La fábrica de corchos
La Línea en blanco y negro
Este establecimiento fabril, gestionado por la familia Larios, fue fuente de empleo y riqueza en la ciudad
Este gran establecimiento fabril, el primero sin disputa en toda España, se inauguró en el año 1888. El terreno en que se halla enclavado, el espigón de San Felipe, forma un triángulo y ocupa una superficie de 23.504 metros cuadrados.
La parte destinada a la fabricación situada al Este se compone de un salón estilo Shed que mide 1.517 metros cuadrados, un edificio de planta baja y alta ocupado el bajo por almacenes y el alto por máquinas; otro también de planta alta y baja ocupado así mismo con máquinas. Adosado a uno de estos están varios edificios destinados para las calderas de vapor y cocer corcho, máquinas a vapor, dinamos, ventiladores, bombas, molino de serrín, taller de mecánica con todos sus accesorios de fragua, fundición, carpintería, pintura y albañilería.
Fuera de la fábrica existen operaciones de descorche que realizan operarios del mismo establecimiento. Existe un depósito permanente en la Estación de Gaucín donde se reciben los corchos de los Montes del Estado de Cortes, Gaucín y Algatocín, cuyos corchos tienen contratados los propietarios de la Industria Corchera. Además tienen los corchos de la sierra de Castellar, los de la Sociedad I. y A. de Guadiara, los de los montes de Tarifa y los de su propiedad. En estas operaciones se emplean anualmente unos mil trabajadores y en estos últimos años se han tratado unos 150 mil quintales anuales, que se exportan por Gibraltar o Puente Mayorga.
La fábrica está considerada como la primera y única de España en su clase y llamada por la constancia y laboriosidad de sus propietarios a constituir una de las principales fuentes de trabajo no solo de este pueblo sino que también de toda esta región por las múltiples operaciones que dicha industria tiene que desarrollar para su funcionamiento.
Fabricación del corcho
Cochura del corcho en calderas de hierro cerradas y caldeadas a vapor. Esta operación tiene por objeto el conseguir fácilmente raspar el corcho y se hace en el mismo salón donde se deja reposar el corcho (ya cosido y raspado) durante un mes, en un salón húmedo, lo cual favorece mucho a la fabricación. Luego pasa a un departamento donde lo cortan en rebanadas por medio de unas máquinas con cuchillas circulares. De aquí pasan estas rebanadas ya sea a las máquinas de cuadrar, que las seccionan en cuadros que varían de tamaño según el grueso del corcho, o bien a unas máquinas especiales con patente de invención (de la casa), que las transforman en cilindros variables de largo y grueso según el tamaño de aquellas.
Los cuadros pasan a las máquinas de hacer tapones sistema Nowe, y los cilindros de corcho a unas máquinas que los cortan al largo que deben tener. Luego se pulimentan estos tapones en bruto por medio de máquinas especiales que dejan la superficie lisa, tras lo que pasan a otras máquinas que limpian las extremidades o cabezas. Luego se lavan los tapones por máquina y se secan al aire libre un buen tiempo o en una estufa calentada “ad hoc” cuando el tiempo es húmedo o lluvioso. Pasan a continuación a unas máquinas que separan los tapones según los gruesos o calibres.
Tras esta operación se escogen o clasifican a mano según la calidad del tapón y forman seis clases y por último van al departamento donde se embalan para la exportación. Para esto se forman sacas de 16 millares de tapones grandes y hasta de 50 millares de los pequeños como para boticas. Las clases en que se dividen los tapones según largo grueso y calidad ascienden a 252 en los cilindros y a 210 en los cónicos en la fabricación ordinaria, aunque esto puede aumentarse al hacer clases especiales. Se fabrican al año cien millones de tapones y se ocupan en esta faena unos 500 individuos entre hombres, mujeres y zagales.
Los residuos de la fabricación o virutas de corcho se embalan en fardos prensados hidráulicamente y se exportan para las fábricas de linoleun del extranjero, por no existir en España esta fabricación de tanta importancia y tal vez sea la causa el derecho arancelario que paga el aceite de linaza y la falta de fabricación de telas de cañamazo basto. La fabricación de fardos de corcho en plancha para la exportación necesita menos brazos y menos trabajo. Se hacen cinco calibres o gruesos y en cada calibre cuatro clases según la calidad. Las planchas de corcho después de clasificadas se limpian un poco para darles mejor vista, tarea que realizan hombres con cuchillos grandes. Después se enfardan en la prensa hidráulica en fardos que pesan de 50 a 60 kilos sujetando las planchas con flejes de hierro, de los cuales llevan dos a lo largo del fardo y tres cruzados o atravesados. En estas operaciones se ocupan unos 100 individuos entre hombres y zagales.
