La Escuela Rural de la Polvorilla
Historia y etnografía
La Escuela Rural de la Polvorilla contribuyó, entre los años 50 y 70, a la educación de centenares de jóvenes barreños y supuso un símbolo de la alfabetización en la Villa
El actual estado de abandono amenaza con su pérdida
Los Barrios/La Polvorilla fue un conocido asentamiento rural del municipio de Los Barrios. Ubicado en una zona de histórica confluencia de veredas, caminos y carreteras (a pie de la Carretera Comarcal 440, Jerez-Los Barrios), vivió su máximo esplendor durante la década de los 50.
La existencia de un molino, ventas, instalaciones ganaderas, un acuartelamiento militar y una escuela, convirtió a la Polvorilla en el centro neurálgico y social de la zona. Con una población cercana al centenar de vecinos (agricultores y campesinos en su mayoría), la humilde vida de este enclave rural estuvo marcada por el trasiego de personas de los montes cercanos.
El asentamiento estaba destinado a su desaparición. Primero la despoblación rural y después la construcción del Embalse de Charco Redondo y de la Autovía 381 provocaron su fin a primeros de los años 80.
La Escuela de la Polvorilla, de incalculable valor sentimental, histórico y etnográfico, representa uno de los escasos vestigios de la época rural del municipio.
Construida por el Ayuntamiento de Los Barrios en el año 1952 y subvencionada por el patronato social José Antonio, su construcción se llevó a cabo meses antes que la escuela de la aldea de Cucarrete, de características similares (esta última, por defectos de construcción, se derrumbó años después).Los trabajos de construcción contaron con la ayuda altruista de los vecinos (realizaron las zanjas para la cimentación y la recogida de piedras para la estructura).
El inmueble, con una superficie de 155 metros cuadrados, se divide en dos partes: una en la que se alberga un aula diáfanay otra en la que se ubica la casa del maestro, ambas comunicadas por una puerta interior.
En una época de baja escolarización y acentuado analfabetismo, en la que niños y niñas contribuían al sustento de las familias asumiendo roles de adultos, su construcción supuso un hito en el desarrollo educativo de la zona.
Catalogada como Escuela Rural Unitaria Mixta, estuvo sin maestro hasta el año 1956 (su distancia respecto a los centros urbanos más próximos y la falta de servicios públicos mínimos hizo difícil su provisión por falta de solicitudes). Su metodología educativa se caracterizópor clases conjuntas de niños y niñas de hasta 30 alumnos, entre 6 y 15 años de edad, dirigidas por un solo maestro.
Desplazamientos de ida y vuelta de hasta 7 kilómetros, a través de sinuosas veredas y caminos, marcaron el día a día de niños y niñas de los montes de La Lagunilla, La Teja, Barrio del Cisco, El Jaral, Mojea de Conejo, Presillas, Puerto de Valdespera, Rincón de Bustamante, El Castaño, Las Navas y Las Hermanillas.
El éxodo de vecinos de la Polvorilla y su entorno provocó la pérdida progresiva de alumnos y su cierre en el año 1978.
A lo largo de su historia han pasado por la escuela maestros cómo Josefa Moreno Moreno, Julián Ruiz Carmona, Emilio Díaz Reiné, Francisco Manzano Gómez, María Luisa Maturana Viloria, Juan A. Espinosa Mena, José María Blanco Luque, José Luis Cordero Pérez, José López Lirios, José Lozano Coca, Alfonso Sanz Daza, Luis Serrano Román, Isidro Conde, Raimundo Chamber Pérez, Luis Lobato Rodríguez, Esteban Prieto Blanco, Diego Jiménez Relinque y Carlos Manella Guerrero, quien fue el último docente. En el año 1967, José Chamizo de la Rubia (Defensor del Pueblo Andaluz desde 1996 hasta 2013) cursó sus prácticas de magisterio en la escuela.
La escuela, también conocida como Capilla de la Polvorilla, contó desde su creación con un pequeño altar y conla imagen de una Virgen, lo que permitió que durante años sirviera de lugar de culto religioso (se daba misa los domingos, se impartieron clases de catequesis y se celebraron bautizos, comuniones, confirmaciones y bodas).
La escuela también se utilizó para otros fines de interés social. Sirvió como centro de vacunación, aula formativa y, después de su cierre definitivo, como almacén de material forestal. De especial interés para los jóvenes de la zona resultaron los cursos de capacitación agraria impartidos durante los primeros años de los 70 (el maestro Antonio González Arroyo y el Agente Forestal Antonio Arnedo Guerrero, fueron algunos de los docentes).
A partir del año 1971, la casa del maestro fue habitada por el conocido guarda rural del Ayuntamiento de Los Barrios, Cristóbal Pérez Mañé, quien vivió en ella hasta el año 2003, lo que favoreció su conservación.
La titularidad del inmueble corresponde a la Junta de Andalucía estando cedido su uso al Ayuntamiento de Los Barrios.
