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Los orígenes de La Línea

parte 1Miguel del Manzano Pratts es el autor de una enciclopedia de La Línea, que consta de diez tomos. El primero hace un recorrido histórico desde los orígenes de la ciudad hasta los primeros años del siglo XXI

Los orígenes de La Línea
Miguel Del Manzano Pratts

19 de febrero 2017 - 02:17

La Enciclopedia de La Línea consta de 10 tomos. El primero de ellos se refiere a la Historia de La Línea, cuyo prólogo está escrito por el insigne linense don Salustiano del Campo. Este primer libro está compuesto por cuatro grandes capítulos: Introducción, Siglo XIX (desde 1870 hasta 1900), Siglo XX y Siglo XXI.

En el capítulo de la Introducción se relata la situación de La Línea de la Concepción, Hidrografía y relieve, Clima, Comunicaciones, la provincia de Cádiz y el Campo de Gibraltar, Historia, Pérdida de Gibraltar y Guerra de Sucesión española, Intentos militares para recuperar Gibraltar: Primer sitio (1704-1705), Segundo sitio (1727) y Tercer o Gran sitio de Gibraltar (1779-1783), para concluir este capítulo con La Línea de Contravalación o Línea de Gibraltar. En las próximas líneas vamos a resumir algunos apartados de este primer capítulo.

Guerra de Sucesión

Nuestra ciudad nace indudablemente como consecuencia de la pérdida de Gibraltar, en el año 1704. Al morir Carlos II El Hechizado, sin heredero a la Corona de España, estalló la Guerra de Sucesión Española entre los dos pretendientes principales al trono, Felipe de Anjou y el Archiduque Carlos de Austria. El primero de ellos contaba con el apoyo de Francia (era nieto de Luis XIV de Francia), mientras que Austria, Inglaterra y Holanda eran partidarias del segundo, por temor al daño que podría causar a sus intereses el surgimiento de una potencia del calibre de la resultante, tras una hipotética unión de las casas reales francesa y española.

Carlos II era hijo de Felipe IV y de su segunda esposa Ana María de Austria. Nació el 6 de noviembre de 1661, siempre fue un niño débil y enfermizo, que sobrevivió a duras penas a una infancia de continuas dolencias. Moría el 21 de noviembre de 1700, apenas cumplidos los 39 años de edad. Fue Rey de España desde el 17 de septiembre de 1665. En agosto de 1679 se casó con María Luisa de Orleáns, sobrina de Luis XIV. María Luisa de Orleáns moría en 1689. La enfermedad de Carlos II, ante la falta de descendencia se convirtió en un problema acuciante tanto en España como en las cortes europeas. Diez días después de la muerte de María Luisa, el Consejo de Estado instó a Carlos II a volver a casarse con carácter de urgencia.

En marzo de 1689, se acordó el matrimonio del rey con la princesa Mariana de Baviera Neoburgo, de la Casa de Austria. La llegada de Mariana de Baviera Neoburgo ocupó un lugar central en los acontecimientos políticos, se consiguió un acercamiento al imperio austríaco y un nuevo deterioro con las relaciones francesas. Ante la imposibilidad de que naciera un hijo de Carlos II, en septiembre de 1698, aprovechando una enfermedad de los reyes, el cardenal Portocarrero consiguió que Carlos II designara heredero a José Fernando de Baviera, bisnieto de Felipe IV, al tiempo que el rey conseguía de él que, en caso de morir, se formara una regencia bipartita integrada por Portocarrero y Oropesa. Mariana de Baviera Neoburgo, enterada de estos planes, rompió el testamento y consiguió su anulación.

José Fernando de Baviera murió en febrero de 1699, produciendo un enfrentamiento entre los partidarios del Archiduque Carlos de Austria y de Felipe de Anjou. Los austríacos contaban con el apoyo de la reina Mariana de Baviera Neoburgo y de Oropesa. Los franceses tenían la ayuda del cardenal Portocarrero, presidente del Consejo de Estado. Cuando Oropesa fue apartado del poder en mayo de 1699, a raíz de los graves motines que la carestía de alimentos produjo en Madrid, el cardenal Portocarrero pudo actuar a su antojo. Paralelamente a estos acontecimientos, en Europa se debatía arduamente acerca de la sucesión del trono español. En 1698 franceses y holandeses firmaron un acuerdo por el que José Fernando de Baviera, heredero designado por Carlos II, recibía España, las Colonias Americanas, los Países Bajos y Cerdeña. El Archiduque Carlos de Austria recibiría el Ducado de Milán y el Delfín de Francia el resto de los territorios italianos y Guipúzcoa.

El 11 de octubre de 1700 Carlos II, con la salud ya muy quebrada y a instancias del cardenal Portocarrero, nombró sucesor al pretendiente francés. Mientras que Felipe de Anjou se hacía cargo de la monarquía, el cardenal Portocarrero se ocupaba de la regencia.

Felipe de Anjou era hijo de Luis, Delfín de Francia y heredero al trono francés, y de María Victoria de Baviera. Abuelos paternos eran Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria (hermana de Carlos II de España), por lo que Felipe de Anjou era bisnieto de Felipe IV de España.

La alianza familiar permitió a Felipe ser nombrado Duque de Anjou y heredero a la corona española.

Felipe de Anjou aceptó el trono el 16 de noviembre de 1700, renunciando a sus derechos al trono de Francia, cláusula impuesta por el rey español Felipe IV para poder acceder al trono español.

