Más cornadas da el virus
Las consecuencias económicas del coronavirus en la provincia de Cádiz
La suspensión de los festejos taurinos está provocando una debacle económica histórica en la treintena de ganaderías de reses bravas que hay en la provincia
Uno de los afectados, Javier Núñez, muestra su pesimismo sobre la recuperación de las corridas de toros para el año que viene y apuesta por impulsar espectáculos más baratos y por diversificar el sector mirando más al turismo
La ganadería La Palmosilla, en Tarifa, ha tenido que sacrificar ya a dos tercios de sus toros
Tarifa/Es un mastodonte negro. Un experto en tauromaquia podría precisar con facilidad si Fullero, hijo de Fullera y nieto de Tramposa, es negro listón o negro mulato, si es chorreado o bragado y si es astifino o astigordo. Pero yo lo que veo ahí al lado es simplemente un bicharraco con una cornamenta imponente que tiene su mirada fija en el Land Rover. Dicen que entre las características principales que tienen los toros están su magnífico olfato y su buena memoria. Quizás por ello Fullero huele cerca no sólo a su propietario, el ganadero Javier Núñez Álvarez, que está al volante del Land Rover, sino que percibe también la preocupación que tiene éste y que viene originada por la crisis económica tan brutal que le ha caído encima como si de una maldición bíblica se tratara.
La expansión del coronavirus provocó a principios de marzo la suspensión de todos los espectáculos taurinos, justo cuando estaba empezando la temporada. Y eso ha castigado con saña a un sector, el de la tauromaquia, del que viven unas 200.000 personas en toda España. Porque después de un largo invierno de entrenos y de preparación llegó el parón para matadores, picadores, banderilleros, subalternos, novilleros... Y después de un largo invierno de trabajo y de esfuerzo llegó la debacle económica para los ganaderos de reses bravas, un sector que desde hace siglos genera mucho empleo y riqueza en la provincia de Cádiz.
Este reportaje se podía haber hecho en cualquiera de las cerca de 30 ganaderías de toros bravos que hay en la provincia gaditana, porque no hay ni un solo ganadero al que la pandemia le haya afectado poco o nada. Ni uno. Pero nos inclinamos por conocer un poco la ganadería La Palmosilla, que el año que viene cumplirá su primer cuarto de siglo de existencia, que es heredera de un hierro histórico que estrenara en el siglo XVIII Marcos Núñez Temblador, y que ha venido haciéndose un hueco en el mundo taurino en los últimos tiempos, sobre todo tras su destacado papel en los festejos de San Fermín del año pasado, en Pamplona.
Estamos mirando cara a cara a Fullero en la finca La China, una gran extensión de 560 hectáreas que tiene su acceso en las inmediaciones de Tahivilla, a la entrada del término municipal de Tarifa viniendo por la N-340 desde Barbate. Esta ganadería tiene otra finca llamada igual, La Palmosilla, que está más cerca del núcleo urbano de Tarifa, al lado de la playa, de menor extensión y que está reservada para las vacas y sus terneros.
Si todo hubiera ido normal, Fullero no estaría hoy pastando en La China porque estaba predestinado a formar el lote de ocho toros que la ganadería La Palmosilla iba a enviar a la corrida que ya tenía contratada para la Feria de Abril de Sevilla. Se podría decir que el coronavirus le ha regalado un año de vida –o puede incluso que dos– a este morlaco nacido en 2016. Pero, paradojas de la vida, el mismo coronavirus se ha llevado por delante de manera indirecta a un centenar de compañeros de Fullero, una cifra insólita que ha hecho moverse los cimientos de esta firma ganadera.
La Palmosilla es propiedad del algecireño José Javier Núñez Cervera, quien a sus 79 años sigue en activo apoyándose mucho en sus hijos Lucía y Javier Núñez Álvarez. Este último explica que la ganadería tenía cerradas para este año una decena de corridas (las más importantes estaban en Sevilla y Pamplona), con opciones de que cayeran algunas más que estaban simplemente apalabradas. Es decir, que al año se habría matado en las plazas a unas 70 u 80 reses de este hierro. Sin embargo, a fecha de hoy, y pese a no haberse celebrado ni un festejo, esa cifra ha llegado ya al centenar de toros que han tenido que ser sacrificados en el matadero para salvar así la ganadería.
Javier Núñez lo explica todo con cifras. Y el balance es terrorífico. Porque criar y alimentar a un toro durante cuatro años, que es la edad ideal para ser toreado en la plaza, puede costar más de 5.000 euros, mientras que su paso por el matadero apenas le supone unas ganancias de en torno a 500 euros por ejemplar. Muy mal negocio, ¿verdad? Pues a esto hay que sumarle no solo lo que se ha dejado de ingresar por las corridas que estaban cerradas y que suponen el 90% de la facturación anual de la ganadería sino además el hecho de que un toro no toreado en su momento se convierte en un ejemplar casi inservible. Porque el tope de vida de estos animales está en los seis años. Al acercarse a esa edad solo tienen dos salidas: las sueltas o fiestas populares (toro embolao, de cuerda, del aleluya, etc.), donde terminan siendo sacrificados, o el matadero.
