La Explanada (I)
La Línea en Blanco y Negro
La actual Plaza de la Constitución es considerado el origen del núcleo urbano de La Línea
A lo largo de la historia ha sido epicentro del comercio y la actividad diaria de la ciudad
La Línea/La Plaza de la Constitución, plaza mayor de grandes dimensiones y estratégicamente situada, es en realidad la partida de nacimiento de La Línea. De ella partió el inicio del núcleo urbano de lo que hoy es esta hermosa ciudad.
Este bello lugar de auténtico sabor propio en el transcurso de los años ha conocido varios nombres: Explanada, Plaza de Prim en 1870, Alfonso XIII en 1888, De la República en 1931 y del Generalísimo en 1938, mientras que en la actualidad se denomina como Plaza de la Constitución. Pero es bien seguro que el de Explanada sea el más antiguo de todos y de puro origen militar.
La Explanada ya existía mucho antes de que se construyera entre los años 1863 y 1865 el edificio de los Pabellones de jefes y oficiales de la guarnición de La Línea que después fue Comandancia Militar y en la actualidad Museo del Istmo.
Tal vez cuando aún no existía el menor vestigio de población civil, entre 1731 y 1810, fue el espacio que guardaban los cuerpos de guardia llamados Principal y San Fernando, lugar que hoy ocupa la plaza. Aquí se formaban las fuerzas de relevo de las guarniciones que ocupaban reductos, trincheras y baterías a lo largo de la banqueta y distribuidos por todo el istmo hasta las mismas murallas y la roca de Gibraltar.
Por ser ese continuo ir y venir de las fuerzas, este trozo de arenal se fue endureciendo y aplanando y luego tomó el nombre de Explanada que se ha ido transmitiendo a lo largo de los años hasta la actualidad. Existe otra opinión más argumentada sobre el origen de la Explanada: se debe al espacio aplanado que se formó cuando se construyeron en este lugar los dos primeros edificios de mampostería la capilla militar de Nuestra Señora, desaparecida en el año 1879, y los pabellones de jefes y oficiales que data de 1863.
José de la Vega Rodríguez, oficial mayor letrado del Ayuntamiento y autor del libro Cien Años de Historia de La Línea, en el capítulo de urbanismo escribe lo siguiente respecto al origen de La Explanada: "La mencionada Plaza de Prim por su singular emplazamiento es la primera en ser objeto de este interés urbanístico resolviéndose en 1877, como prestación personal del vecindario el que con objeto de rellenar la plaza hasta donde sea necesario para nivelar el piso, imponer la obligación a todo el que solicita permiso para edificar de aportar una carrada de arena que debe conducir y vaciar en aquella por cada mil reales del presupuesto de la obra. A finales de 1878 se dispone sea empedrado para quitar el lodazal que en ella se forma aportando la piedra el Ayuntamiento y los propietarios de las fincas de dicha plaza el importe de los trabajos. En 1917 se procede a su explanación y adoquinado desapareciendo la escalinata y enverjado de hierro que la circulaba".
"En este tiempo llevaba la denominación de Plaza de Alfonso XIII. Las referidas obras que en esta plaza se efectuaron hacen que aún en la actualidad sea conocida popularmente con el nombre de Explanada. La primitiva aldea de La Línea dependiente de la jurisdicción de San Roque data de los años que siguieron tras la total destrucción por los ingenieros militares ingleses de los fuertes de La Línea de contravalación de la Plaza de Gibraltar en el año 1610. La población fue levantada por gentes venidas de los pueblos vecinos bien a negociar o bien a cultivar viñedos y hortalizas también por aventureros", prosigue.
