"Los científicos tenemos que dedicar gran parte de nuestro tiempo a resolver los problemas de la sociedad"
Entrevista a José Carlos García | Catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla
El catedrático linense destaca dos temas prioritarios en el Estrecho: la amenaza del alga invasora y las amenazas al delfín común, en peligro crítico de extinción en Andalucía
Advierte que el problema de los plásticos en el mar "se nos ha ido completamente de las manos"
Hacer un perfil breve de José Carlos García Gómez no es tarea fácil. Científico, profesor, director de tesis, instructor de buceo y experto en fotografía científica submarina, gestor y divulgador entusiasta, entre otras facetas, se suman al título oficial de catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla, una referencia en su campo. Hoy está en el laboratorio y mañana tomando muestras de alga asiática en algún punto del Estrecho. La labor investigadora del catedrático linense ha sido reconocida recientemente con el premio Fama de esta Universidad, el último de una larga lista en la que se incluyen galardones de primer nivel como el Premio Nacional de Medio Ambiente y el Gran Premio Internacional de Medio Ambiente de la CMAS (Unesco). Aunque este tiene un carácter especial: se lo ha dado su propia casa. Por eso “me hace especial ilusión”.
Acaban de presentar los resultados del tercer año de estudio del alga invasora y parece que se han detectado algunos indicios de regresión. ¿Hay esperanza?
En algunos puntos concretos el alga parece estar en regresión, pero en otros muy vigorosa. Diría que debemos esperar al próximo año, en primavera-verano tendremos los primeros datos de la evolución del alga en nuestra zona. Si realmente empieza a estar peor será como consecuencia de que la especie se puede adaptar muy bien en el inicio de la invasión, porque las condiciones ambientales son favorables, pero al final el Estrecho no es el mar de Japón y si no consigue en su fase reproductiva nuevos comportamientos adaptativos empezará a entrar en regresión. La especie se va a quedar en la zona, pero espero que no como ahora. No he visto una cosa igual en mi vida, la potencialidad adaptativa y para expulsar a la biota nativa de la Rugulopteryx okamurae es algo insólito.
¿El daño causado es irreversible?
Se ha perdido mucha densidad de algunas especies, pero casi siempre cuando buceas encuentras algún reducto de ellas, resistiendo. Una de las estrategias naturales para frenar una especie invasora es que las especies nativas aprenden con el tiempo a contraatacar y eso se está observando en este caso. Algunas especies bentónicas (vinculadas al fondo marino) retrocedieron al principio pero ahora han aprendido a competir con el alga invasora, la usan incluso como soporte. Por ejemplo, es el caso de la Asparagopsis armata, un alga roja, que es también invasora y lleva instalada en Mediterráneo Occidental desde 1925, proviene de Nueva Zelanda.
¿Se ha confirmado que llegó en aguas de lastre?
Eso no se sabe con la información de que se dispone. Vamos a intentar contribuir a disipar esta incógnita. El agua de lastre que viene del mar de Japón ha podido permanecer muchos días en ausencia total de luz. La pregunta es: ¿el alga puede sobrevivir tanto tiempo sin la luz de forma que explosione geográficamente después en una zona no nativa de forma tan brutal? Queremos ver la tolerancia, en ausencia de luz, al menos en su fase adulta. Si esta no soporta la oscuridad total durante el tiempo que dura la navegación de grandes buques desde sus lugares nativos hasta España, al menos podremos argumentar que en su fase adulta la especie no puede constituir una amenaza de dispersión en las aguas de lastre. Hay que recordar que la especie ya se descubrió en 2002 en el Mediterráneo occidental en Francia, en la Laguna de Thau (cerca de Marsella), introducida con la ostra japonesa, de interés en acuicultura. Por ello, también se puede acuñar la hipótesis de que la nueva invasora pudiera acabar en el Estrecho desde la mencionada laguna, por otro vector de dispersión que desconocemos.
¿Son suficientes las medidas que se están abordando para prevenir la contaminación ambiental a través de esas aguas transportadas por los buques?
