Manuel Conejo, el maestro de Infantil que desafía prejuicios: "Al principio, algunas madres no confiaban en mí, luego me pidieron perdón"
A sus 25 años, logró meterse en el bolsillo a las familias del EI Los Alcornocales en Los Barrios, donde un docente tan joven, y además hombre, levantó suspicacias a comienzos del curso
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Los Barrios/A sus 25 años, Manuel Conejo Márquez (@profemanuu) ha roto moldes en el primer ciclo de Educación Infantil, un sector donde los hombres son aún una rareza. Antiguo educador en Los Alcornocales de Los Barrios, ha sido nominado a los prestigiosos Premios Educa Abanca, conocidos como los Goya de la Educación. Lo curioso es que sus alumnos son bebés de entre 0 y 3 años, un ámbito donde históricamente las mujeres han dominado. Pero este joven barbateño ha demostrado que cuidar y educar a los más pequeños no depende del género.
"Era el único hombre allí", explica, recordando cómo eso parecía alterar el ambiente de la escuela. No se trataba de una alteración negativa, sino más bien de una sorpresa que cambiaba la dinámica habitual. "No es que los peques se alteraran, sino que pensaban... ¡guau! Tenemos algo que nadie más tiene", añade, refiriéndose a la novedad que su presencia traía consigo en una clase de niños de 1 y 2 años.
Conejo comenzó su andadura profesional a una edad muy temprana, algo que también generó reacciones entre los padres. "Al conocerme, había madres que se quedaron desconcertadas", rememora con una sonrisa, consciente de la desconfianza inicial que pudo haber generado. "Entendible", añade, "un chaval con 24 años que esté a cargo de quince niños no es lo habitual". Sin embargo, a medida que avanzaba el curso y las familias conocían su trabajo, la percepción cambió por completo. "Al final del año, me pidieron perdón", comenta, dejando claro que logró ganarse la confianza y el respeto de las familias de sus alumnos.
Era el único hombre allí", explica, recordando cómo eso parecía alterar el ambiente de la guardería
Al preguntarle cuál es el secreto para ser un buen educador infantil, Conejo Márquez es claro: "No hay secretos. Tener don". No obstante, explica que la clave está en la manera de interactuar con los niños. "Yo creo que es la forma...", reflexiona, antes de dar ejemplos de su enfoque práctico y lúdico. Manuel no duda en tirarse al suelo o ensuciarse al pintar con sus alumnos: "Yo soy un niño del... ¡Venga, vamos a tirarnos al suelo! Y me tiro al suelo con ellos. ¡Venga, vamos a pintar! Y me pintorreo con ellos". Para él, no es solo una cuestión de enseñar, sino de involucrarse completamente en el juego.
Para Conejo, el juego es el pilar del aprendizaje en la educación infantil. "No hay otra forma de enseñarles. Ponlos a jugar y verás qué pronto pillan todo". La paciencia, añade, es otra cualidad esencial en su labor. A veces, confiesa con humor, se siente abrumado: "Había momentos en los que me entraban ganas de chocarlos. Pero es que son niños de uno y dos añitos, ¿qué más les vamos a pedir? Tendrán que corretear, gritar y demás".
Una responsabilidad enorme
Durante la entrevista, el educador habla con frustración sobre las condiciones laborales en las escuelas de 0 a 3 años. Destaca la escasez de personal para atender adecuadamente a los niños. "En la clase de un año, todos, los diez alumnos, tenían pañales", contaba. “Algunos no andaban y solo gateaban. Estar pendiente de todos es una responsabilidad enorme. Es estresante pero, al mismo tiempo, gratificante porque los veo crecer".
Según explica, su oficio está marcado por la precariedad de los recursos y el escaso reconocimiento profesional que reciben los educadores en este tramo de edad. “No somos considerados docentes, sino personal laboral”, critica. Esta distinción afecta directamente al valor que se les otorga dentro del sistema educativo, a pesar de la importancia de su labor. "No nos tienen en cuenta para nada. Es más, nosotros salimos en las noticias solo porque falta personal en los centros", añade, evidenciando el desamparo.
El educador habla con una mezcla de esperanza y escepticismo sobre el reciente anuncio de que los niños de 2 a 3 años tendrán guardería gratuita en Andalucía a partir del próximo curso. "Opino que debería ser gratuita de 0 a 3 directamente", comenta, dejando claro que, aunque ve el anuncio como un avance, aún queda mucho por hacer en términos de apoyo a las familias y a los profesionales que trabajan en este sector. Para él, este tipo de medidas son solo un primer paso hacia una verdadera conciliación familiar y laboral, un ámbito en el que, según dice, queda mucho por mejorar.
Las guarderías deberían ser gratuitas de 0 a 3 años para favorecer una conciliación familiar y laboral real
En cuanto al uso de la tecnología en las aulas, Manuel Conejo es tajante. "Yo evito las pantallas: no las quiero en clase, aunque la introducción de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) forma parte de los objetivos curriculares", afirma con convicción. Para él, el aprendizaje en las primeras etapas de la vida debe ser lo más activo y sensorial posible. "Los bebés, mientras miran un vídeo, no hacen absolutamente nada", explica. Esa misma aversión se extiende a su vida fuera del aula. "Cuando voy a un restaurante o un bar y veo la clásica mesa con los padres y el niño tan pequeño con una tablet o un móvil entre las manos, me pongo nervioso", confiesa. Le preocupa el creciente hábito de recurrir a la tecnología como una forma rápida de calmar o distraer a los más pequeños, algo que considera perjudicial para su desarrollo.
El barbateño también expresa su preocupación por la cantidad de horas que algunos niños pasan en la guardería. "Yo conozco peques que han estado hasta nueve horas y media en el centro", comenta, visiblemente incómodo con la situación. Explica que hay niños que entran a las siete y media de la mañana y no salen hasta las cinco de la tarde, lo que implica que pasan más de la mitad de su día en la guardería. Para él, ser padre implica una responsabilidad mucho mayor que delegar el cuidado y la educación en otras personas. "Ser padre no es estar tranquilo", asevera con firmeza, y añade que "no se pueden tener hijos para que los eduque otra gente", aunque reconoce las complejidades de cada situación familiar. "Entiendo que cada familia es un mundo y cada niño también es otro mundo", admite, consciente de que las circunstancias de cada hogar pueden ser muy diferentes, pero también convencido de que las largas jornadas en la guardería no son lo ideal para el bienestar de los pequeños.
"No se pueden tener hijos para que los eduque otra gente"
Conejo Márquez no habla de los niños con carga o agotamiento, sino con un cariño profundo que se refleja en cada palabra. En el EI Los Alcornocales, su aula era la de las jirafas. "Yo tenía el aula de jirafitas", cuenta con una sonrisa que delata su conexión con esos pequeños. Para él, cada alumno que ha pasado por su clase dejó una huella imborrable, tanto es así que los lleva consigo de una manera más literal de lo que cualquiera imaginaría. "Los llevo conmigo siempre: los tengo tatuados", confiesa, mostrando con orgullo una pequeña jirafa tatuada en su piel, un símbolo tangible de esos lazos que trascienden el tiempo y el espacio.
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