Como se sabe, todo el terreno que forma el istmo donde se asienta nuestra ciudad. Hasta los mismos pies de Sierra Carbonera pertenecían al Ramo de Guerra, como lo demuestra la Orden del Poder Ejecutivo dictada en 24 de julio de 1862. En ella se prohibía terminantemente edificar y reparar edificios en las poblaciones de La Línea y Campamento. Esta orden no fue suprimida hasta 1870, fecha de la segregación del barrio de La Línea del Municipio de San Roque. Por ello hay que pensar que los primeros edificios de mampostería que se construyeron en este lugar antes de 1670 fueron de propiedad militar. Después vinieron los fuertes de la Línea de contravalación de la Plaza de Gibraltar, entre 1731 y 1810. Ejemplo de ellos fueron el primitivo cuartel de Infantería de Ballesteros, la Capilla de Nuestra Señora ya desaparecida y los Pabellones de Jefes y Oficiales. La Comandancia Militar es, por lo tanto, el edificio más antiguo que existe actualmente en La Línea de la Concepción.
La Capilla militar de Nuestra Señora y el cementerio
En la socorrida Guía de Gibraltar y su Campo editada en 1899 por el periodista linense Lutgardo López Zaragoza se dice: "Algunos años antes de la Revolución de septiembre de 1869 y por acuerdo del entonces párroco de esta población don José Mellado y del alcalde pedáneo de la misma don Lutgardo López Muñoz, se extendió el radio que ocupaba la pequeña ermita de Nuestra Señora (se hallaba situada en uno de los ángulos de la que hoy lleva el nombre de Plaza de Alfonso XIII) y como para llevar a cabo dicho ensanchamiento (se refiere al cementerio que se encontraba en el patio de la capilla), hubo necesidad de edificar sobre el primitivo cementerio que radicaba en el atrio de dicha ermita".
Esta capillita, en la que no cabían más de 100 personas, fue derribada poco después del 8 de diciembre de 1879. Se bendijo el nuevo templo y el actual templo parroquial de la Inmaculada Concepción cuando ya aquella se encontraba en completa ruina.
No se sabe con exactitud el lugar que ocupaba esta ermita en la actual Plaza de la Constitución. Parece ser que se encontraba entre la desembocadura de la calle San José, en el edificio de dos plantas que fuera de Francisco Berenguer, y la desaparecida Posada de Clavero, donde hoy se levanta el edificio Amelia. Para comunicar la calle San José con la plaza, en enero de 1909 siendo alcalde don Bartolomé Lima Ortiz, se propone y es acordado por el Ayuntamiento la expropiación de la casa conocida de La Barbera para derruirla y abrir la calle San José a la Plaza de Alfonso XIII.
La popular Explanada debió su mayor importancia comercial, social y administrativa a la presencia de la Aduana Nacional; paso obligado de los trabajadores que diariamente iban a trabajar a la vecina Gibraltar así como ciudadanos de ambas poblaciones que también cruzaban el puesto fronterizo en calidad de visitas turísticas o familiares. En la Explanada se establecieron cafés, posadas, fondas y otros comercios. Esta plaza mayor sirvió durante muchos años para la instalación de las Veladas y Festejos de nuestra ciudad.
Al amanecer, y poco antes de que la Aduana abriera sus puertas a los trabajadores, la Plaza de Alfonso XIII cobraba vida y las actividades comerciales comenzaban con gran intensidad. Los cafés abrían sus puertas y los puestos de churros con sus fogones al rojo vivo y sartenes de aceite hirviendo saturaban el ambiente con su oloroso humo de masa frita que, remojada con los mojinos de aguardiente y de coñac, café con leche o chocolate, constituían el preferido desayuno de los madrugadores. Al mismo tiempo, los vendedores ambulantes de bollos de pan, bocadillos, dulces, frutas y otros artículos comestibles hacían sus variopintas pregonás no dejando dormir a los vecinos.
Entre los cafés que existieron en el pasado en la Plaza de Alfonso XIII se encuentran el España, el Sevilla, Alcoba y Correa. Estos fueron los últimos en desaparecer, pero también existieron La Jaula, El Madrid, Siete Puertas, El Perro Gris y Bar Diego.
