El colapso de un estuario
La desembocadura del río se libró del desastre del dragado, pero no de la contaminación del agua
En 2011 se produjo un hecho insólito. El equipo científico contratado por el puerto de Sevilla para que diera los parabienes al dragado del estuario entregó un informe demoledor: dragar era un suicidio. Firmaba ese informe uno de los científicos más prestigiosos en la materia, el catedrático de la Universidad de Granada Miguel Ángel Losada.
Los escritos de Losada sobre la situación del estuario del Guadalquivir son alarmantes. Añadir a los problemas que por causas naturales o por la acción del hombre tiene ya el estuario la obra de ingeniería que iba a permitir la entrada de cruceros de gran calado hubiera supuesto la muerte de toda vida en el estuario. Lo explica de forma sencilla: "Al dragar se incrementa de forma artificial la marea que entra en el estuario. Que haya más amplitud de marea quiere decir que hay más velocidad y más capacidad de resuspensión de sedimento. El del Guadalquivir es uno de los estuarios más turbios del mundo. Con tanta turbidez, no penetra la luz, no hay procesos fotosintéticos y se limita la vida". El equilibrio entre el agua salada y dulce es un potencial de vida, permite que desoven decenas de especie sin temor a los depredadores... si no contamos la depredación humana, claro. Ese equilibrio es inestable y de su éxito depende el mantenimiento de la diversidad biológica en las puertas del parque natural de Doñana.
El puerto de Sevilla, a la desesperada, se tomó un tiempo para retomar el proyecto, pero la presión de la comunidad científica internacional y de los propios tribunales enterró definitivamente el dragado. Eso no quiere decir que se haya salvado el estuario. Según Losada, el estuario se encuentra en un estado de "colapso, próximo al estado de agotamiento de recursos básicos de suelo y agua".
Esas son las malas noticias. Las que pudieran ser buenas pueden llegar de otras malas noticias para el planeta y quizá mejores para el estuario. El estuario del Guadalquivir no se parece en nada al que vio Magallanes al partir desde Bonanza hace 500 años a la busca de especias. La pequeña edad de hielo del siglo XVIII transformó el paisaje. Las aguas se retiraron, avanzaron los arenales y el hombre aprovechó para colonizar lo que había sido la puerta del mar. Ahora nos enfrentamos al calentamiento global. En un siglo se estima que el nivel del mar crecerá en torno a un metro. En ese escenario se recuperarían "llanos mareales y cambiará la morfología del estuario y la desembocadura". Si se trabaja hacia ese escenario con inteligencia, piensa Losada, se podrá recuperar el ecosistema que se está perdiendo y hacerlo compatible con la sostenibilidad de actividades económicas como la pesca y el turismo. Actuando con inteligencia...
Ejemplos de 'actuar con inteligencia'. Paseo por la playa del estuario, la playa urbana de Sanlúcar La Calzada/Las Piletas, con el biólogo Ángel Barroso entre las primeras sombrillas de la temporada de verano. Barroso rasca algo en la arena de la orilla, no demasiado. A poco más de dos dedos aparece una especie de lodo negro como el tizón. Me lo coloca en la mano. "Huele". "Puag, ¿qué es?" "Básicamente es mierda". Sigue cavando en la arena y saca una toallita húmeda. Hay decenas de ellas. "No es que la gente las tire a la playa. La gente las tira al water y acaban aquí". Esta es una de las playas de la provincia a la que la asociación Ecologistas en Acción ha concedido su bandera negra. Y vamos a seguir viendo cosas negras. Nos aproximamos al punto de tránsito de la barcaza que estos días ha trasladado a miles de rocieros. Con un tarro recoge agua de la orilla. Es negra. "¿Qué es, petróleo?" "No, no es petróleo, no huele a petróleo. Es lo mismo que has visto en la arena. Mierda. Es posible que el trasiego de estos días haya removido los sedimentos y haya subido a la superficie los vertidos de todo el año. Lo que ves aquí no es más que el producto de las aguas residuales lanzadas al mar".
La playa es apta para el baño, ya que no contiene las dos bacterias en niveles prohibidos que se analizan para autorizar que la gente se pegue un chapuzón, pero por supuesto carece de bandera azul. El Ayuntamiento se esfuerza cada año en conseguir, y lo consigue, el certificado que acredita la concesión de la 'Q de Calidad Turística', otorgado por el Instituto de Calidad Turística Española (ICTE). El ICTE no es un organismo público, sino una asociación privada dedicada a la asesoría y consultoría turística. No es una bandera azul, pero algo es algo.
Pero esa Q no puede negar lo innegable. Los análisis de Demanda Biológica de Oxígeno de las aguas de la zona superan el máximo permitido la mayor parte del año y, en algunos momentos, lo triplican. De las 24 muestras tomadas en 2016, 13 sobrepasaron los máximos legales de contaminación. ¿Cuándo no lo superan? En verano. ¿Por qué? Porque en verano no se vierten aguas residuales al mar. Es así de sencillo.
Naturalmente Sanlúcar tiene una depuradora y el agua que se vierte al mar debería estar depurada, "pero el hecho es que es una depuradora vieja, de principios de los 90, no depura. Y a esto se añaden cuatro aliviaderos que realizan vertidos masivos de aguas residuales, en definitiva, aguas fecales, cuando llueve más de diez litros por metro cuadrado. En verano estos aliviaderos se sellan y se marcan con unas grandes flechas verdes en los muros". Es Paco Oliva quien habla, representante de la Asociación Agua Pura, creada como oposición, sin éxito, a la privatización del ciclo integral del agua.
La privatización se llevó a cabo y Aqualia es responsable de todo el ciclo del agua, también de la depuradora. Desde que Aqualia se ha hecho con el ciclo, los ecologistas vienen denunciando que su gestión ambiental es deficiente. El propio Ayuntamiento abrió en 2015 cinco expedientes sancionadores contra Aqualia por incumplimientos en la concesión, uno de ellos por la falta de mantenimiento del alcantarillado. Sin embargo, Aqualia, en su carta de compromiso de calidad, asegura que realiza 3.000 análisis al año que garantizan la calidad del agua que suministra. Según Barroso, "en 2016 el Ayuntamiento, por primera vez encargó un estudio sobre los vertidos al estuario y ellos mismos comprobaron las altas concentraciones de microbios fecales en las cercanías donde vierte el emisario". Bajo la playa reposa ese chapapote que tiene origen en lo que el hombre desecha. Con el entierro del dragado el estuario no tiene garantizada su vida.
El hombre le robó 45 kilómetros al río grande
Históricamente, la acción del hombre ha transformado por completo la fisonomía del río. Hace dos siglos, el recorrido del Guadalquivir desde Sevilla hasta Bonanza, en la desembocadura, era de ciento veinticuatro kilómetros. Hoy, esa distancia se ha reducido a setenta y nueve. Seis cortas realizadas en el trazado primitivo del río entre 1795 y 1972 han permitido aproximar Sevilla al mar, con el fin de facilitar la navegación, lo que al tiempo actuó con la erosión de su litoral más cercano. El dragado del estuario, sin embargo, iba a ser la más impactante de las obras realizadas nunca por el hombre sobre el Guadalquivir. Fueron los científicos esta vez los que lograron detener un impacto definitivo.
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