El Palmar: La vida en la calle del infierno

Los vecinos de esta pedanía vejeriega no pueden más y aseguran que si el Ayuntamiento no hace cumplir la normativa en cuanto a contaminación acústica le demandará en los tribunales

El incendio de esta semana, que arrasó un chiringuito, ha encrespado aún más los ánimos

Sale ardiendo el chiringuito El Arenal de El Palmar

Ambiente al atardecer fuera de la zona de chiringuitos de El Palmar. / Germán Mesa
Pedro M. Espinosa

28 de julio 2024 - 07:00

Cádiz/Durante décadas el bien más preciado de los vecinos de El Palmar fue el agua. Ahora es el silencio. Los descendientes de aquellos colonos que bajaron de Vejer y se asentaron en esta idílica pedanía surcada por una playa kilométrica que la recorre de oreja a oreja, como si de una cicatriz se tratara, apenas si pueden recordar como era su vida antes que la proliferación de chiringuitos estridentes, y las hordas de jóvenes que acuden a la llamada de lo salvaje, convirtieran su descanso en un sueño imposible. Siempre tiene hambre de silencio, el ruido. Lo devora como si se tratara de su enemigo.

El Palmar se ha convertido en una ciudad sin ley donde las más mínimas normas de convivencia que se respetan en cualquier otro lugar de la provincia, de la región y del país, han desaparecido. Sus casi 3.000 vecinos, los que residen en la zona todo el año, hartos de que nadie ponga oídos a sus súplicas están dispuestos a todo. “Si el año que viene el Ayuntamiento de Vejer sigue sin hacer cumplir su propia normativa vamos a denunciarlo ante la justicia”, advierten desde la Asociación de Vecinos de El Palmar.

El pasado miércoles este medio visitó la sede del Centro de Barrio de El Palmar y pudo dialogar con vecinos y con los miembros de una comisión que se ha creado para intentar hacer cumplir la ley en cuanto a la limpieza y la contaminación acústica se refiere. Porque El Palmar, actualmente, es el salvaje oeste. “Lo que a nadie se le ocurre hacer en Conil o en Bilbao viene a El Palmar y lo hace”, dice un vecino. Y es que hay cuestiones tan absurdas que resultan difíciles de creer que ocurran. “En cada bajada de la playa hay carteles donde se dice claramente que se prohiben las tablas de surf y los perros. Pues llegas a la arena y hay 200 tablas y 20 perros. Hay gente que te pregunta: ¿se puede bajar a la playa con perros? Pero señora, no está viendo usted que hay un cartel que lo prohibe... Pero claro, como no hay policía, pues nada, aquí todo el monte es orégano”.

Jóvenes escuchando la música que sale de un chiringuito al atardecer. / Germán Mesa

El incendio de esta semana, que arrasó con el chiringuito El Arenal, situado en una de las zonas donde más abunda el chunda chunda nocturno, no ha hecho sino encrespar más aún los ánimos. “Si llega a hacer un poco de viento, o si los bomberos no hubieran podido controlar el fuego, esto habría sido una desgracia. Podría haber ardido medio Palmar”, dice otra vecina.

La cuestión es que, de un tiempo a esta parte, los chiringuitos con música hasta altas horas de la madrugada son la norma habitual. “Y el Ayuntamiento no vigila nada. Se supone que entre semana tienen que cerrar a las dos de la mañana, y los fines de semana, a las tres, pero no lo respetan. Llamamos a la Policía Local de Vejer y nos dicen que no pueden darnos servicio. Llamamos a la Guardia Civil y no pueden darnos servicio. Somos ciudadanos de segunda o tercera división para todos. Para el Ayuntamiento de Vejer, para la Subdelegación de Gobierno, para la Guardia Civil y para la Policía Local. Hemos perdido nuestros derechos. Ya ni siquiera podemos dormir. Hay personas mayores medicándose porque presentan un cuadro de estrés generado por esta situación. Esto es como tratar de conciliar el sueño en la calle del infierno de cualquier feria de Andalucía, pero una feria que dura desde Semana Santa hasta octubre”, dice un miembro de la asociación.

Mientras mantenemos la charla en su sede, por delante de nosotros pasan centenares de jóvenes cargados con bolsas para iniciar el ritual del botellón. “Un amigo me contaba que hace una semana a un grupo de chavales, entre los que estaba su hijo, les pusieron 200 euros de multa por beber en un aparcamiento de El Puerto. Algo que está prohibido. Aquí no ocurre eso. Aquí cualquiera abre el maletero, pone la música a todo volumen a la hora que sea mientras se bebe todo lo que han comprado y nadie les molesta. Y si les llamas la atención, ojito que encima te la estás jugando”.

