Escuela de vida
Los hombres no son islas | Crítica
En su nueva antología comentada, Nuccio Ordine amplía la colección de citas concebidas como "ejercicios espirituales", un paso más en su reivindicación de la "utilidad de lo inútil"
La ficha
Los hombres no son islas. Nuccio Ordine. Trad. Jordi Bayod Brau. Acantilado. Barcelona, 2022. 296 páginas. 18 euros
El reconfortante éxito de su manifiesto La utilidad de lo inútil (2013) ha convertido a Nuccio Ordine, universitario prestigioso e internacionalmente reconocido, en una especie de benéfico gurú que aboga por la revalorización de los fundamentos de la tradición humanista frente a las servidumbres de la sociedad de consumo y la mercantilización de la enseñanza. Mientras se traduce el libro que acaba de publicar en francés e italiano, donde recoge sus conversaciones con Steiner, el huésped incómodo o el invitado no deseado, como lo califica en el título, sus lectores en España pueden acceder ahora a la segunda entrega de la serie que inició con Clásicos para la vida (2016), igualmente nacida de su colaboración con el suplemento Sette del Corriere della Sera. Como entonces, los breves capítulos de Los hombres no son islas están formados por una cita escogida, procedente de clásicos antiguos o contemporáneos, acompañada de un comentario que extrae la lección oportuna. Antes, en una larga y sugerente introducción, "Vivir para los otros: literatura y solidaridad humana", que en realidad se sirve del mismo procedimiento, Ordine retoma y amplía su conocido ideario progresista, con especial énfasis en la idea de la fraternidad universal y la búsqueda del bien común.
Es un procedimiento que remite al noble arte de la glosa, aunque los términos de los que se sirve el ensayista, sencillos y moralizantes, rehúyen el esoterismo de la literatura académica para dirigirse al gran público, pues su propósito declarado se orienta a conseguir que los lectores no especialistas, estimulados por los pasajes, acudan a las obras de las que están extraídos. Él mismo se refiere con frecuencia a sus alumnos y hay en su forma de abordar los textos algo del buen docente que busca hacerse entender, también del predicador o del conferenciante embarcado en misión pedagógica. En esta faceta de casi activista, con el sólido fondo de su excelente formación y una curiosidad intelectual que no tiene fronteras, Ordine no busca ser original, elige casi por sistema a autores muy conocidos –aunque sus antologías no tienen, lo precisa él mismo, pretensiones canónicas– y elude el lucimiento en aras de la claridad. Del historiador de la filosofía Pierre Hadot toma el concepto de "ejercicios espirituales", aplicado a la lectura de los clásicos como escuela de vida, una lectura por lo tanto instrumental que no deja de lado el placer pero resalta sobre todo el carácter edificante.
El célebre y memorable pasaje de John Donne que inspira el título –"Ningún hombre es una isla, ni se basta a sí mismo; todo hombre es una parte del continente, una parte del océano...", tomado de Devociones para circunstancias inminentes (1624)– no puede ser más adecuado para nuestro tiempo de confinamiento virtual, que con el señuelo de la disponibilidad y la comunicación permanentes ha multiplicado las posibilidades de estar solos. De Donne pasa a Francis Bacon y enlaza brillantemente la imagen insular con Las olas de Virginia Woolf, donde las evoluciones individuales acaban fundidas en el mar indistinto. Séneca, Cicerón, Montaigne, Shakespeare, Xavier de Maistre, Tolstói y Saint-Exupéry son otros de los autores citados –junto al persa Saadi de Shiraz, quien en El jardín de las rosas (1258) dejó dicho que los seres humanos han sido "creados de la misma fuente", de modo que el sufrimiento de uno nos atañe a todos– en una introducción generosa, aunque algo deslavazada. A continuación, en la antología propiamente dicha, se encadenan los autores y las citas con subtítulos elocuentes como "El conocimiento no puede estar sometido al provecho" (Aristóteles), "Una doctrina no se defiende matando a un hombre" (Castellio), "El viaje más bello es la lectura" (Dickinson) o "Vivir es tomar partido" (Gramsci). La sucesión, ciertamente variopinta, no sigue un orden cronológico ni sigue orden ninguno, de modo que los capítulos pueden espigarse a capricho, pero el conjunto aparece cohesionado por el denominador común de una visión humanitaria que habrá quien califique –horrible palabra– de buenista. La bondad, de hecho, en el sentido que se refiere, como precisaba el mencionado Bacon, a "lo que los griegos llamaban filantropía", sin la cual "el hombre resulta un ser atareado, despreciable y miserable, no mejor que cualquier clase de gusano", desempeña un papel relevante entre los valores defendidos por el ensayista, entre los que se cuentan también el cultivo de la memoria, la compasión y el pensamiento crítico. Frente a la deshumanización y el individualismo exacerbado, frente a la intolerancia y la xenofobia, Ordine propone extraer de los clásicos una formación genuinamente cívica, que tenga en cuenta no sólo el crecimiento personal –como enseñan los libros de autoayuda– sino el beneficio de la comunidad sin la que no somos nada.
Un orbe de símbolos
Al margen de su obra divulgativa, Nuccio Ordine es un reconocido especialista en el arte, la filosofía y la literatura del Renacimiento, en particular del pensamiento de Giordano Bruno a quien ha dedicado varios trabajos y una valiosa monografía, El umbral de la sombra (2003), publicada en España por Siruela. Casi al tiempo que Los hombres no son islas, Acantilado ha dado a conocer una espléndida muestra de su labor investigadora, Tres coronas para un rey (2011), donde el profesor italiano aborda los significados ocultos tras el famoso emblema de Enrique III de Francia, último monarca de la Casa de Valois. Las enigmáticas tres coronas, una de ellas sobre cielo estrellado, le sirven como punto de partida para una apasionante aproximación a la emblemática y la iconografía del siglo XVI, en un recorrido que se extiende a la convulsa política de aquella Europa marcada por el choque de las ambiciones imperiales y las guerras de religión. Heredero de Frances Yates, la gran historiadora inglesa del Instituto Warburg, Ordine ha proseguido una labor que el prologuista de Tres coronas, Marc Fumaroli, relaciona con el "redescubrimiento del mundo de las imágenes simbólicas y la dimensión mágica de la palabra". Dedicado a Umberto Eco y George Steiner, "presencias queridas", el libro llega a los lectores españoles cuando ellos y el propio Fumaroli –tres maestros inolvidados– son ya sabios de otro tiempo.
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