Felipe de Anjou llega a Madrid el 18 de Febrero de 1701, después de pasar un tiempo en Irún, esperando que la esposa del difunto Carlos II, la reina Mariana de Baviera Neoburgo (1667-1740) abandonase la Corte. Cuando Felipe V fue proclamado Rey de España, las declaraciones de Luis XIV manifestando que su nieto conservaba sus derechos a la corona de Francia y el incumplimiento del Tratado de Partición por parte de Francia, provocaron el resurgir de la Gran Alianza de La Haya, rubricada el 7 de septiembre de 1701, integrada por Austria, Inglaterra y Holanda. Posteriormente, Portugal y Saboya se unieron a la Alianza de La Haya. El 15 de agosto de 1702, la escuadra anglo-holandesa, tras saquear los puertos gaditanos de Rota y Santa María, obliga a la flota de Indias a refugiarse en el puerto de Vigo. Las potencias aliadas, el 12 de septiembre de 1703, reconocían al Archiduque Carlos de Austria como Rey de España. Animado por las victorias aliadas, el Archiduque Carlos de Austria, hijo del Emperador Leopoldo I de Alemania, después de proclamarse rey de España en Viena, llegó a la Península Ibérica. En mayo de 1704, desembarcó en Lisboa, siendo recibido por Pedro II de Portugal, como legítimo rey de España, con el nombre de Carlos III. El Archiduque Carlos, con el apoyo de la reina Mariana de Baviera Neoburgo (esposa de Carlos II), así como de parte de la nobleza castellana, ofreció una amnistía a aquellos que abandonase la causa borbónica cuando él entrase en territorio español.

Pérdida de Gibraltar

El avance de la flota anglo-holandesa hacia el Estrecho de Gibraltar originó la pérdida del Peñón. Diego de Salinas era el corregidor de Gibraltar en agosto de 1704, y por lo tanto tenía la jurisdicción de lo político y lo militar sobre los asuntos de la plaza. Era alcalde de la misma Don Cayo Antonio Prieto Lasso de la Vega, que dirigía el Cabildo de la ciudad, que en ese momento estaba formado por quince regidores (los concejales de hoy día). El Corregidor era la representación del Rey en la ciudad y dirigía los asuntos políticos y militares y era un militar. El pueblo estaba representado por su alcalde y tenía la misión de asesorar en materias legales al Corregidor, y éste era Abogado de la Real Chancillería de Granada. Y era Capitán General de Andalucía el Marqués de Villadarias, que en agosto de 1704, siguiendo órdenes reales de S. M. Felipe V atacaba a Portugal.

Cierto es, que en mayo, Diego de Salinas observó el paso de la flota angloholandesa por el Estrecho de Gibraltar y en vista de ello, se dirigió a la Corte a solicitar de Su Majestad ayuda para abastecer Gibraltar de lo necesario si esa flota le atacaba, y en aquella audiencia estaban presentes el Marqués de Villadarias, el mariscal Grammont (enviado por Luis XVI) y el Marqués de Canales. Grammont se manifestó a favor de lo expuesto por Salinas; Villadarias y Canales se manifestaron en contra, pues esperaban que el ataque se realizaría nuevamente sobre Cádiz y no iban a destinar fuerzas a un puerto cuando la previsión del ataque era en Cádiz.

De modo que Salinas se volvió a Gibraltar sin los refuerzos solicitados, más bien le destinaron algunas tropas de la milicia que por su falta de disciplina y formación eran más un estorbo que una ayuda, regresando a Gibraltar a enfrentarse a una lucha que sabía perdida de antemano. El 1 de agosto desembarcó Hesse al norte de Gibraltar, en Punta Mala, llegó hasta la Puerta de Tierra y envió un tambor con dos mensajes que recibió el propio Salinas. Un mensaje era del mismo Hesse instando a la rendición, el otro era del pretendiente ofreciendo a la ciudad el respeto a sus privilegios.

El mismo día 1 contestó el Ayuntamiento a Hesse negándose a aceptar su petición. El 2 de madrugada, Salinas manda una carta a Villadarias en Portugal, pidiéndole ayuda. Esta carta la envió con un mensajero que salió en barca de Gibraltar y cuyo original se encuentra en los Archivos Municipales de la ciudad de San Roque. A las 5 de la mañana del día 3 de agosto abre fuego la artillería de la escuadra. Durante cinco horas la ciudadela es bombardeada ininterrumpidamente, recibiendo en ese tiempo más de 3.500 impactos. Las fuerzas de Salinas apenas alcanzaban 80 soldados, pero desde un primer momento, los vecinos se sumaron a los militares en defensa del lugar, reuniéndose en torno al corregidor una masa heterogénea de 300 combatientes dispuestos a enfrentarse a las fuerzas invasoras. Mas todo fue en vano. Al día siguiente, los sitiadores efectuaron 30.000 disparos de cañón, obligando a los españoles a capitular.

La mayoría de la población se establece en los alrededores de la ermita de San Roque, con la esperanza de que la situación se estableciera en poco tiempo y pudieran volver a sus hogares, fundándose en 1706 la ciudad de San Roque, "donde reside la de Gibraltar", como reza su lema en memoria del origen de la población. Otra parte de los gibraltareños originales optó por trasladarse a las cercanías de la ermita de San Isidro, dando así origen años más tarde a la villa de Los Barrios, mientras que una minoría buscó refugio en las ruinas de la ciudad de Algeciras, deshabitada desde 1379, año en que la ciudad fue destruida e incendiada por los nazaríes, al ver que serían incapaces de conservarla ante el avance de las tropas cristianas.

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