Yeyo Argüez expone en Vejer: la realidad viva o inerte de la existencia
Crítica de arte
La obra de artista linense se hace, esta vez, más profunda, más escrutadora, más hacia dentro para descubrir lo de fuera. Todo con esa conciencia plástica que atrapa la mirada
Desde hace varias décadas, el arte del Campo de Gibraltar viene escribiendo una página importante en la historia del arte andaluz. No es esta una afirmación llena de interesada carga hiperbólica –las exageraciones en el arte no son sino producto de pobres argumentaciones–; es una verdad constatable. Desde los años ochenta la zona campogibraltareña está llena de magníficos hacedores que han dado lustre a una creación que ha sido referencia en toda España. Allí estuvo una de las primeras galerías, Carteia; de allí partió, también, una de las primeras galerías andaluzas presentes en ARCO, Magda Bellotti; allí se desarrolló una de las programaciones artísticas más importantes que alguien pudiera soñar, con nada de medios e infinito entusiasmo, la que hizo el recordado Manolo Alés; allí nacieron y vivieron grandes nombres de la última plástica española, Guillermo Pérez Villalta, Antonio Rojas, Chema Cobo, Javier Velasco, Evaristo Bellotti, entre otros; allí siguieron surgiendo artistas de importancia que han dado y siguen dado significación a una realidad creativa admirada y respetada por todos aquellos que tienen un mínimo de conciencia artística. Es el caso de Yeyo Argüez, artista imprescindible de la zona que es nombre propio de capital importancia en el contexto general del arte de la provincia de Cádiz y un creador nato que levantó expectación muy joven, cuando en su zona había muchos artistas de gran significación. El joven, desde el principio, demostró desparpajo y soltura en un ambiente creativo en el que había que aportar mucho para hacerse, simplemente, notar. El pintor linense acusó unas maneras de mucha enjundia y fue valorado justamente por casi todos –en la creación artística siempre existe un casi donde entran aquellos que, por sus carencias, siempre ponen pegas a los demás cuando las suyas son innumerables–, viendo un joven en quien había que confiar.
Yeyo Argüez es artista con indudable personalidad artística que muy pronto la puso de manifiesto. Está en posesión de una técnica determinante que le ha servido para adentrarse por cualquier camino y afrontar cualquier andadura con mucha solvencia. Pero sus múltiples buenas disposiciones no se han quedado en los efectismos posibles de una mano poderosa sino que eran producto, además, de una cabeza muy adecuadamente compuesta y generadora de las mejores ideas. Por eso, a lo largo de su carrera, sus distintas series han estado tan acertadamente concebidas como perfectamente expresadas pictóricamente. Además, ya, Yeyo Argüez es artista profesional al completo, preocupado por todos los segmentos que pueden integrarse en el arte y autor en constante ejercicio; en definitiva, es un artista al que hay que tener siempre presente porque aporta mucho en un paisaje creativo general con muchas lagunas y donde todo no es tan bueno como se cree o como se quiere hacer creer; es un pintor, así mismo, con quien se puede contar para todo cuanto se le solicita; un artista serio y comprometido que actúa en permanente búsqueda y trabajo, abriendo rutas artísticas diferentes por donde caminar bien provisto y con claras posiciones de un arte en abierta expansión.
La galería La Vera Cruz de Vejer, esa histórica capilla que acumula siglos, ahora convertida en solvente espacio expositivo, presenta la nueva serie de Yeyo Argüez; en ella continúa con las contundentes formas pictóricas del que domina los escenarios creativos, el conceptual; esa idea muy positivamente estructurada mentalmente y su consiguiente puesta de manifiesto con un poder plástico sin fisuras y descubridor de un pintor con muchísimos buenos argumentos formales para crear una pintura que no deja resquicios para la duda.
La exposición se nos presenta con el título de ‘Vida y materia’, nombre que es toda una declaración de intenciones toda vez que el artista se introduce en los entresijos germinales de la materia, de la vida, de la naturaleza, buscando en sus profundidades la génesis impulsora de su misteriosa existencia. La realidad de lo que existe, de los elementos, de la vida, de lo que es, de lo que fue y de lo que será, con sus enigmáticas conexiones, sus tantas veces inexplicables fórmulas, cadenas y conexiones sirven de estructuras para una pintura reflexiva, abarcadora de horizontes posibles e imposibles, de misterios, abismos insondables, de márgenes abarcables y de energías mediatas o inmediatas que maximizan o minimizan los postulados de una ciencia que empuja a escrutar nociones y que el artista pinta con esquemas mediatos o inmediatos sobre una realidad que sirve para ser cuestionada.
La obra de Yeyo Argüez se hace, esta vez, más profunda, más escrutadora, más hacia dentro para descubrir lo de fuera. Todo con esa conciencia plástica que atrapa la mirada y nos lleva a indagar sobre márgenes más complejos que lo que el entorno posibilita.
De nuevo, la pintura del artista de La Línea nos convence y nos predispone a encuentros inesperados. No es Yeyo Argüez, ya, aquel jovencito que deslumbraba con sus retratos velados por círculos, ni siquiera el retratista audaz, valiente e impoluto que retrataba, sin ambages ni efectismo, la realidad; es, ahora, un artista total; comprometido con la existencia; preocupado por la materia, por el medio, por los abismos desde donde venimos y por los avatares que suscriben nuevos modos.
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