Borja Jiménez corta cinco orejas y atropella la razón con excelentes Victorinos en La Línea

Reaparición tras la cornada de San Fermín

El cornalón recibido en San Fermín doce días antes impide que el diestro sevillano reaparezca en plenas facultades físicas y obliga a sus varilargueros a picar en exceso la corrida

Borja Jiménez: "Llevaré a La Línea a un fisio para que me haga un vendaje de compresión antes de la corrida"

Indiba, K-Laser, Game Ready y otras sofisticadas técnicas de fisioterapia para lograr que Borja Jiménez toree en La Línea

El maestro Francisco Ruiz Miguel saca a hombros a Borja Jiménez de la plaza del Arenal tras su encerrona con Victorinos.
El maestro Francisco Ruiz Miguel saca a hombros a Borja Jiménez de la plaza del Arenal tras su encerrona con Victorinos. / Andrés Carrasco

La Línea/Tuvo Borja Jiménez que sentarse en el estribo encalado de la plaza del Arenal, que es un gesto torerísimo, más por agotamiento que por tradición. El cuarto toro de Victorino Martín, que llevaba encima una estocada hasta los gavilanes, ancló las patas al albero y se tragó la muerte despacio y sin abrir la boca. Al ver que no caía ni a tiros, el diestro sevillano se levantó y caminó ante el animal, que era una pintura, a ver si así aceleraba el inevitable final, pero Escrupulillo empleó su último aliento en perseguirle al paso. El de Victorino ganó, con toda justicia, la vuelta al ruedo en el arrastre y a Jiménez le dieron las dos orejas.

Hasta ese momento, la encerrona parecía el monólogo de Molly Bloom en el Ulises de James Joyce, "cuando le dieron la oreja a aquel matador Gómez" de un toro fiero una tarde que visitó La Línea de la Concepción. Eso mismo, una única oreja, había cortado Borja Jiménez en el primer ecuador de la corrida. Y no fue porque los tres primeros de Victorino no le brindaron posibilidades, sino porque la carne se quiebra, incluso la de los toreros, y este, Jiménez, venía de recibir un cornalón que le abrió el muslo y le rozó la femoral hacía doce días en la plaza de Pamplona, durante los Sanfermines.

Los toros de Victorino Martín humillaron y fueron nobles en la muleta, además de estar impecablemente presentados.
Los toros de Victorino Martín humillaron y fueron nobles en la muleta, además de estar impecablemente presentados. / Andrés Carrasco

No existe negro más insondable que el que brota de un túnel de toriles al comienzo de cada corrida. Allí dentro, seis toros y doce pitones deciden en la oscuridad el destino de un hombre. Dos golpes consecutivos y secos como el esparto precedieron la salida al ruedo del primer Victorino de la tarde, que apareció con las puntas escobilladas tras la escabechina realizada contra las puertas de chiqueros. Se echó de menos una ovación de recibimiento por parte del público. Pocas corridas habrá presenciado el Arenal más bonitas y serias. 

El debut de Victorino Martín en La Línea ha sido excelente, pero habría brillado todavía más si los varilargueros no hubieran recibido la orden de picar con generosidad. Sobró más de un puyazo y una canallada a caballo. Un toro bravo cuesta demasiados sinsabores y sacrificio al ganadero como para pasaportarlo antes de empezar el espectáculo. 

Abrazo entre Francisco Ruiz Miguel y Borja Jiménez, dos conocedores de la ganadería de Victorino Martín.
Abrazo entre Francisco Ruiz Miguel y Borja Jiménez, dos conocedores de la ganadería de Victorino Martín. / Andrés Carrasco

La cornada en la capital Navarra justifica a Jiménez parcialmente. Si un torero no se encuentra en plenas facultades físicas para realizar el paseíllo, que no lo haga. En contraste con la negrura de los chiqueros, el diestro nacido en Espartinas salió al ruedo con el perfil de nieve, con una palidez que solo se ve en las pinturas de Murillo. Un vendaje de compresión tampoco pudo evitar una leve cojera -cada vez menos leve- que denotaba el dolor y el esfuerzo. Por otro lado, si el mundo taurino fuera otro, que no lo será, Borja Jiménez tendría ahora varias corridas esperándole en el horizonte cercano y un puñado de fechas para reaparecer cuando su herida cicatrice. Pero, ante la injusticia y la escasez de contratos, el sevillano se ha agarrado a esta encerrona en La Línea como un naufrago se aferra a una tabla en altamar.

De todo esto ha sido testigo el maestro Francisco Ruiz Miguel, quien recibió un emocionante homenaje al comenzar el festejo. A él le brindó Borja Jiménez el primer toro que, pocos minutos después, estaría sangrando por la piel cárdena hasta la pezuña, al igual que sus hermanos de camada. Así arrancó todo.

Terminó dos horas y media más tarde. Para entonces, con el sexto, Borja Jiménez ya no podía. No pudo. Irónicamente, le brindó a Victorino Martín un toro que no fue capaz de torear y con el que Juan Sierra, su banderillero, se vio obligado a salir para que el de oro cogiera aire y, de paso, el estoque, con el fin urgente de quitarse de encima a Mindango antes de tiempo. Mientras el propio Ruiz Miguel, a sus 75 años, sacaba a hombros a Borja Jiménez, la luna, casi llena, asomaba por el levante sobre los tendidos del Arenal. Los toreros y sus circunstancias.

Embestida 'mexicana' del Victorino.
Embestida 'mexicana' del Victorino. / Andrés Carrasco

Ficha del festejo

Plaza de toros del Arenal. Segundo festejo de la feria. Un tercio de entrada. Toros de Victorino Martín, que se lidiaban por primera vez en este coso, muy bien presentados y de gran juego. Destacaron 1º, 3º, 4º y 5º. El 4º, de nombre Escrupulillo, fue premiado con la vuelta al ruedo. Borja Jiménez, único espada, de lila y oro, ovación, ovación, oreja, dos orejas, dos orejas y silencio. Destacó en banderillas Javier Sánchez Araújo con sus dos pares. Entre el público, muchos taurinos, como los toreros Juan Antonio Ruiz 'Espartaco', Pablo Aguado o Fermín Bohórquez.

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