El tener que sacrificar a un centenar de toros bravos tiene además otra pérdida añadida que quizás no se tiene muy en cuenta desde fuera, y es que supone cortar de raíz muchos años de estudio sobre la genética de las diferentes familias que conforman la ganadería, cada una con sus características. Es decir, cuando un toro demuestra casta y bravura en la plaza, los Núnez rápidamente buscan a un hermano de ese astado y lo convierten en semental –esta ganadería tiene ahora a 26 de ellos– para ver si son capaces de transmitir estas mismas aptitudes a las generaciones futuras. Ahora, en esta crisis, los Núñez han salvado a los que consideran que son los ejemplares que mejor se ajustan a los objetivos que persigue esta ganadería. Pero algunos de los animales que también apuntaban alto se han quedado ya por el camino. Y es que más cornadas no da el hambre sino el virus.
La catarsis que ha traído la pandemia obligó a La Palmosilla a ahorrar costes, algo que les ha permitido no despedir a ninguno de sus seis empleados, al igual que ya hicieron en la anterior crisis económica, la que empezó por 2008. Y en ese ahorro ha sido fundamental dejar a la mínima expresión la compra de pienso. Porque este compuesto, que aporta proteínas a las reses y que se adquiere a un precio elevado (cada toro consume unos tres euros de pienso al día), se convierte en un suplemento alimenticio cuando el año agrícola ha sido malo y no hay suficiente pasto y también, o sobre todo, cuando los toros cumplen tres años, para prepararlos físicamente y que estén en forma para la temporada taurina venidera.
Casi a la desesperada el sector viene planteando algunas soluciones provisionales como, por ejemplo, retransmitir corridas sin público a través del canal específico para toros que hay en una plataforma de televisión de pago. Pero ello no convence en exceso a Javier Núñez, que cree que lo que se prevé pagar por cada toro (se habla de 1.500 euros) es poco. A cambio, él se decanta por emitir programas didácticos que ilustren el proceso de crianza del toro bravo y su día a día. Y también, de cara al futuro, se ha planteado limitar a 200 las corridas anuales a celebrar en España, otra opción que tampoco convence a este ganadero asentado en Tarifa, que considera que el 80% de esas corridas recaerá en las grandes figuras del toreo, dejando fuera a centenares de profesionales que tienen ahora menos nombre.
El panorama es desalentador y el futuro tampoco se ve muy halagüeño. Esa es al menos la opinión de Javier Núñez, que da este año por perdido y que no tiene claro que vaya a haber corridas en 2021. "La crisis continuará hasta que haya una vacuna, porque abrir una plaza de toros con su aforo al 50% no es rentable. Y además, al ser el nuestro un espectáculo de ocio, dependemos del dinero que pueda gastarse la gente", dice este ganadero de 46 años que es licenciado en Derecho y que lo tiene muy claro: "Sobrevivir a esta crisis va a ser durísimo y hay ganaderías que pueden caer; pero si en 2021 no hay toros, la debacle será total”.
Esta última reflexión le lleva a afirmar que unas de las soluciones a la crisis puede venir por un abaratamiento global del sector, desde lo que cobran los matadores de toros hasta el precio en taquilla. Y apostilla: "Si la tauromaquia la dejamos solo para la élite, será la extinción del sector".
Pero además de proponer ese abaratamiento de precios, Núñez cree que este sector debe aprovechar este momento para refundarse y organizarse. En este sentido ve clave ajustar la producción a la capacidad de cada finca y, sobre todo, buscar otras fuentes de ingreso mediante la explotación turística, una apuesta que conllevaría una reconversión laboral que acabe con la especificación de los trabajadores.
Los días siguen pasando y en la dehesa de La China Fullero continúa pastando. Junto a él se mantienen Gavilán, Entretenido, Capitán... Y más alejados de ellos, en otro grupo con querencia a otra parte de la finca, están otros afortunados que se han salvado igualmente del matadero como Cohete, Temporero, Condesito, Sorprendido, Rojillo, Currante, Cartucho... Estos dos últimos se quedarán este julio sin correr el encierro de San Fermín para el que estaban seleccionados. A ver qué pasa el año que viene. Mientras tanto optan por lanzar un bramido potente que rompe el silencio en el corazón de La Janda. Porque los toros avecinan que va a cambiar el tiempo, que se avecinan lluvias. Vaya metáfora: aún más nubarrones para un sector económico que busca como sea mantenerse en pie en medio de la tempestad.
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