Las comunicaciones en La Línea en el siglo XIX

150 aniversario de La Línea

1870-2020. Miguel del Manzano recorre en una serie de entregas los principales hitos del proceso por el que se creó La Línea

Un coche de caballos vuelve a La Línea desde el Peñón
Miguel Del Manzano

04 de febrero 2020 - 06:00

La Línea/Desde el principio de su existencia, La Línea dirigía la mirada a Gibraltar para buscar puestos de trabajo. La agricultura y la pesca no eran suficientes para dar empleo a la avalancha de personas que venía al nuevo municipio a encontrar el sustento. Por otro lado, en el Campo de Gibraltar no existían industrias capaces de absorber esta multitud de personas. Asimismo, Gibraltar encontró en La Línea una gran reserva de mano de obra barata. Ambas ciudades se complementaban: una ofrecía trabajadores y la otra los necesitaba. Sin embargo, existía un pequeño inconveniente, la vía de comunicación entre las dos poblaciones era una vereda, sendero o camino de herradura que dificultaba las comunicaciones entre ambas.

Este trayecto discurría desde los barracones instalados cerca de la Explanada hasta los primeros policías ingleses, situados en la llamada Puerta de La Línea. En invierno, con las frecuentes lluvias, se hacía prácticamente intransitable.

El Ayuntamiento había solicitado en varias ocasiones la construcción de una carretera, sin conseguir su propósito. El obstáculo principal eran los intereses militares en la zona. Todos los terrenos estaban hipotecados por la administración castrense y se había prohibido todo tipo de obras en ellos.

El nuevo Ayuntamiento se propuso la realización de una carretera que uniera La Línea con Gibraltar y el levantamiento de la militarización del suelo linense, que condicionaba todas las iniciativas, tanto municipales como laborales y comerciales, que dependían fundamentalmente del Peñón.

El Consistorio solicitó a la Diputación Provincial un presupuesto para la construcción de dicha carretera, ya que la vía actual tenía carácter provisional. En 1874, la Diputación aprueba el presupuesto con la única condición de que se descontara a la cuenta que el Ayuntamiento adeudaba a la Diputación.

Al año siguiente, 1875, se libraron 1.500 escudos, con cargo a los fondos municipales, para la construcción de la mencionada vía de comunicación. Las obras se iniciaron y se terminaron en un corto espacio de tiempo, pero su vida fue efímera, pues al poco tiempo tuvo que ser reparada de nuevo debido a su pésimo estado de conservación. Por otro lado, a finales del siglo XIX, el Ayuntamiento se propone mejorar las carreteras con las vecinas poblaciones del Campo de Gibraltar, cuyo estado de conservación y trayecto dejaba mucho que desear.

En estas fechas, para ir a Algeciras había que vadear los ríos Guadarranque y Palmones. En épocas de lluvias o de temporales era imposible, ni siquiera en las barcas que existían para dicho fin. El Ayuntamiento de San Roque, en 1892, abrió una suscripción para mejorar la carretera de la Estación férrea, y el de La Línea contribuyó a la realización de las obras.

En 1877, el Ayuntamiento solicita la iniciación de una carretera hasta el río Cachón, límite del término municipal. No fue fácil la tarea, pero al final el Ayuntamiento de San Roque aceptó la propuesta. La vía partía desde Campamento hasta la entrada de La Línea. Se nombró una comisión, pero como siempre, se negó la correspondiente autorización y la propuesta fue abandonada. Todos los proyectos eran abortados por el Ramo de la Guerra, que no permitía construcciones ni obras en suelo militar.

Los transportes a tracción animal

En el último tercio del siglo XIX, el transporte en La Línea era casi exclusivamente de tracción animal. El más usual era el carruaje, generalmente de cuatro ruedas con una caja, dentro de la cual había asiento para dos o más personas. Había un carruaje de mayor tamaño, el llamado landó, que tenía cuatro ruedas, capota delantera y trasera replegables y estaba destinado a grandes recorridos.

