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Kinuyo Tanaka, al fin

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Llegan a Filmin ‘La luna se levanta’ y ‘Pechos eternos’, de Kinuyo Tanaka (1909-1977), una de las más grandes cineastas de todos los tiempos recientemente redescubierta gracias a la restauración de sus seis largometrajes.

Una imagen de Kinuyo Tanaka durante el rodaje de uno de sus seis filmes.
Manuel J. Lombardo

18 de mayo 2023 - 07:00

Si de algo ha servido que la última encuesta de la revista Sight & Sound haya situado Jeanne Dielman en el primer puesto de las mejores películas de la Historia, no ha sido tanto para afirmar la superioridad de un filme hasta ahora minoritario sobre otros de mucho más recorrido, renombre y visibilidad, ni siquiera que se haya puesto el foco en las mujeres cineastas como gesto de justicia sobre su habitual arrinconamiento en el discurso oficial, como para poner de manifiesto la ignorancia o el desconocimiento que han acompañado a los sectores más conservadores y recalcitrantes de la crítica o la academia.

Los oportunistas, indocumentados o furibundos ataques de última hora al filme de Chantal Akerman revelan sobre todo el orgullo herido del cronista (por lo general varón y de mediana edad) incapaz de acceder a otros lenguajes, narrativas y formas cinematográficas más allá del propio y limitado canon clásico o moderno en el que se habían asentado sus certezas.

Todo esto viene a cuento de otra cineasta que emerge en los últimos años como auténtica perla redescubierta y rescatada del olvido y cuya obra se inscribe en uno de los periodos más ricos y fértiles del cine japonés. Hablamos de Kinuyo Tanaka (1909-1977), una de las actrices más populares del cine nipón, rostro habitual desde los años veinte del cine de Mizoguchi, Shimizu, Naruse, Ozu o Kurosawa, pero también desde 1953 una de las contadísimas directoras de una cinematografía dominada por hombres.

Y no es sólo la cuestión de género lo que nos importa en este caso, aunque Tanaka hiciera de las mujeres y sus circunstancias en el presente o en la historia el centro neurálgico de sus seis largos como directora, todos ellos recientemente restaurados en 4K, editados en Blu-ray en un cofre imprescindible (Carlotta), puestos de nuevo en circulación por todo el mundo y recién aterrizados, al menos dos de ellos, en el catálogo de Filmin. No sólo porque Tanaka, curtida junto a los grandes maestros, confirma en cada uno de ellos, Carta de amor (1953), La luna se levanta (1955), Pechos eternos (1955), La princesa errante (1960), La noche de las mujeres (1960) y Amor bajo el crucifijo (1962), una mirada que trasciende las enseñanzas o los métodos para acercarse a sus historias y contextos con una sensibilidad particular y una variedad de formas y soluciones estéticas que la hacen merecedora de su propio lugar en todas esas listas, nacionales e internacionales, que la han olvidado hasta ahora.

Un filme como Pechos eternos (Chibusa yo eien nare, 1955) bien podría figurar por pleno derecho entre los mejores de todos los tiempos, un drama que se carga de una emoción creciente y sin parangón, especialmente en una última media hora a prueba de corazones encallecidos, a partir de la historia de dolor, emancipación, resiliencia y enfermedad de una mujer, la poeta Fumiko Nakajo, que murió con apenas 32 años justo en el momento en que su trabajo empezaba a ser reconocido en el mundillo literario. El feminismo y la modernidad de Tanaka nada tienen que ver con los lemas y reivindicaciones contemporáneas y se mueve en el contexto social y cultural del Japón de posguerra y sus conquistas civiles. Su retrato de una mujer escritora y su camino de liberación marcado por el cáncer se resuelve desde unas formas elocuentes y líricas donde cada gesto cinematográfico atesora una idea destinada a activar el pensamiento y hacer aflorar la emoción más intensa sin victimizar nunca a su protagonista. Todo lo contrario, del matrimonio roto al divorcio y sus estigmas, del internamiento hospitalario al dilatado desenlace final, Pechos eternos es capaz de articular y modular el deseo femenino como algo que va mucho más allá de los códigos del melodrama o el ‘filme de mujeres’ para reivindicar el cuerpo y la mirada de la mujer como dominios propios, ajenos a cualquier construcción externa o masculina. Un cuerpo y una mirada sobre los que se superpone la palabra poética como voz autobiográfica que los anuda e impulsa más allá de la muerte. Los pechos extirpados de nuestra protagonista (una inolvidable Yumeji Tsukioka) serán así tras su desaparición, nos lo recordaba el prólogo y lo volverá a hacer el epílogo, unos pechos para la eternidad, y la película de Tanaka una obra cumbre que tienen ya al alcance de su mando a distancia en la mejor copia posible.

Un glorioso fin de semana con Howard Shore

No son muchos los compositores cinematográficos en activo capaces de concentrar tres conciertos sinfónicos consecutivos en ese templo de la cultura francesa que es la Maison de la Radio et de la Musique de París. El canadiense Howard Shore (Toronto, 1946), autor de la memorable música de la trilogía de El señor de los anillos por la que ganó tres Oscar y colaborador habitual de David Cronenberg, Martin Scorsese o Peter Jackson, lo hacía el pasado fin de semana con tres programas completos que alternaban sus más conocidos trabajos para el cine con varias obras autónomas de concierto en una programación mixta que lo proyecta como compositor total y versátil más allá de su vertiente popular.

Colaborador del evento, Canal Arte tiene ya disponibles en su modélica web los tres eventos completos, casi siete horas de música repartida en tres sesiones y ejecutadas con impecable pulso sonoro por la Orquesta y Coro de Radio France bajo las batutas de Ludwig Wicki y Bastien Stil y con solistas de primera línea (Milos, Moreau, Kavina, Demarquette, Gasparian) para los conciertos (guitarra, piano y violonchelo), la obra coral Mass for a cappella choir y las suites de filmes como Cromosoma 3, La Mosca, El almuerzo desnudo, Crash, Ed Wood, Promesas del Este, Esther Kahn, The song of names y, por supuesto, El señor de los anillos.

Samakoto según Iñárritu: 'Travesía'

Si algo no podemos afearle a González Iñárritu y su cine es el buen gusto musical. El cineasta mejicano contó con el recientemente fallecido Ryuichi Sakamoto para la banda sonora de ‘El renacido’, y ahora le devuelve el favor en forma de disco recopilatorio póstumo (Milan Records) donde elabora su particular ‘playlist’-homenaje a partir de la vasta y siempre hermosa obra del compositor japonés, desde sus inicios techno-pop de finales de los 70 a, por supuesto, un fragmento de su ‘score’ remezclado por Alva Noto.

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