Vacaciones en familia sin vaciar el bolsillo
La Residencia de Tiempo Libre de La Línea recibirá este verano a 3.600 usuarios hasta el 7 de septiembre

La mañana despunta a orillas de los primeros kilómetros de costa del Mediterráneo. Poco a poco, los dos comedores de la Residencia de Tiempo Libre de La Línea, conocida popularmente como Burgo Turístico, se van llenando de gente conforme se acerca la hora del desayuno. Café, tostadas, embutidos y bollería se presentan dispuestos con mimo en los mostradores a la llegada de los huéspedes más madrugadores. Hasta aquí, la imagen es comparable a la de un hotel cualquiera en un día de verano sólo que en éste la noche se paga a razón de 25 euros por persona -12,5 euros en el caso de los niños de hasta 11 años- en plena temporada alta. En pleno agosto.
La Residencia de Tiempo Libre forma parte de la red de alojamientos públicos de la Junta de Andalucía, una de las pocas comunidades autónomas españolas que mantiene este servicio bajo gestión directa. Ubicada en la playa de El Burgo, de ahí el sobrenombre, desde las ventanas de sus tres plantas prácticamente se toca la playa, se divisa el Peñón de Gibraltar -a 7 kilómetros en línea recta- y la edificación defensiva de Torre Nueva.
El complejo turístico opera seis meses al año con dos periodos diferenciados. En temporada alta, del 1 de julio al 7 de septiembre, la residencia acoge a lo largo de nueve semanas (seis noches) a los residentes de verano. Este año serán unas 3.600 personas a razón de 400 por turno vacacional con un día sin clientes entre salida y entrada dado que el personal realiza entonces una limpieza a fondo de las instalaciones.
Hasta hace pocos años la gestión de las plazas recaía en los sindicatos UGT y CCOO, si bien desde 2010 el acceso al centro en temporada estival se realiza mediante un sorteo público al que se puede inscribir cualquier familia con independencia de sus ingresos. "El único requisito para venir aquí en verano es ser mayor de edad y presentar una solicitud en tiempo y forma, a principios de año. En mayo se realiza un sorteo público para adjudicar las plazas de todas las residencias de Andalucía. Una vez ingresada la tasa, la reserva se considera firme", resume Manuel González, director del complejo, mientras recorre el brillante suelo de mármol marrón del vestíbulo, adornado con un mural alegórico a Andalucía. La solicitud debe tramitarse ante la Consejería de Empleo, Empresa y Comercio o en la página web de la red de residencias. Una de las pocas condiciones del servicio es que tras disfrutar de una estancia, debe pasar un año antes de poder solicitar otra.
Previo a la temporada alta, la red regional de alojamientos desarrolla el programa Conoce tu tierra. Una suerte de Imserso andaluz en el que las estancias se adjudican a colectivos sociales para viajes gratuitos de cuatro días, de lunes a jueves, durante 15 semanas. Pero no sólo para mayores, también para personas con discapacidad o para colectivos en riesgo de exclusión social. Este año se ha desarrollado del 28 de marzo al 30 de junio y habrá un último turno del 9 al 12 de septiembre con otros 3.100 usuarios, aproximadamente, en total. Para muchos, su única oportunidad para salir de vacaciones.
A su término, el complejo turístico echará el cierre durante seis meses y su personal, 106 trabajadores, se reubicará en otros servicios de la Junta de Andalucía dado que abarcan empleos polivalentes como celadores, cocina o limpieza.
El inmueble comenzó a construirse en 1972 aunque entró en servicio siete años más tarde bajo la gestión del Instill (Instituto Social de Tiempo Libre), pasando a la Junta de Andalucía en 1983. Se nota en la arquitectura, puesto que recuerda a los paradores de la época. Y en algunos detalles como los letreros de acceso a las zonas comunes, en algunas puertas de paso con pomos redondos o en los pasamanos y las escaleras, con un aire setentero indiscutible.
