Cornada grave en Pamplona de Borja Jiménez, anunciado con los Victorinos el día 19 en La Línea
El sevillano fue operado en la enfermería tras ser cogido por el sexto toro de la ganadería tarifeña de La Palmosilla
Los toros de la ganadería de La Palmosilla de Tarifa, protagonistas del primer encierro de los Sanfermines 2024
Pamplona/El torero sevillano Borja Jiménez sufrió este domingo una grave cornada en Pamplona con un toro de la ganadería tarifeña de La Palmosilla a sólo dos semanas de lidiar en solitario la corrida de Victorino Martín programada en La Línea de la Concepción el viernes 19 de julio.
Borja Jiménez fue operado en la enfermería de la plaza de toros de Pamplona tras ser cogido en el sexto toro de la tarde de este domingo al entrar a matar. Intervenido por el doctor Ángel M. Hidalgo, el sevillano sufrió una “herida por cuerno de toro en el muslo derecho con lesión penetrante en Triángulo de Scarpa, disecando arteria femoral y penetrando de forma transversal hasta parte externa de muslo. Pronóstico: grave. Es trasladado posteriormente al Hospital Universitario de Navarra”, según reza el parte médico.
Borja Jiménez, una de las revelaciones de la pasada temporada, tiene 32 años y es natural de Espartinas. Con Victorino triunfó con tres orejas en Madrid el pasado 8 de octubre y una que paseó en Sevilla durante la Feria de Abril.
Hasta el momento del percance, Jiménez le había hecho una faena más animosa que asentada al que se decantó como el toro de más clase del desigual sexteto de La Palmosilla y que, curiosamente, entró como remiendo de uno de los que corrieron el encierro en principio pero que fue rechazado después por los facultativos.
Es decir, que el único que no hizo la carrera matinal fue el que acabó desarrollando mejor condición para la muleta, esa que el diestro sevillano manejó con afán y encimándose demasiado con el serio y cuajado animal, al que no dejó así desplegar, por no facilitarle el largo recorrido que pedía, su clara entrega tras el engaño.
Con todo, la faena, salpicada de alardes desde que la abrió de rodillas en los medios, fue muy jaleada por las peñas que venían a los tendidos por primera vez en la feria, lo que, sumado sobre todo a la impresión de la cornada producida en la suerte suprema, hizo que se pidieran esas dos orejas que el alcalde Asirón, como presidente de la corrida, no tuvo reparos en conceder.
Antes, Jiménez había recibido a portagayola al tercero, el toro mas terciado de la corrida, que se creció y se rebrincó con cierta aspereza a lo largo de un trasteo porfión y destajista pero de escaso gobierno y poco reposo por parte del sevillano.
También tocó pelo el debutante Fernando Adrián, no de su primero, destartalado de cabeza y bajo de hechuras, que agotó su escaso fondo de raza mediada el movido y amontonado trabajo del diestro madrileño, que tampoco mostró mucha consistencia ante el quinto, otro de los toros con claras opciones del encierro gaditano.
Ese quinto, que había protagonizado momentos de peligro en el ruedo a la llegada del encierro, fue un cinqueño de finas y serias hechuras que rompió a embestir con entrega y movilidad cuando Adrián le citó para varios pases cambiados en los medios, y así siguió embistiendo a lo largo de un trasteo que no acabó de macizarse, por falta de mayor mando y temple, sin que el conjunto y menos aún la estocada baja con que lo remató justificaran el trofeo.
En realidad, el mejor toreo de la tarde de San Fermín llevó la firma de Diego Urdiales, el veterano del cartel y el único que se fue sin premio de la plaza. No lo pudo hacer con el cuarto, un toraco feo y muy ancho de sienes que no agradeció el buen trato del riojano, pero si con el primero de la corrida, un hondísimo castaño que, aun a falta de un punto más de calidad, embistió lo suficiente.
La faena de Urdiales fue muy clásica, en tanto que se limitó al toreo esencial, con solo algunos adornos, y estuvo dominada por el un acertado sentido de la medida y una técnica precisa, en altura y trazo de los muletazos, adecuada a las condiciones de un toro al que ayudó a ir a más y a mejor, con momentos especialmente destacados por el temple, la extensión y el ajuste de su naturales y derechazos. Solo que un pinchazo y una estocada muy contraria, previos a siete descabellos, lo dejaron todo en la nada estadística.
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