Su existencia, visible a ojos de conductores de la A-381, inmortaliza los recuerdos de quienes hoy añoran su paso por la Polvorilla. Sirvan de ilustración algunos de los testimonios que han permitido hacer una reconstrucción histórica de la escuela:
José Aguilera Jiménez (vecino, nacido en 1935): “Yo estaba arrancando cepas con mi cuñado, Antonio Téllez, en Los Garlitos. El Alcalde de Los Barrios, Juan Rodríguez, nos pidió a los trabajadores de los montes propios que ayudáramos en la construcción de la escuela. Dijo de buenas maneras que arrimáramos el hombro para quitar el analfabetismo. A mi cuñado y a mí nos tocó abrir un tramo de cimiento de la zona de la fachada. Excepto dos o tres albañiles que tenían sueldo el resto no cobró nada”.
Antonio Martínez Solino (vecino, nacido en 1931): “Todos los vecinos con edad de trabajar ayudaron voluntariamente y gratuitamente en la construcción de la escuela. Un día fue mi padre, otro mi hermano Quico y otro yo. Yo estuve recogiendo piedras de los “bujeos” y cargándolas en las carretas”.
José Lozano Pino (vecino, nacido en 1932): “El Alcalde, Juan Rodríguez, puso de responsable de la obra a Manuel Mendoza. Recuerdo cómo Mendoza, que era un hombre muy curioso, le tiró a “ Peterneras”, que era un albañil de Los Barrios, un trozo de muro de la escuela, decía que no estaba bien hecho. También recuerdo cómo por las mañanas, de lejos, veía y escuchaba bajar para la escuela a los niños de La Lagunilla. Eran muchos, venían en hilera y traían mucha escandalera”.
Alberto Morales Mendoza (vecino, nacido en 1939): “Trabajé dos o tres días. Recogíamos las piedras de los bujeos. Yo estuve en el bujeo de José Alba y de allí se acarreaba en carreta hasta la escuela. Había tres carretas arrastradas por vacas y también algunos mulos y burros”.
Joaquín Gil Carrasco (vecino, nacido en 1940): “Yo estuve haciendo los cimientos con mi padre y mi hermano Bartolo. Había mucha gente de la Polvorilla ayudando. La escuela se ha utilizado para muchas cosas, bautizos, misas, bodas. Yo me casé en la escuela en 1965. Mi suegra, Francisca Pérez Fernández, era la que se encargaba de limpiarla”.
Julián Ruiz Carmona (maestro, nacido en 1933): “Estuve desde Septiembre de 1959 hasta Marzo de 1960. Llegué con mi mujer, estábamos recién casados. El día que llegué a la escuela lo primero que me encontré al abrir la puerta fue un chorro de ratones, no había agua, ni luz, el váter no tenía tubería, había grietas por todas partes, la escuela estaba que se caía. Tenía 23 alumnos, eran niños muy buenos, respetuosos y con entusiasmo. También daba clases a personas mayores, eran nocturnas y como no había luz el Ayuntamiento me dio un petromax. Una mañana, sobre las 7, llaman a la puerta de la escuela y escucho: “¡Maestro, maestro!” ¿Qué pasa?, dije yo. Y me dicen: “Que se ha caído la escuela de Cucarrete”. Esa mañana me fui en caballo hasta Cucarrete, el hijo de Sillero el forestal me acompañó. Cuando llegué, la maestra, que era viuda y vivía con su hija, estaba llorando, todo el techo de la escuela se había caído a plomo. Ellas tuvieron suerte porque los tabiques donde ellas dormían sostuvieron el techo. Si la escuela en vez de caerse de madrugada se cae por la mañana hace una masacre. Yo me quedé muy preocupado porque la escuela de Cucarrete era gemela a la de La Polvorilla y pensé que se caía también. Escribí una carta al presidente del Patronato y al Alcalde de Los Barrios, José Mañas Gongora. Al poco tiempo vinieron a arreglarla, por eso me fui. En la escuela de la Polvorilla lo di todo con toda mi alma. Fue muy duro pero fui feliz allí”.
José Chamizo de la Rubia (maestro en prácticas, nacido en 1949): “Fue sobre el año 1967, estuve allí más de un mes. Subía y bajaba haciendo autoestop, algunos días fui en bicicleta y alguna vez también cogí la Valenciana. Cuando yo llegaba el maestro al verme se iba, era un hombre mayor. Todos los niños y niñas eran hijos de trabajadores del campo, había mucha pobreza. Los alumnos estaban muy interesados en las historias y en las anécdotas, eran más de la cultura oral que de la escrita. Eran niños muy respetuosos. Recuerdo que había un chiquillo que era de Cucarrete, venía en mulo con su padre que trabajaba por la zona. Ese mes me sentí muy feliz”.
Raimundo Chamber Pérez (maestro, nacido en 1951): “Estuve en el curso 1974/75, tenía 12 alumnos. Fue una experiencia muy bonita. Eran niños de campo, muy nobles y agradecidos. Recuerdo que un día una alumna, Catalina Gil, me comentó que había dos niños que no estaban viniendo a clase. Organicé una excursión con todos los alumnos para ir a convencer a sus padres, vivían a unos dos kilómetros. Estuvimos hablando con ellos y los convencimos”.
