Los Barrios termina su condena "por salvar la Navidad"
Los Barrios
Buena parte de los negocios de la Villa reabre después de dos semanas de inactividad
Un nutrido grupo de empresarios opta de momento por mantener abajo sus persianas
La falta de ayudas directas y el peaje por las fiestas navideñas, las quejas más repetidas
Los Barrios, sus polígonos y barriadas han amanecido este miércoles con una banda sonora muy diferente a la que imponían las restricciones marcadas para evitar la expansión del Covid-19 (coronavirus) desde las 00:00 del pasado día 20 de enero. El silencio [casi] sepulcral de estas de estas dos últimas semanas -señal inequívoca de una profunda herida en la ya dañada economía barreña- ha dado paso desde las seis al sonido característico que producen las persianas de los negocios más madrugadores (bares, cafeterías que atienden a los trabajadores de los primeros turnos) al ser levantadas. Esta vez el ruido parece no haber molestado a casi nadie. Es lo más parecido a la nueva normalidad de que van a disfrutar de momento los vecinos de los diferentes emplazamientos de la Villa, sujetos aún al cierre perimetral. Pero ha bastado eso para cambiarle la cara a un montón de barreños y de trabajadores venidos de otros lugares.
No todos los negocios de Los Barrios, y muchos menos de Palmones, Guadacorte y de sus polígonos, han decidido volver a la actividad este tres de febrero. El miedo a que esta concesión de reapertura sea breve porque se produzca un nuevo rebrote por un lado y la frontera invisible que supone el cierre de municipios, que impide llegar a los vecinos de La Línea, San Roque, Algeciras… han llevado a muchos propietarios a mantenerse de momento a la expectativa.
“Vamos a dejar pasar unos días. Es que al final haces todo el papeleo para sacar a la gente del ERTE, esto dura dos semanas y al final ellos cobran cuando cobran, lo que haces es perjudicarles y tú terminas perdiendo dinero”, asegura José Luis, propietario de un conocido restaurante.
Además de saludos mucho más afectuosos de lo habitual durante un café que sabe más bueno que nunca (“ya había ganas de veros” “hoy se te ve menos feo que de costumbre, sabe Dios que habrás estado haciendo estos quince días”) y del inevitable debate sobre el contrato de Messi que no había producido por culpa del cerrojazo, la frase más repetida de la mañana ha sido “todo esto por salvar la Navidad”.
Y es que los empresarios de los negocios denominados “no esenciales” entienden que han pagado un precio muy alto por unas semanas “en la que tampoco es que se vendiera tanto”. "Al final hemos estado quince días cerrados en pleno mes de enero y hemos perdido más dinero del que ganamos esos días", repiten.
Todos recalcan que a pesar de los numerosos anuncios por parte de las diferentes administraciones “las ayudas no han llegado”. "El Ayuntamiento es el primero que se está cubriendo de gloria", se oye al fondo, como queriendo meter baza en la conversación pero sin entrometerse demasiado.
Por el contrario ha disminuido de forma notable el número de trabajadores que durante todas estas fechas llevaban el desayuno de casa y lo tomaban al aire libre en el ratito del recreo.
Pero no solo de bares y restaurantes vive el hombre. Una pareja se dispone a entrar en una tienda de material para recién nacidos mientras la propietaria tiene todavía la llave en la cerradura. “Por poco le tenemos que comprar la cuna al bebé cuando ya está en el mundo”, bromea el inminente padre. “Nos confiamos y… se nos fue la mano”.
Oficinas de las más diferentes índoles, tiendas que ofertan sus productos a precios bajísimos (“hemos echado a perder toda las rebajas y ya hay que quitarse el stock de invierno de encima, una ruina”) e incluso las grandes superficies, que han podido quitar los precintos a las zonas reservadas a muchos de sus productos. Al menos a golpe de vista todo se antoja un poco más normal. Un poco menos Covid.
“No es que haya mucha gente [la realidad es que no hay casi nadie], que es que entra cualquier cliente y le hacemos reverencias, pero al menos estamos abiertos… a ver cuánto nos dura, porque no sé si podríamos soportar otro cierre, aunque fuese de dos semanas”, explica uno de los camareros de un local que en otras épocas era casi de visita obligada, mientras, de forma mecánica te advierte que no se puede consumir en la barra y que a las seis de la tarde el local tiene que echar el cierre.
Y es que tampoco hay que llamarse a engaño. Esto es lo más cerca que de momento se puede estar de la tan ansiada normalidad. Pero a poco que te fijes, parecerse no se parece tanto.
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