José Veret del Rey, jefe de la Guardia Municipal
ENCICLOPEDIA DE LA LÍNEA | PERSONAJES ILUSTRES, FAMOSOS Y POPULARES (CXLII)
El autor recuerda que introdujo una patrulla de la Guardia Montada en la ciudad en los años 20 del siglo pasado
La Línea/La Enciclopedia de La Línea recoge en el tomo III las biografías de 329 personajes linenses o muy vinculados a la ciudad. Están representados casi todos los estamentos y profesionales. Contiene historias de literatos, pintores, docentes, sacerdotes, médicos, cantaores, cantantes, bailaores, compositores, músicos y toreros, además de psicológicos, locutores, deportistas y actores.
José Veret del Rey, jefe de la Guardia Municipal
Don José Veret del Rey tenía un carácter severo y gruñón, una complexión cuadrada y unas facciones rotundas en las que destacaba un vigoroso bigote prusiano. A esta fisonomía de escasa ternura aparente, había que añadir que don José, como todo el que está en posesión de la gracia era, además, un hombre completamente serio. Tan serio que desempeñó, con inflexible disciplina, el cargo de jefe de la Guardia Municipal de la Línea allá por los años veinte.
Por entonces el glorioso Cuerpo estaba formado por una plantilla de apenas cuarenta guardias, todos ellos antiguos soldados licenciados del Ejército que, según lo establecido por las Ordenanzas de Buen Gobierno, deberían haber obtenido una buena calificación para ejercer la abnegada profesión de serenos, guardacalles y bomberos.
Influido por el espíritu castrense de la época o tal vez por la inusitada observancia y especial culto que rendía don José Veret a los uniformes militares, tuvo a bien proponer a las Autoridades pertinentes la formación y uniformidad de una Patrulla de la Guardia Montada con el fin de añadir una nota de modernidad y prestigio a todos los actos del Municipio.
Fiel a sus afinidades, don José, en un rapto de genialidad, diseñó el uniforme de la Patrulla Montada con cierta semejanza a los del Escuadrón de Húsares de la Guardia Real. Tal propuesta mereció el aplauso y la aprobación unánime de la Corporación Municipal, a la sazón regida por Ramírez Galuzo.
Y así, durante muchos años, unos jinetes cubiertos con cascos niquelados en punta y adornos de llorón de plumas blancas y uniformados con guerreras cruzadas por cordonaduras doradas y enlucidos correajes de los que pendía un largo y recto sable del arma de Caballería aportarían gran prestancia y brillantez a los desfiles de Semana Santa o a los que daban paso a la Velada y Fiestas del pueblo.
Pero lo que traspasó como leyenda célebre los límites del Municipio fueron los fastuosos uniformes de gala que en estos actos lucía don José. Diseñados de una forma muy particular por el imaginativo Jefe, sus originales atavíos no solo desafiaban a los más afamados artesanos de la uniformidad militar de la época, sino que, además, eran considerados por el pueblo como una sorpresiva atracción de Feria.
No pocas veces la refulgente guerrera blanca de botonadura chapada y charreteras doradas, las condecoraciones rescatadas de guerras perdidas contra el tiempo, el ceñidor dorado con espadín de distinción y el casco niquelado a la prusiana con penacho de plumas blancas llevarían a don José a situaciones algo comprometidas con las Autoridades Militares.
Cuentan que cierta tarde de toros se hallaba en el palco de honor el General Wesosloscky, por entonces Gobernador Militar del Campo de Gibraltar, cuando con paso firme hizo su entrada triunfal don José luciendo flamante uniforme. Seguramente por cuestión de prudencia instintiva, o bien porque con los uniformes nunca se sabe, el séquito que acompañaba al General, compuesto por estirados oficiales del Estado Mayor, adoptaron la posición de firmes y le rindieron al perplejo don José un marcial, público y disciplinado saludo como si de un diplomático o embajador de algún país remoto se tratara.
Enderezado el entuerto, aquellos militares que como sobradamente se sabe evidenciaban una completa carencia de sentido del humor y no consentían el ridículo ni por feria, elevaron días después sus quejas al General por “la anárquica ostentación de símbolos y extrañas condecoraciones que de ninguna forma son propias ni acordes con el cargo de jefe de la Guardia Urbana y que pudieran, aunque levemente, empañar el prestigio de las Fuerzas Militares...”.
Como consecuencia se le comunicaría a don José, por orden gubernativa, la prohibición del uso de sus venerados uniformes y medallas. No sucedió lo mismo con la Patrulla de la Guardia Municipal Montada, que continuó hasta la primera década de los años 70 presidiendo los actos.
Valga esta reseña como muestra de las gestas y hechos de Don José Veret del Rey, que dentro de esa galería de personajes populares, cervantinos y virtuosos del ingenio linense, debe ocupar un lugar de honor. Don José Veret del Rey falleció el día 24 de abril de 1925.
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