Esteban Prieto Blanco (maestro, nacido en 1955): “Estuve en el curso 1976/77. Tenía matriculados a 10 alumnos, de entre 6 y 10 años. Yo tenía allí a los hermanos Tocón Aguilar, Pérez, Gil, a Martínez y otro niño del que no recuerdo su nombre. Al principio, por la diversidad de contenidos y las diferencias de edades, fue difícil dar clases. Recuerdo que en los recreos enseñé a leer a una vecina, se llamaba Catalina Pecino”.
Carlos Manella Guerrero (maestro, nacido en 1947): “Di clases en el año 1977/78, tenía siete u ocho alumnos. Iba y venía todos los días a la Polvorilla con mi Seat 600, la carretera estaba malísima. Al pasar por el acuartelamiento de la Polvorilla paraba para recoger a los niños del Brigada. Recuerdo que muchos de los días, al subir o al bajar, me cruzaba en el camino al Maestro Quico que iba o venía de dar clases a los niños de los Cortijos. Yo paraba y lo subía al coche”.
María Gil Carrasco (alumna, nacida en 1947): “Yo vivía en el Chorro de La Teja. Había muchos niños, conmigo estaban Antonio, Fernando y Manoli Moya. Recuerdo que tuve a dos maestras, la señorita Josefa y la señorita Rosario. Yo llevaba una libreta, un lápiz y una goma, no había nada más. En la escuela había un libro para todos los niños, la maestra nos iba llamando uno a uno, salía uno a leer y cuando terminaba salía otro. En la escuela aprendí a rezar, allí hice la comunión. Con 11 años dejé de ir, mi padre y mis hermanos trabajaban en los ranchos de carbón y yo tenía que ayudar a mi madre”.
Ana María Mariscal Espinosa (alumna, nacida en 1966): “Yo vivía en la venta y allí no había niños. Recuerdo que cruzaba la carretera y me asomaba a la ventana de la escuela para verlos. Mi madre para evitar que yo cruzara habló con el maestro y aunque no tenía la edad le hizo el favor de dejarme ir a clase. Oficialmente no me escolaricé hasta 1º. Esa escuela fue muy motivadora para mí, desde entonces no he dejado de estar matriculada en algo”.
Isabel Barea Tocón (alumna, nacida en 1954): “Yo vivía en el Puerto de Valdespera. Me iba andando para la escuela con mi hermano y otros niños. La mayoría de los días no llegábamos, nos quedábamos jugando en el camino, nadie decía nada. Un día a la semana nos daban en la escuela leche en polvo, ese día no faltábamos”.
Andrés Saborido Pecino (alumno, nacido en 1953): “Como no tenía estudios mi padre habló con el maestro y le pidió el favor de que me preparara para presentarme al examen de certificado de estudios primarios. Entré en la escuela con 15 años, estuve dos años. Había niños de todas las edades. Yo vivía en la Lagunilla y me iba andando con los Moya, los Tocones y algunos vecinos más. Cuando la garganta del Cura llevaba agua teníamos que saltarla, algunos días llegábamos a la escuela chorreando y embarrados. En la escuela aprendí quebrados, raíces cuadradas, álgebra y análisis sintáctico”.
Isabel Iglesias Salas y Rosa María Iglesias Salas (alumnas, nacidas 1961 y 1962): “Nosotras y mi hermana Luz entramos juntas en la escuela en 1969. Ese año éramos muchos niños en clase, sobre unos 25 o 30. Había muchos niños mayores, se preparaban para los estudios primarios. Los grandes se sentaban a la derecha y los pequeños a la izquierda. El maestro, José López Lirios, no podía con toda la clase. Recuerdo que el maestro le decía a uno de los grandes: “¡Ponle cuentas de sumar y dividir a las niñas!”. Ellos nos las ponían y las repasaban, también nos hacían dictados. Teníamos que saber los verbos “de pe a pa”, y los ríos y las montañas. Nosotros vivíamos en el Cortijo del Rincón de Bustamante, cuando el rio llevaba agua, mi padre y Acosta, nos montaba a los cuatro hermanos en un caballo y así cruzábamos. En la escuela dábamos clases de catequesis, nos las daba el Padre Félix. Allí también hicimos la comunión”.
Paqui Pérez Rodríguez (nacida en 1960): “Yo vivía en las Algámitas. Con siete años, mi padre nos llevó en burro, a mi hermana Ani y a mí, hasta la escuela de la Polvorilla para vacunarnos. La vacuna se me infectó, aún tengo la marca en el hombro izquierdo”.
En la actualidad, después de 69 años de historia, la Escuela Rural de la Polvorilla agoniza atónita ante el abandono de las administraciones públicas, quienes dejan a merced del tiempo su pronta caída.
Me gustaría agradecer a todas aquellas personas que con sus anécdotas, datos e historias han contribuidoareconstruir un trocito de nuestra historia. Un emotivo viaje al pasado que recuerda quiénes somos y de dónde venimos. Gracias también a mi padre, por su implicación y apoyo incondicional.
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