Pasiones ingrávidas
Crítica cine seff09
Wild Grass. Fra-Ita, 2009, 104 min. Dirección: Alain Resnais Intérpretes: André Dusollier, Sabine Azéma, Emmanuelle Devos, Anne Consigny.
Tras su vuelta al universo teatral de Ayckbourn, Resnais ha preferido, como suele ser habitual en él, lanzarse a la aventura, tomando en esta ocasión como punto de partida El incidente de Christian Gailly, novelista preñado de la misma excitante imprevisibilidad que ha dominado toda la carrera del director de Hiroshima, mon amour. Su último filme es un nuevo cuento sobre el azar, la soledad y el desamor, pero también sobre la tensión entre la ingravidez de nuestros deseos y pasiones, y la gravidez de nuestra condición mortal, filmado de forma etérea y flotante, salpicado por algunas de las elipsis más bellas que se han visto en una pantalla en muchos años, y narrado en deslizamientos esquivos y juguetones, que siempre preservan lo más íntimo, también lo más inconfesable, de sus personajes, esas pequeñas hierbas locas del título, empeñadas en crecer incluso en lugares tan inapropiados como la minúscula rendija que queda entre dos adoquines de una calle parisina.
El fantasma de la comedia romántica de encuentros y desencuentros es aquí un espejismo, Resnais en realidad nos está hablando de otra cosa, de ese espacio entre el cielo y la tierra donde los destinos quedan suspendidos (como el bolso robado a Sabine Azéma que dispara la trama y contrapuntea la cinta), del tiempo detenido justo antes de que la ruleta de la fortuna comience a girar y nos empuje a los brazos de cualquier desconocido que inesperadamente va a convertirse en alguien imprescindible en nuestras vidas. Algo tan extraño sólo puede suceder en noches recreadas en estudio, en las que el aire es tibio, los cafés están vacíos, las personas se mueven despacio y los cines de reestreno no son locales que se caen a pedazos.
De una de estas salas, pensativo y solitario, emerge Dusollier, ignorando que Azéma le aguarda con creciente impaciencia, aún les quedará tiempo de elevarse, de atreverse con acrobacias para las que los expertos afirman que no están hechos, antes de sucumbir a su mortal gravidez, antes de convertirse en piedras con memoria, ésas que filmaba Pollet en Bassae o el propio Resnais en El año pasado en Marienbad.
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