El problema que subyace en El Palmar es la economía sumergida. No sólo hablamos de viviendas ilegales, sino de alquileres en negro. “En mi carril, donde hay diez chalés, sólo vivimos todo el año dos vecinos. El resto se alquilan. En una casita de tres dormitorios se meten 15 chavales, ponen música a toda leche, desde que se levantan por la mañana. Y conforme avanza la tarde, más caña le meten. Uno piensa que la apagarán en algún momento, pero llega la una de la mañana y sigue el pom pom y pom pom; y como la canción de Sabina, y nos dieron las dos y las tres y las cuatro y las cinco y no hay quien pueda conciliar el sueño”, dice otro palmeño que reconoce estar pensándose si vender la casa. “Mi pareja es de Vejer pero se fue de aquí hace tiempo. Ella tiene su casa en Jerez. Antes venía los fines de semana, pero en este tiempo casi prefiero ir yo. Le pregunto a mi vecino que si tiene la casa alquilada y a quién, y si veo la aguja mareada me quito de en medio. Ella me dice que por qué no vendo, cojo la pasta y me voy a otro sitio más tranquilo, pero es que a mí me gusta esto. Irme es como una rendición. No me gusta abandonar”, confiesa.

En los mismos términos se expresa otra vecina. “Soy la quinta generación que vive en El Palmar. Esta es mi casa. No me da la gana de tener que irme para que vengan a hacer botellón unos chavales y ganen dinero unos empresarios que no cumplen las normas”.

Como verán, todos prefieren ocultar sus nombres durante la conversación con este medio. Tampoco acceden a que les hagamos fotografías. No quieren problemas. Ymenos con los dueños de los chiringuitos. Otra de sus denuncias va precisamente encaminada hacia estos. “Cuando alguna vez ha habido reuniones en el Ayuntamiento para intentar mediar te dicen que los que estamos de más aquí somos nosotros, que ellos tienen licencia y que esto es lo que nos queda, que va a ir a peor, porque la zona más tranquila también acabará siendo conolizada por sus establecimientos. Aquí a cualquiera le dan un papel diciendo que pueden vender helados en un quiosco y al día siguiente vende mojitos, cervezas, alcohol, tabaco y pone tres altavoces a todo trapo. Esto es la jungla”.

Ni siquiera las escuelas de surf se salvan de las quejas vecinales. Cuentan que estos centros tienen derecho, a cambio de unos pocos euros al mes, de abrir un bar a su lado. “Lo que empezó siendo una barra para que la gente se tomara algo tras salir del agua se ha convertido en otro negocio posiblemente más próspero que la propia escuela. Estos bares tampoco tienen licencia para poner música, como los chiringuitos, son simplemente complementos a la oferta y de sol y playa de El Palmar, pero también se pasan la normativa por las tablas”, comenta otro vecino.

Chiringuitos, sí, restaurantes, no

Llaman la atención los miembros de la comisión antiruido en el hecho de que nadie ponga un restaurante nuevo. “Si te fijas aquí están los de siempre, el Alférez, Francisco, Casa Juan, Casa Reyes, la Venta Molina... Poco más. Ahora nadie abre un restaurante, todos vienen a poner chiringuitos cada vez más grandes, con piscinas, con camas balinesas, con varios ambientes, con DJs, con música en directo. Todo esto hasta altas horas de la mañana”.

Aseguran, además, que las sanciones municipales, en las pocas ocasiones en que se producen, son irrisorias. “A un tipo que mantiene la música alta y el garito abierto hasta después de su hora de cierre le echan 200 euros de multa. A ver, si hace una caja de 12.000 euros al día como mínimo... eso es calderilla, con eso se encienden los cigarrillos esta gente”, comenta otro afectado.

Y, lo peor, profundizan, es que ni siquiera está claro quién es el dueño de algunos chiringuitos. “Son como las multipropiedades de la Costa del Sol. Uno es el responsable desde la apertura hasta las cinco de la tarde;otro hasta las diez de la noche;y otro de ahí a la madrugada. Cuando les llega la sanción nadie se hace cargo de ella porque aducen que el sitio no es suyo. Ahora ponte a averiguar tú quién es el verdadero propietario. En teoría el responsable será quien se obtuvo la licencia, pero acaban mareando al Ayuntamiento”, comentan los vecinos.

Algunos incluso reconocen que la inseguridad no para de crecer por la inacción de la autoridad competente. Cuentan que como este año han cerrado las duchas públicas algunos se bañan en la única fuente de agua potable que existe en El Palmar, otros han llegado a sufrir el robo de un tractor, al que han echado a rodar sólo por hacer la gamberrada de ver cómo se estrella en el cercado. “Los hay tan insensatos que tiran colillas al campo y miran con cara de bobo cuando se lo recriminas”. Es la ley de la selva en este paraíso perdido de la costa gaditana.

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