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Enciclopedia de La Línea

El autor recuerda la labor del padre Justo en la ciudad

El padre Justo.
Miguel Del Mazano

21 de junio 2020 - 06:00

La Línea/El padre Justo no nació en La Línea, pero su labor en ayuda de los linenses fue tal que todavía continúa en la mente de los ciudadanos que conocieron allá por los años cincuenta sus desvelos. No escatimó esfuerzos a la hora de reivindicar en tiempos tan difíciles en los que cualquier palabra más alta que otra podía conllevar serios disgustos. Incluso fue desterrado después de llevar sus quejas ante el mismísimo Franco. Ya en la democracia, mediados los 70, regresó a La Línea, donde murió.

La ciudad le reconoció tanto amor y empeño y le dio una plaza, donde además colocó un busto que le perpetúa. Su faceta humana fue ejemplar y fue el cura de todos los necesitados. Su labor, además, se extendió a las cofradías, a las que quiso erigir en bastiones populares de la solidaridad. Fue impulsor, por ejemplo, de la Hermandad de la Esperanza cuando ésta estaba entroncada con el barrio de La Atunara.

Su labor en pro de los desfavorecidos encuentra en la dura carta que escribió a Franco, su máximo exponente, fechada el 29 de julio de 1954.

A su Excelencia Don Francisco Franco Bahamonde, jefe del Estado y generalísimo de sus Ejércitos.

Justo Martínez de Serdio, sacerdote médico, párroco de la barriada de La Atunara, parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en La Línea de la Concepción, alentado por la favorable acogida que Vuestra Excelencia dio al escrito del que suscribe, fechado en 8 de noviembre de 1952, en el que exponía en visión de conjuntos algunos de los breves problemas de esta ciudad, se atreve nuevamente a dirigirse a Vuestra Excelencia, para hacerle presente de la forma más clara y veraz que sea posible, la angustia y amargura de esta hora en que La Línea de la Concepción estamos viviendo. Porque, situado por imperio del cargo pastoral y de la vocación sacerdotal en contacto con el pueblo y teniendo ocasión de pulsar el ambiente y de oír opiniones, puede un servidor deciros, señor, que una sola frase es resumen exacto de todos los decires, y esta frase es: “Si Franco supiera esto, no lo permitiría”. Y en esta, cuantas inquietudes, lágrimas y pequeñas tragedias van incluidas.

La padre del Padre Justo, en el barrio de Santiago.

Colocado en efecto Vuestra Excelencia como jefe da la nación en el centro de esta inmensa máquina que son los Estados modernos y ocupado por exigencias de este mundo tan inquieto en dirigir las más sabia asombrosa y triunfante política exterior que ha conocido la historia de España no podéis, señor, aunque vuestro profundo amor a los españoles lo anhela, descender al detalle de los pequeños problemas locales, ni podéis tampoco conocer su existencia si, mas veces por negligencia, otras por falta de posibilidades, otra por temor servil y otras por falta de espíritu de servicio, fallan los escalones del Estado que han de llevar ordinariamente el sentir y sufrir de España hasta la mente de su glorioso salvador. Pero cuando Dios nos regala a los españoles con un Caudillo de corazón amplio, noble, generoso y comprensivo, no tiene por qué sentirse obstaculizado un humilde párroco de infrasuburbio para, hecho portavoz de los que sufren, cumplir este grave deber de conciencia de dar a conocer a vuestra Excelencia la triste y grave situación a que hemos llegado.

Con el máximo respeto, pero con la máxima claridad también.

La Línea de la Concepción, señor, está sometida a un tratamiento concienzudo de debilitamiento que terminará con su vida como tal ciudad. Y La Línea de la Concepción no es merecedora de este trato. Se tacha en campañas de prensa y radio de poco española, de poco religiosa y de masónica. La Línea, señor, comenzó a ser por mutuo acuerdo de los Gobiernos español y británico, allá en el siglo XVIII, como colonia de emigrantes genoveses y napolitanos. Más tarde comenzaron a establecerse los trabajadores de España y solo en 1870 adquiere independencia como municipio. Y en estos ochenta y tres años acabados da cumplir, ¿se hizo algo por mejorarla? Ochenta y tres años que ha sido ignorada por España y sus autoridades. Ochenta y tres años que solamente se la recordaba para venir a ella en coches oficiales o particulares y sacar a través de ella para otras regiones de España los productos extranjeros que en La Línea ni se consumían siquiera.