En los datos aportados por Francisco Tornay y comenzando por los de la acera del edificio de Carrera, se encontraba el Bar España, un viejo café del año 1895 que se llamó Café del Recreo -fundado por Andrés Galti Luque- que luego pasó a manos de los hermanos Freddi en 1900, quienes le cambiaron su nombre por el de España.
El Sevilla fue en sus primeros años propiedad del gibraltareño George Sava, que luego lo vendió al sargento García. Fue también de Miguel Artete y desde 1946 de Francisco Sánchez López.
Junto al Bar Sevilla, donde estaba el edificio de una sola planta de los herederos de Cristóbal Infante, desde 1920 existía el popular Bar Alcoba; establecimiento conocido con el nombre de su último dueño, Juan Alcoba Ortega. Este local lo compró por el año 1919 el conocido agente comercial Francisco Toledo por la módica cantidad de 8.000 pesetas a Rafael Valencia con la intención de establecer en el mismo una Administración de Loterías, pero al no lograr su proyecto se lo vendió a don Juan Alcoba.
El Bar Siete Puertas fue en primer lugar de Monterroso, luego de Casasola y posteriormente lo compraron los hermanos Marcos y Pepe Rosado Alonso. En 1970 se cerró. En esta misma acera también existió el Café Madrid, situado en el edificio que fuera la famosa Peña Recreativa y se comunicaba con la plaza de Christou (hoy de Cruz Herrera). También tuvo otros usos: anteriormente fue un almacén de harinas y cereales de los hermanos Freddi por los años 1914 y como restaurante en 1893.
Existieron otros establecimientos en esta misma acera. El edificio Centenario construido por Francisco Carrera, que además de haber sido casa solariega de esta antiquísima familia linense, algunos de sus apartamentos sirvieron para oficinas y comercios y viviendas de alquiler. En su planta alta se estableció la fonda La Española de Juan Oliva García, que también tuvo otra fonda llamada El Globo.
En 1915 existía en la esquina con la calle Clavel, en el edificio donde se encontraba el Banco Central, la empresa Transportes Camargo. En 1899 fue residencia de José de Llinás Umbría, representante de las principales casas extranjeras de música, pianos, armóniums y órganos; residencias y consultas del doctor Amaro en 1936; del doctor Julián Horas Coomonte y la barbería y peluquería de José Ocaña. También fue sede de las oficinas de la CTM.
Continuando hacia la desaparecida calle Aduana, en el edificio de dos plantas cuya esquina ocupaba la barbería de Aurelio Rodríguez Rodríguez, antigua peluquería La Higiénica de Mendoza, se encontraba establecida allá por el año 1901 la Escuela Nacional de Niños que dirigía Miguel García Ramírez. En el centro estaba la Agencia de Aduanas de Luis López Ramírez y en la otra esquina, frente a la Jefatura de Servicios Sanitarios, estuvo establecida la Oficina del Fielato.
En la otra acera de la plaza, donde está la actual parada de los autobuses urbanos, tuvieron su emplazamiento importantes posadas y empresas de transporte de viajeros y mercancías: La Liger, en el Parador del Sol; El Águila, Parador de Chacón y de Clavero. En este tramo de la acera norte de La Explanada, existió la fonda de El Globo de Oliva, el Juzgado Municipal y la Inspección de Emigración así como tres cafés: El Perro Gris, el Bar Diego y el de Correa. En la planta baja del edificio donde estuvo la inspección de Emigración se conoció un cafelito de José Guerrero. En 1924 lo adquirió José Delgado poniéndole el nombre de El Perro Gris.
El Bar Correa se estableció en este lugar en el año 1927, siendo su propietario José Correa Sacramento. Con respecto al último de este trío de viejos cafés tenemos el Bar Diego, convertido desde 1969 en la Librería Central por José García Guerrero.
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