La diligencia era aún mayor. Un carruaje para el transporte de viajeros, divididos en dos o tres departamentos y tirado por varios caballos. La gran diligencia era la más grande y tenía tres departamentos: la berlina, delante; el interior, en el centro y la zaga en la parte trasera.

La diligencia pequeña sólo poseía dos departamentos y se le denominaba berlina. Otro carruaje más pequeño con dos ruedas, tirado por un solo caballo, se llamaba calesa. Estaba indicado para una o dos personas. Existía el dedicado al transporte de mercancía poco pesada: el carro o batea, que poseía sólo dos ruedas y estaba tirado por un mulo o borriquillo.

En La Línea había varios talleres dedicados a la construcción de estos tipos de carruaje. No obstante, llegó pronto la bicicleta y el triciclo, que fueron desplazando con el tiempo a los carruajes y a las caballerías.

En la calle Reina Cristina (hoy Calle San Pedro) existía un célebre taller llamado El taller de Pepe el Granaíno. Poseía una fragua, para realizar todo el herraje de los carruajes, avivada por fuelles. Los aprendices tenían todo el día que dar a los fuelles y no podían aprender otras cosas.

El ferrocarril

La Era del ferrocarril comienza el 15 de septiembre de 1830 con la inauguración oficial de la línea Liverpool-Manchester, en Gran Bretaña. Rápidamente otras naciones imitan el invento. Los primeros intentos españoles son de un año antes que el inglés, en 1829, a cargo del ingeniero D. José Díaz Imbreschts, que consiguió licencia para construir una línea entre Jerez y El Portal, de algo menos de seis kilómetros de recorrido, sobre el río Guadalete.

Al año siguiente, el impresor español D. Marcelino Calero, establecido en Londres, obtuvo licencia para una línea de Jerez al Puerto de Santa María. Pero ninguno de los dos proyectos llegó a realizarse. Así que la primera línea de ferrocarril que funcionó en España fue entre Barcelona y Mataró, que se llevó a cabo el 28 de octubre de 1848.

En la segunda mitad del siglo XIX, el ferrocarril fue el medio de comunicación más deseado por el público linense. Era un medio económico, que podía servir para el desplazamiento de viajeros y también para el transporte de mercancías por tierra.

La Línea solicitó en numerosas ocasiones la llegada del ferrocarril a su municipio, pero como tantas otras cosas, no vieron la luz y tuvo que conformarse con la Estación de San Roque. Se presentaron tres proyectos: uno era el ferrocarril Algeciras-Gibraltar, que bordeando la bahía, llegaría hasta la Aduana de La Línea; otro proyecto, similar al anterior, uniría la Estación de San Roque con La Línea, y un tercero, que prolongaría el trayecto Málaga-Algeciras, incluyendo en el recorrido a la ciudad de La Línea.

Como bien supone el lector, ninguno llegó a realizarse, pues el Gobierno de turno nunca estuvo por favorecer el desarrollo industrial y comercial de La Línea, ya que según las opiniones de los políticos, también se favorecería, de paso, a la colonia de Gibraltar.

Correos, telégrafo y teléfono

En 1872, el Ayuntamiento solicita una estafeta de Correos, pero no llega la concesión hasta marzo de 1876, creándose una de sexta clase. Poco tiempo después, se establece una correspondencia entre La Línea y San Roque, a caballo o en carruaje, con una retribución de 1.000 pesetas. La comunicación con Algeciras no llega hasta 1901. El 1 de marzo de 1883, se inaugura la Estación de Telégrafos, en la calle San Pedro (hoy calle Carboneros), nº 51, bajo.

Fue nombrado Jefe del Servicio a D. Eduardo Rodríguez Fernández y, como oficial, a D. Joaquín Chico Fernández. La instalación de los servicios de Correos y Telégrafos se realiza en edificios arrendados a particulares hasta bien entrado el siglo XX.

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