Ochenta y tres años que no ha tenido, ni tiene, iglesias ni sacerdotes suficientes, ni colegios religiosos de ambos sexos, ni escuelas nacionales con arreglo a su censo escolar de unos 12.000 niños. Ochenta y tres años con sus viviendas infrahumanas, con su promiscuidad de sexos y edades, siendo para vergüenza de España, no el barrio obrero de Gibraltar, sino el mesero tugurio obrero de la ciudad irredenta. Ochenta y tres años con plena sensación de abandono por parte de España y con toda su vida legal o ilegal, real o ficticia sostenida por el dinero que sus trabajadores ganen en Gibraltar. Ochenta y tres años sabiendo y experimentando dolorosamente que las logias, y nadie más, son las que dan buenos empleos y jornales permanentes. Ochenta y tres años permitiéndosele una floreciente industria de prostitución para mejor satisfacer los instintos del extranjero.

El padre Justo.

¿Puede extrañar con todo esto su aireada falta de religiosidad, su moralidad deficiente, su pretendida simpatía británica o su predominio de logias en otros tiempos?

Lo que sí puede y debe extrañar es que a pesar de todo eso La Línea sea buena, fundamentalmente buena, y en el fondo de su alma hondamente española y patriótica. Porque desde un principio rindió culto a la Cruzada y sintió plena devoción y amor por su Caudillo, que por algo cuando un servidor os servía como alférez médico en el Tercio de la Merced de Jerez, muchos bravos de aquellos requetés andaluces eran voluntarios de La Línea de la Concepción.

Y es que son dos conceptos diferentes simpatía por Gibraltar y simpatía por Inglaterra. Como son dos seres diferentes y ordinariamente divorciados el gibraltareño (yanito) y el inglés. Entre La Línea y Gibraltar es lógico y humano pero no anti-español que haya comprensión y mutuo afecto. Son 250 años de constantes intercambios no sólo en lo económico, sino de sangre, de tal manera que cuando la población civil fue evacuada en la última guerra, el gobierno británico se vio desagradablemente sorprendido porque los de Gibraltar hablaban pensaban y vivían en español. Fue entonces cuando se inició la política de britanización que llegará a conseguir nada positivo puesto que son muchas las mujeres españolas que cada año siguen contrayendo matrimonio en Gibraltar.

A dos poblaciones así unidas no es posible súbitamente separarlas, si no a costa de la vida de las dos. Constituyen en verdad dos poblaciones siamesas. Y si ahora es práctica corriente en cirugía separar los siameses, la estadística nos habla elocuentemente de que lo ordinario es la muerte de los dos o, al menos, del más débil. No hay por ahora ni un solo procedimiento que hiriera a Gibraltar (y dentro de Gibraltar muchos hijos de España) sin que sea herida igual o más gravemente La Línea de la Concepción.

Y esto se está haciendo. Asfixiando al comercio y población gibraltareña y asfixiando al comercio y población linenses. Es posible que se llegue a tal estado de cosas que la población civil de Gibraltar sea evacuada (sueño dorado de los ingleses para tener una fortaleza militar completa). Pero si eso llega, habrá llegado antes le muerte de La Línea. ¿Porque, entonces, se la dejó crecer exuberante y anárquica como un tumor? ¿Para tener después el placer de aniquilarla y extirparla?

La Línea de la Concepción, sin término municipal que no se le ha dado, sin industrias que no se le ha permitido, sin más ingresos municipales que los arbitrios por las mercancías que aquí se consumen por linenses o gibraltareños, o que pasan la frontera para ser consumidas en Gibraltar. ¿Tiene la culpa de que se le haya dejado crecer y formar precisamente como consecuencia de la detención extranjera del Peñón?, porque la ciudad ha crecido porque la dejaron y se ha hecho como es porque así la dejaron hacer. Los que hace ochenta años y los de ahora. Que ha sido exactamente en estos tiempos cuando su crecimiento hizo más extensivo; si en 1950 su censo arrojaba un total de 55.105 habitantes, en 30 de abril del actual arroja de 71.047 habitantes.

Y en estos momentos cuando a la olvidada ciudad se le recuerda para protegerla verbalmente y hundirla en realidad. Porque se han dado decretos, se han creado patronatos, han venido señores ministros y directores generales y se ha hablado y prometido y se ha proyectado. Mas el colegio salesiano adjudicado en diciembre de 1952 sigue perezosamente haciendo sus cimientos; las 249 viviendas protegidas de la Obra Sindical del Hogar, adjudicadas en 1949, siguen sin terminarse; la iglesia de Santiago, con sus 15.000 feligreses, continúa de prestado en la clase de una escuela; la del Carmen de un servidor está instalada en un saloncito de 7×5 metros; las escuelas prefabricadas y prometidas en un plazo de quince días no llegaron al cabo de un mes… Todo, absolutamente todo, se hace lentamente. En cambio, las medidas aflictivas para la ciudad llegan y se ejecutan con la rapidez del rayo.

El busto al padre Justo.