La fabricación de serrín produce unas 150.000 fanegas al año, el edificio destinado a esta labor se compone de planta baja y alta en la primera están el triturador y piedras y en lo alto los cernidores. En esta operación hay más de 20 hombres empleados parte del año solamente para mover toda la maquinaria.
Los almacenes están destinados unos para las sacas de tapones, otros para fardos de corcho en plancha, otros para fardos de virutas de corcho, serrín, etc. Las oficinas y portería están a ambos lados de la entrada principal en el frente de la playa de Poniente. Los almacenes de repuesto contienen lo necesario para la marcha dentro de la fábrica y también fuera de ella. Las cuadras son para unas 10 caballerías y 6 carros destinados única y exclusivamente para el servicio de dicha fábrica.
El alumbrado es eléctrico, producido por tres dinamos alimentando 300 luces de 16 bujías. También cuenta con un inmejorable servicio de incendios que consiste en una bomba a vapor cuádruple. El efecto que da en caso necesario es de 200 litros de agua por minuto, mangueras y una bomba portátil extrayendo 300 litros cúbicos por minuto.
Como prueba que a los Larios les preocupa el mejoramiento de la clase obrera tienen instalada dentro de la fábrica, desde el año de 1891, una escuela de primera enseñanza donde pueden recibir instrucción gratuita los hijos de los operarios. El profesor, libros, útiles de escribir, en fin, todo lo necesario para la mejor enseñanza de los alumnos es espléndidamente costeado por dichos señores. Asisten a clase más de 150 alumnos.
Entre los operarios han organizado una Sociedad de socorros mutuos que intitulan La Industrial, a la cual pertenecen la mayor parte de los socios por una modesta cuota semanal gracias a la cuál tienen derecho cuando se encuentran enfermos a asistencia médica que generosamente costean los Sres. Larios y a medicinas y un jornal diario éstos por cuenta de los fondos de la Sociedad.
En 1889 sufrió la fábrica un voraz incendio que destruyó casi todos los edificios. Después del siniestro fueron construyéndose unos nuevos en proporción al aumento del trabajo. En febrero de 1894 devastó las instalaciones otro incendio de mayores proporciones que el anterior en el que hubo ocho muertos y seis heridos graves, así como incalculables pérdidas materiales, cuatro meses más tarde el 13 de junio se produce otro gran fuego que pudo dominarse a tiempo.
El declive y la desaparición
La incertidumbre que envuelve la puesta en funcionamiento de la fábrica surge también al tratar de concretar el final de su actividad. Tornay menciona que la fecha del cierre fue en 1908; Vega Rodríguez dice que fue “poco tiempo después”. La información disponible avala esta ambigua segunda hipótesis, el Acta Capitular del 3 de diciembre de 1908 da cuenta de la conversación que había sostenido el alcalde y otros concejales con el administrador de la fábrica de los señores Larios, quien les manifestó la grave crisis por la que atravesaba la empresa, con grandes gastos y cortos ingresos, y que si no se había cerrado era por la gran importancia que tenía para el pueblo.
Pero como el altruismo no computa en los balances, a cambio se solicitaba del consistorio una rebaja del arbitrio recién implantado sobre carros y caballerías cargados. La corporación asumió el problema, consciente de las dificultades por las que atravesaba el establecimiento que le habían llevado tiempo atrás a suspender la producción de tapones, limitándose en ese momento a la preparación de corcho en planchas. Por ello acordó exonerarla del mencionado arbitrio. De aquí se deduce que seguía funcionando a finales de 1908.
Esta conclusión es confirmada por la memoria sobre la industria gaditana mencionada anteriormente. El Acta Capitular de 5 de abril de 1911 informa de la gestión realizada por un concejal con los señores Larios para conseguir de éstos una rebaja en la renta que debía pagarles el municipio por el alquiler de un edificio de la fábrica, donde iba a alojarse un batallón del ejército. Ello es compatible con que el resto de las instalaciones siguieran dedicándose a fines productivos pero es un indicador claro de que los propietarios habían tirado la toalla.
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