El comedor ya se ha llenado y los usuarios se acomodan para desayunar mientras trazan planes para el día. José María Díaz y Yaquira Montenegro se alojan acompañados de sus cinco hijos, con edades comprendidas entre los 2 y los 8 años. Ambos destacan la amplitud de las instalaciones y la tranquilidad para dejar jugar a los niños sintiéndose protegidos. "La playa, el descanso", resume la pareja, residente en Sevilla y que en 2012 se alojó en la residencia de Marbella.
El 95% de los usuarios son andaluces y el 5% restante de plazas se destina a personas de otras comunidades autónomas. El perfil es muy heterogéneo: familias completas, parejas de jubilados o una mezcla de ambas que encuentran en este recurso de la administración una forma de irse de vacaciones que, de lo contrario, serían más cortas o, simplemente, no serían. "Si no hubiera este tipo de residencias también nos iríamos de vacaciones, pero menos tiempo. Nunca una semana", apunta la familia numerosa mientras recoge las bandejas.
A dos mesas de distancia Francisco Martín vierte los polvos del café descafeinado en una taza de porcelana blanca con leche humeante. Ya jubilado, disfruta de la semana de estancia junto a María Ángeles González y su hija, Sara Martín, además de tres niños. "Creemos que tiene un precio justo. Porque hay apartamentos que pueden tener un precio similar pero en ellos tienes que limpiar o hacerte el almuerzo. Así que compensa", destaca esta familia residente en el distrito sevillano de Nervión y que también repite en la red pública de alojamientos tras una experiencia previa en Almería. "Es una semana en la que no hay que pensar en nada", agregan.
Gibraltar, visible desde buena parte de las habitaciones, es una de las excursiones típicas. El descanso y la quietud son otros de los valores que apuntan los usuarios. "Y el paisaje. Está todo cerca menos el Peñón, que he tratado de ir andando. Hoy nos iremos a la playa", bromean.
La oferta de ocio no se resume sólo en un chapuzón en la costa. Los 68.000 metros cuadrados de finca acogen dos piscinas de buen tamaño y sendas pistas de tenis y un campo de fútbol. Una cafetería con terraza, tres salas de televisión y dos de juegos -con máquinas de arcade de aquellas que aceptaban 25 pesetas, futbolines y mesa de ping-pong- así como un auditorio, zona de columpios y una pista de petanca, entre otras dependencias, completan la infraestructura que en origen sumaba 176 habitaciones y una capacidad total de 600 personas.
Hoy sólo se utilizan 150 habitaciones, las que están perfectamente equipadas, dado que parte de las estancias han quedado inutilizadas por averías o falta de elementos de confort y de presupuesto para afrontar una reforma en profundidad. "Damos un servicio muy digno con lo que tenemos y a un precio público que no se toca desde 2011. La Junta de Andalucía elaboró un proyecto para rehabilitar al completo varias residencias, entre ellas ésta, por 12 millones de euros que se quedó aparcado por la crisis", destaca el director, que afronta sus últimas semanas de trabajo de cara a los huéspedes dado que se jubilará a principios de 2017. "Entré en Tiempo Libre en 1983 y me voy bastante satisfecho por el trabajo bien hecho, aunque con la espinita de no ver la reforma integral del centro", resalta González.
La crisis también ha provocado pequeños recortes en las prestaciones y con el objetivo de no subir el precio. Por ejemplo, las estancias son a media pensión -desayuno y almuerzo- aunque a pocos huéspedes les parece un inconveniente, puesto que les permite tapear sin remordimientos en el centro de La Línea.
Tras el desayuno, los pasillos se convierten en un trasiego de sombrillas y bolsos con toallas rumbo a El Burgo o a la piscina. El viento de Poniente de los últimos días invita a pisar la arena por la mañana y a apurar las últimas horas del día en los jardines o a coronar el almuerzo con una siesta vetada para muchos durante el invierno.
Al terminar la estancia, los usuarios de la campaña de verano reciben una factura informativa -similar a la entregada tras un tratamiento hospitalario- con el fin de evidenciar el coste real a precio de mercado de los servicios consumidos. Una iniciativa de transparencia en la gestión que busca, además, generar conciencia social de un servicio público que, para muchos, supone una democratización de las vacaciones en la playa.
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