Porque es triste espectáculo, señor, el que ofrece estos días la Aduana al paso de los trabajadores y obreros. Se les prohíbe llevar a Gibraltar hasta la fruta fresca para postres de su humilde comida. Se les prohíbe traer hasta lo mas mínimo. Con esas medidas retractivas, más que el comercio gibraltareño, son trabajadores y obreros las verdaderas víctimas. Porque, o para consuno de su casa o para ayuda de su jornal en esta carestía de vida propia del Campo de Gibraltar, unos y otros tenían ya sus presupuestos estabilizados. Y, sin embargo, el alto contrabando, el que se realiza en coches por acá o por allá, ése con el poder del dinero en sus manos, ¿será suprimido?

Y los trabajadores de Gibraltar merecen comprensión y compasión, sobre todo por esa pena de tener que salir a trabajar bajo patrones extranjeros, fuera de sus casas, desde las cinco de la mañana a las siete de la tarde, soportando colas y registros aquí y allí, con frío o calor, con viento o con lluvia, y todo ello, no por capricho o ambición, sino porque mujer e hijos no pueden vivir con las 114 pesetas semanales del jornal de un peón y tienen que buscar ese otro jornal extranjero de peón que, aunque menor que el de un trabajador inglés, es al menos de 250 pesetas semanales, el cual es completado con la venta de sus pequeñas compras de Gibraltar.

Pero merecen además admiración y gratitud, ya que suponen una fuente saneada de divisas (libras) para el Estado. Concretamente, el último viernes 23 de julio ingresaron en el Banco de España de la aduana 6.466 libras, 12 chelines y 6 peniques; y en el año 1953 ingresaron solamente por conceptos de trabajadores 890.925 libras, 19 chelines y 2 peniques, sin suponer ello salida de pesetas o mercancías, sino salida de sudor, esfuerzos y sacrificios de 10.000 modestos y buenos españoles. ¿No merece esto sólo de por sí la gratitud de España?. Y todavía La Línea proporciona al Estado por otros conceptos (turismo y exportaciones) cerca de 100.000 libras más. Exactamente, 99.509 libras en 1953. No obstante, Excelencia, La Línea y sus obreros se sienten desamparados. No tienen estos trabajadores la protección de la cristiana legislación laboral que vos, señor, habéis querido dar a los obreros de España y han de estar a merced de leyes extranjeras discriminatorias de españoles, “yanitos” e ingleses.

Bien es verdad que se creó un sindicato de trabajadores españoles en Gibraltar, pero hasta ahora poca ha sido su protección y más aparente, en cambio, su papel obstaculizador. Para dar al obrero documento de la delegación de frontera, pide al obrero para concederle el pase de trabajador exige el sindicato que el patrono de Gibraltar que va a colocar a ese obrero pague al sindicato español la cantidad de 18 chelines en moneda inglesa. El patrono siempre se niega y aunque el sindicato lo sabe continúa exigiendo ese pago por lo que obliga al obrero, antes de estar trabajando en Gibraltar, a acudir al mercado negro de divisas y comprar esos 18 chelines para, en moneda inglesa, entregarlo en el sindicato español. ¿Cabe cosa más ilegal e inmoral? Ciertamente, no es esto proteger al obrero.

Hay una mutua de seguros. Obligatoriamente, cada obrero ha de dar semanalmente a esa mutua de seguros 5 pesetas por cada libra que cambia y 25 céntimos por chelín. Quiere ello decir que solamente en 1953 el sindicato recaudó para esa mutua 4.451.171 pesetas. Pero los servicios están mal atendidos y menos mal que desde hace algún tiempo dan el 50% del importe de las recetas. Socorro metálico, ninguno. Y el obrero, sin querer, compara que si un peón paga 10 o 12 pesetas semanales a la mutua, en Gibraltar solamente paga 3 peniques, y en Gibraltar además de la asistencia le dan un mínino de 5 chelines diarios al soltero.

Después surge el comentario y así es como los hombres, quizás sin darse cuenta, desvirtúan los deseos y las órdenes de Vuestra Excelencia, que se sacrifica día y noche por el bienestar de los españoles.

Señor, si al exponer y enjuiciaros todas estas cosas, el estilo resulta quizás duro, aunque no irrespetuoso, ha sido en aras de la verdad que he querido que llegue sin mixtificaciones hasta Vos, por lo que me duele hondamente que ese rayo de sol que es vuestro amor y vuestra sabiduría de gobernante, se quiera hacer llegar a través de cristales ahumados como si hubieran hombres señalados, empeñados en hacer ingrata la ingente obra social, patriótica y política de Vuestra Excelencia, y ha sido porque siempre he confiado que Vuestra Excelencia no es sólo Caudillo, sino padre de los españoles y nosotros, por tanto, podemos hablaros con esa claridad de los hijos a quienes está permitido violar su corazón sangrante, en el corazón abierto y generoso del padre que les escucha. Perdone pues, señor, este atrevimiento de un sacerdote.

Señor: Que Dios guarde la preciosa vida de Vuestra Excelencia y María en su Limpia concepción lo proteja.

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