Un festival bajo la influencia

No resultaba difícil acertar con 'Lourdes' y 'Nothing personal' como las dos películas más destacadas del certamen

Manuel J. Lombardo / Sevilla

14 de noviembre 2009 - 18:47

Por una vez, y sin que sirva de precedente, estamos con el Jurado. Y es que no era muy difícil atinar con Lourdes y Nothing personal como las dos películas más destacadas, interesantes y, como apuntaba Alfonso Crespo, adultas, de la sección oficial más pobre en muchos años. Las cintas de Jessica Hausner y Urszula Antoniak, ambas, por cierto, con distribución previa garantizada, entroncan con una mirada contemporánea, no sabemos bien si femenina o no, que insufla una bocanada de aire fresco entre imágenes avejentadas o alardes de modernidad mal entendida. Uno de ellos, Transmission, se lleva el premio a la Mejor Dirección (Roland Vranik) y también el de un desatinado jurado universitario.

Se queda sin premio la inglesa In the loop, la única cinta en la que hemos visto eso que se llama “buenas interpretaciones” y una voluntad satírica que no suele ser del agrado de los jurados. Tal vez como compensación, 44 Inch Chest, más dramática y también con un sólido reparto all british, se lleva el Premio Especial.

Como también es costumbre, y conociendo el gusto por lo bizarro de Nicolas Roeg, el jurado se saca de la manga un Premio Extraordinario para la colorida e insufrible Pepperminta, un despropósito con pátina vanguardista tan caduco en el fondo como otras lindezas más contenidas o austeras del concurso.

De juzgado de guardia es lo del jurado de Eurimages, que tenía la enorme suerte de contar en su sección con las tres mejores películas del festival, dos de ellas programadas a última hora y por los pelos: Vincere, de Bellocchio, Les herbes folles, de Resnais, y Singularidades de uma rapariga loira, de Oliveira. La ceguera de sus miembros ha premiado la estulticia televisiva de la finlandesa Tears of april, una absoluta nadería que ofende a los ojos ante la exultante y moderna libertad creativa de tres auténticos maestros del cine europeo. Sin recompensa se va también el profesor Haneke, que con La cinta blanca había conseguido hacer al fin esa película de prestigio para gustar incluso a sus detractores.

Por una vez, también, el público soberano ha sido sensato al reconocer la valía de Un prophète, drama carcelario seco y contundente que competía en la monótona selección EFA. La apretada agenda nos impidió ver el documental ganador en Eurodoc, Garbo, el hombre que salvó el mundo, por lo que daremos por bueno el fallo del jurado.

Con este palmarés de luces (no muy brillantes) y sombras (alargadas) se cierra una pobre edición que pone en evidencia la desorientación de sus responsables a la hora de detectar las corrientes y tendencias estéticas más interesantes del cine contemporáneo europeo o simplemente, de marcar las suyas propias, que parecen más bien dictadas por la corrección política y el desinterés por las formas. Pese a la cantidad, no está aquí, ni mucho menos, el “mejor cine europeo del año”, si acaso el que aplauden academias o hacen circular los distribuidores habituales.

Teniendo en cuenta que las secciones EFA, Eurimages y Arte se hacen prácticamente solas desde sus respectivas instituciones, que las retrospectivas y selecciones británicas vienen montadas por el BFI, o que el Panorama Andaluz sigue siendo un cajón de sastre para atender compromisos, es muy poco el terreno que le queda a este festival para imprimir su verdadera identidad.

Que de un año de trabajo hayan llegado un puñado de cintas de segunda fila (¿dónde están, por cierto, las películas ganadoras del año pasado?), confirma que la línea emprendida parece haber llegado a un callejón sin salida en el que se repiten los defectos (buena parte de los filmes programados tienen ya garantizada su distribución, en algunos casos, inmediata, luego poca labor de descubrimiento hay) y no se mejoran las virtudes, si acaso en el apartado organizativo.

Habrá quien pueda pensar que la masiva presencia de estrellas en la edición de este año es una de ellas. Qué duda cabe que el glamour y el famoseo ayudan a la promoción del evento. En ese sentido, elegir a Inglaterra como país invitado ha sido un acierto. Estrella que confirmaba su presencia, estrella a la que se le daba su correspondiente premio u homenaje.

Que Storaro y Saura están en Sevilla, pues que salgan también al escenario. Lo malo de esta dinámica va a llegar el día en que le toque el turno a la República Checa o a nuestra vecina Portugal.

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