Se está trabajando bastante. Pero en mi opinión con las aguas de lastre hay que ser muy finalistas, no solo hacer controles con muestras de agua. Los barcos transportan también muchas especies con potencial invasor en el casco. Y habría que buscar un acuerdo internacional eficiente no para hacer controles en la zona de salida del barco, sino para trabajar en la esterilización del agua de lastre. Hay muchas técnicas para ello, ozonificación, luz ultravioleta C, pero queda por afinar en la metodología, el abaratamiento de costes, en la legislación y en la coordinación de las navieras a nivel mundial para trabajar todos en la misma dirección.
¿Cómo valora la situación ambiental actual del Estrecho de Gibraltar y la Bahía de Algeciras?
La Bahía de Algeciras es una zona con elevada presión antrópica y la zona de paso del Estrecho es una de las de mayor tránsito marítimo del mundo, todo eso supone una cierta amenaza de accidente y catástrofe ecológica en un escenario muy reducido. A eso hay que sumarle que es un hotspot de la biodiversidad marítima a escala mundial. Es un escenario frágil, sensible, pese a sus corrientes. Ahora mismo desde el punto de vista ambiental me centraría en trabajar en dos temas prioritarios: el alga invasora y la amenaza que padece el delfín común, en peligro crítico de extinción en Andalucía.
¿De dónde viene esa amenaza?
No proviene de las posibilidades de colisión con los grandes buques, sino de las embarcaciones menores, rápidas y motos de agua, que causan golpes, desgarros y mutilaciones. Y de la pesca deportiva del atún rojo en verano, con la técnica del señuelo o el popping. Para pescarlo se sigue a las manadas de delfines, porque ambas especies compiten por similar recurso trófico; cuando ven que están en fase de alimentación se acercan a ellos y echan los anzuelos por delante, porque saben que los atunes pueden desplazarse por debajo. Cuando el atún pica el señuelo y se desplaza, la tanza tensada actúa como una cuchilla, pudiendo provocar lesiones graves e incluso matar a los más delfines pequeños. Hay que tener en cuenta que la Bahía es una zona de apareamiento y de cría de la citada especie protegida.
Hace ya dos meses que se inició la erupción del volcán de La Palma, ¿qué espera encontrar en cuanto al daño a la biodiversidad?
Las especies marinas viven en rangos de cambio de temperatura muy estrechos, son en general más vulnerables que las especies que viven en el ámbito terrestre. Y la lava entra en el agua a unos 800 grados. En primer lugar va a matar todo lo que está en el agua cerca del frente de lava o bajo ella y que no pueda huir ante su avance (esponjas, corales, macrófitos …). Esa lava que se va solidificando cuando cae en pendiente, ocupando una superficie inclinada de fondo mucho mayor que la que sobresale (horizontal) de la superficie del mar, sepulta a los organismos que no pueden escapar. Puede haber otros impactos, como la acidificación, contaminación por determinados tipos de metales y sustancias químicas. Y por otra parte, en situaciones parecidas, ha habido estudios de la lava que también muestran la aportación al medio de macro y micronutrientes, (fósforo e hierro, por ejemplo) se crean líneas de fertilización marina que atraen a animales planctívoros pequeñitos, estos a otros más grandes.
¿Qué avances ha habido en el estudio de las interacciones de las orcas con los veleros?
Al poco tiempo de darse las interacciones empezó a crearse una alarma social en el mundo de los veleros porque estamos en una zona de riesgo, el Estrecho, para que se den aquellas. Lo primero que hubo que significar era que no se trataba de ataques, sino de interacciones a las que había que buscarles un sentido. Después de ver muchos vídeos y hablar con patrones de barco una de las hipótesis que se barajó era que las orcas estaban utilizando esas interacciones para enseñar a los ejemplares juveniles a cazar el atún rojo. Arremeten contra el timón porque es como la aleta caudal de un atún, se mueve de un lado a otro. Pero otras hipótesis están también abiertas. Las orcas no atacan nunca al hombre en el medio salvaje. Descarto totalmente que hayan adoptado un comportamiento agresivo que tenga por finalidad hacer daño exprofeso a embarcaciones por querer emprenderla con el hombre. El grupo de trabajo nacional creado sobre esta materia trabaja en hacer una propuesta de medidas de mitigación del problema para cuando llegue el equinoccio de primavera y las orcas regresen de nuevo al Estrecho.
