentro de la fábrica, desde el año 1891, una escuela de primera enseñanza, donde podían recibir instrucción gratuita los hijos de los operarios.

El profesor, libros, útiles de escribir, en fin, todo lo necesario para la mejor enseñanza de los alumnos era costeado por dichos señores. Recibían educación alrededor de 150 alumnos. El profesor era José Moreno Triviño.

Entre los operarios organizaron una sociedad de socorros mutuos, llamada “La Industria”, a la cual pertenecían la mayor parte. Los socios, por una modesta cuota semanal, tenían derecho, cuando se encontraban enfermos, a asistencia médica, que generosamente costeaban los Larios, y a medicinas, así como a un jornal diario, éstos por cuenta de los fondos de la Sociedad. El médico de dicha sociedad era Joaquín Luna.

En 1889 sufrió la fábrica un voraz incendio que destruyó casi todos los edificios. Después del siniestro fueron construyéndose unos nuevos en proporción al aumento del trabajo. En febrero de 1894 devastó las instalaciones otro incendio de mayores proporciones que el anterior, en el que hubo ocho muertos y seis heridos graves, así como incalculables pérdidas materiales. Cuatro meses más tarde, el 13 de junio, se produce otro gran fuego que pudo dominarse a tiempo.

El solar de la fábrica de corchos de La Línea, antes de ser demolida.
El solar de la fábrica de corchos de La Línea, antes de ser demolida.

No se saben a ciencia cierta las causas de la desaparición de tan importante industria, pero los frecuentes incendios pudieron ocasionar su cierre definitivo.

Estaba considerada como la primera y única de España en su clase, y llamada, por la constancia y laboriosidad de sus propietarios, a constituir una de las principales fuentes de trabajo, no sólo para este pueblo, sino que también de toda la región, por las múltiples operaciones que dicha industria desarrollaba para su funcionamiento.

La Línea puede honrarse con haber poseído esta importante industria y reconocer vivamente a los Larios por la labor desarrollada en esta población.

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