Sigue el hilo rojo
Cómic
La búsqueda de su hija llevará al protagonista de ‘Laberintos’, de Jeff Lemire, a internarse en una extraña ruta llena de incógnitas
Hay diferentes maneras de lidiar con el dolor por una pérdida.
La que eligió William Warren le convirtió en un muerto en vida, atrapado en una estructura que él mismo había construido a su alrededor, compuesta por la rutina más absoluta, que lo llevaba a realizar todos los días las mismas acciones: Levantarse a la misma hora, trasladarse en el metro, llegar a su puesto de trabajo como inspector de obras y tras las horas pertinentes, regresar a su apartamento e intentar dormir sin esos sueños que le llevan una y otra vez a tratar de recordar el rostro de aquella que se fue para siempre, su hija Wendy, víctima infantil de una cruel enfermedad.
Su relación con las personas que le rodean se reduce a la mínima expresión, frases cortas y miradas de soslayo que dibujan el vacío que hay en su interior, ya sea con su jefe o la amable nueva vecina a la que conocerá por pura casualidad.
Y así podría haber seguido su no existencia hasta el final pero, de pronto, algo sucede. Una llamada al móvil de madrugada y, poco a poco, la constatación que pese a todo lo que ha vivido, la tragedia que sacudió su vida, tal vez su hija le esté llamando desde un lugar desconocido, tratando de darle indicaciones de su paradero.
Será ella, solo ella y su hobby, el que le dará la pista sobre lo que debe hacer. Pero antes deberá enfrentarse a una de las porciones de realidad que aún existen de su antigua vida como padre de familia, un desconfiado resquicio que no cree sus palabras, y ha elegido seguir viviendo pese al dolor. Tal vez si supera la desconfianza que transmite su actitud logre encontrar lo que busca…
Será justo entonces cuando el relato dé un giro inesperado, ya que William emprenderá la búsqueda de su hija en un laberinto que se encuentra oculto en la ciudad, a través de las calles, las avenidas, doblando las esquinas, bajo el metro… Pero no hará solo ese recorrido, ya que se va a encontrar con una ayuda inesperada, algo o alguien que aparece para servirle de guía e intentar que no se encuentre de cara con una presencia terrorífica, un ser nacido de las pesadillas, un guardián de la imposible estructura que está recorriendo.
En el texto final que acompaña a este cómic, el propio Jeff Lemire confiesa la influencia que ha sido para él la lectura de la obra del escritor japonés Haruki Murakami, que ha creado en su ya extensa obra literaria un universo muy parecido al nuestro, pero con la sutil diferencia que, cuando menos te lo esperes, puedas mantener una conversación con un gato, por citar tan solo un ejemplo.
Todo parece igual, pero no lo es.
Y también tras haber disfrutado de esta obra tan personal del autor canadiense, me viene a la memoria la Trilogía de New York, de Paul Auster, concretamente Ciudad de cristal, donde también existen esos momentos “extraños”, por llamarlos de alguna manera, que nos sumergen de pronto, sin apenas darnos cuenta, en una realidad paralela, donde van a suceder hechos totalmente inimaginables.
Justo esto es lo que le va a suceder al protagonista de Laberintos y, por supuesto, a nosotros como lectores, ya que Lemire no se limita a narrarnos una original historia nacida de su fértil imaginación, sino que recrea un auténtico laberinto en las páginas, jugando, alterando el orden lógico de estas, pero sin que por ellos nos despistemos en el camino.
Como ya conocemos por el resto de su extensa obra, la mayoría ha sido y está siendo publicada en nuestro país, Lemire tiene un especial don a la hora de transmitir los sentimientos de sus personajes, se mueva en el género que se mueva, ya puede ser increíbles universos donde existen los superhéroes, planetas muy lejanos, pueblos donde el horror surge del interior de un ominoso granero o un futuro donde tan solo unos extraños niños han parecido sobrevivir.
Muchas de sus creaciones deambulan por la vida, rotos, sin esperanza, tal como le sucede a William, el protagonista de esta historia, que tan solo despertará a una nueva realidad que le llama a gritos, tratando que acceda a ella y siga el camino que le señala (nos señala) un misterioso hilo de color rojo.
Y, ¿quién sabe? Tal vez al final de éste, justo en el centro del misterioso laberinto en el que se interna, encuentre lo que busca, esa imaginaria venda que cubra y calme el inmenso dolor que siente desde que perdió a Wendy, y poder volver a la vida, a levantar la mirada y disfrutar.
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