Lidera un amplísimo estudio sobre el Estuario del Guadalquivir, en el que llevan trabajando varios años. ¿Cuáles son los últimos resultados?
Desde el primer momento uno de los aspectos que más nos interesaba conocer era el por qué de la turbidez del río. Un escenario turbio en exceso es nocivo para la vida acuática, la acuicultura, para cultivos señeros como el del arroz. Comparamos el Guadiana, con las aguas más claras, cuya cuenca no es apenas adecuada para el cultivo (tierra lítica, más dura) y poco erosionables en general; en cambio, la Vega del Guadalquivir es de las más fértiles de Europa (margas), un terreno de primera calidad, y hay cultivos de arroz y de olivar. En este, los espacios entre árboles suelen no tener cubiertas vegetales, el terreno queda suelto y hay muchas zonas de pendiente. Estamos en una zona de escasa pluviometría y cuando llueve lo hace con mucha intensidad, por lo que los procesos erosivos son extraordinariamente elevados en periodos cortos de tiempo: para la cuenca del Guadalquivir se ha descrito que el 40% de su cuenca sufre procesos de erosión de unas 50 toneladas por hectárea y año, hasta 80 toneladas por hectárea y año de erosión potencial en el caso del olivar. Hay que tener en cuenta que los sólidos en suspensión y arrastres que entran en el Guadalquivir tienen tendencia a quedarse, porque por su caudal, muy bajo de promedio (en torno a 50 metros cúbicos por segundo), no evacua con suficiente celeridad al Golfo de Cádiz. Propuse a la Autoridad Portuaria de Sevilla, impulsora y financiadora de las investigaciones, un grupo multidisciplinar. Y ha sido la Universidad de Huelva la que ha acreditado el origen de los sedimentos y partículas de suspensión: el origen de esa turbidez proviene mayormente de procesos erosivos muy importantes de la zona media alta del Guadalquivir, no del estuario. El estuario es un sumidero de muchos aportes sólidos o químicos no deseables, al menos en demasía.
¿En qué trabajan ahora?
En articular documentación científica de peso que convenza a las autoridades para establecer una línea de trabajo por la que se incentive la agricultura de conservación, con el objetivo de disminuir pérdidas de agua, fertilizantes, plaguicidas y minimizar los procesos erosivos. Se trata de buscar la manera de sembrar plantas que no afecten al cultivo en esos espacios entre árboles, que retengan el suelo, los plaguicidas, los fertilizantes que se irían también al río. Son sustancias químicas contaminantes del agua que se acumulan. Estamos avanzando en el conocimiento del río, pero no somos los de la US los únicos, hay otros científicos trabajando en él, algunos que lo llevan haciendo desde hace años, a destacar, del IFAPA, del IEO, CSIC, UMA, UHU, UCA y UCO. Los científicos tenemos que dedicar gran parte de nuestro tiempo a resolver los problemas que tiene la sociedad, eso es la transferencia. La Universidad de Sevilla nos estimula mucho a que devolvamos a la sociedad lo que esta ha invertido en nosotros.
Una de sus últimas publicaciones es sobre los plásticos como vector de dispersión de especies exóticas en el mar, un daño más provocado por este material. ¿Cuál es la dimensión del problema en la actualidad?
El 87% de la basura marina son desechos plásticos, son el principal problema de contaminación del mar. Por ejemplo, se han detectado en el estómago de más del 60% de las aves marinas. De las 360 millones de toneladas que en 2018 se produjeron en el mundo, alrededor del 10% se han introducido en el sistema marino. Hay 5 grandes giros en el mundo donde se acumulan, mares de plástico, y en el del Pacífico Norte nos encontramos flotando más de 21.000 toneladas. Se nos ha ido completamente de las manos. Los plásticos tienen muchísimas sustancias químicas que como consecuencia de su degradación por fotooxidación van claramente al océano, más de 50 muy tóxicas para la salud. Hace poco se ha descubierto que para colmo también hacen una contribución importante al efecto invernadero, porque la degradación del polietileno emite metano y etileno.
El otro gran problema de los océanos sería el calentamiento global...
Hay una cuestión de base que hay que tener en cuenta para comprender el proceso. En los últimos dos millones y medio de años la Tierra ha sufrido varios periodos de glaciación e interglaciales. Eso quiere decir que de manera natural ha pasado por periodos muy fríos, que han provocado extinciones de numerosas especies, con otros más bonancibles, y la última glaciación, la del Würm, duró unos 80.000 años y finalizó hace unos 12.000 años. Ahora estamos en un periodo interglacial, en un proceso natural de progresiva subida de las temperaturas y del nivel del mar por el deshielo. Pero eso no quiere decir que lo que pasa ahora es totalmente natural. La acumulación de gases de efecto invernadero está contribuyendo, apretando el acelerador. Estamos haciendo que la temperatura suba con más rapidez de la cuenta y los efectos se aprecian, por la frecuencia cada vez mayor de eventos meteorológicos que se están produciendo y, además, cada vez más violentos. Eso está ahí y no sabemos cómo va a terminar, ni siquiera con la ayuda de los modelos predictivos del nivel del mar que normalmente ofrecen escenarios más o menos preocupantes. Por eso, hay que invocar el principio de precaución. Lo bueno es ponerse en lo peor y prever medidas de mitigación y adaptación para el escenario menos favorable. Y esto no es apostar por el alarmismo, sino por la previsión, sin confiarnos.
¿Se notan ya esos efectos en la biodiversidad marina de nuestro entorno?
En las especies exóticas -ya tengan o no potencial invasor- que cada vez se descubren más en zonas no nativas. Se están dando muchas bioinvasiones, sobre todo en el Mediterráneo donde ya se han detectado más de 500 especies invasoras, por el alza de las temperaturas. Se nota también en especies pelágicas de interés comercial, como la sardina, el boquerón, la caballa o el jurel, que registran unos flujos de migración hacia el Atlántico Norte. Ya se habla de subtropicalización del Atlántico Norte; donde se pescaba fundamentalmente el arenque, ahora se pescan también las especies antes mencionadas. En el litoral andaluz hay ya descritas numerosas especies invasoras. Ya solo en el río Guadalquivir, más de la mitad de las especies de peces de su ictiofauna son invasoras o exóticas con potencial invasor. El factor temperatura es absolutamente determinante en los procesos reproductivos, vitales y de área de distribución.
Trabaja en multitud de proyectos, ¿qué le queda por hacer? ¿Cuál sería su gran logro?
A la primera pregunta: demasiado (uno tiene la sensación de que apenas ha hecho nada ante la inmensidad del conocimiento y de lo que queda por descubrir); a la segunda: pienso que crear la escuela de biólogos marinos que dejaré en la Universidad de Sevilla, con una aceptable infraestructura y dos instalaciones de trabajo periféricas, estas aún sin consolidar: la Estación de Biología Marina del Estrecho (Ceuta) y el Área de Investigación Biológica I+D+i del Acuario de Sevilla. Empecé en condiciones paupérrimas, no tenía prácticamente sitio ni medios, y fuimos avanzando, siempre con el apoyo del equipo de investigación, de muchos profesores de la Facultad de Biología, de la propia Universidad de Sevilla, de la familia y de muchos amigos. Sin olvidar a las instituciones y/o empresas que han financiado nuestras investigaciones. Ya hay un buen número de biólogos marinos en el departamento de Zoología, con dimensión internacional de su trabajo y puedo intuir que cuando me jubile habrá continuidad de ese proyecto que empecé un día sin saber hasta dónde se podría llegar. Como me dijeron un día “lo conseguiste ¡en Sevilla, sin mar! porque no sabías que era imposible”.
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