Salvada por Wahlberg

El milagro del padre Stu | Crítica

Mark Whalberg, en 'El milagro del padre Stu'.
Mark Wahlberg, en 'El milagro del padre Stu'. / D. S.

La ficha

*** 'El milagro del Padre Stu'. Drama, EE UU, Dirección y guion: Rosalind Ross. Música: Dickon Hinchliffe. Fotografía: Jacques Jouffret. Intérpretes: Mark Wahlberg, Mel Gibson, Jacki Weaver, Teresa Ruiz, Annet Mahendru, Winter Ave Zoli, Ronnie Gene Blevins, Alain Uy, Ned Bellamy, Niko Nicotera, Malcolm McDowell, Carlos Leal, Mathew Trent Hunnicutt.

Una historia de redención cien por cien americana. Stuart Long (1963-2014), crecido en una familia desestructurada en parte a causa de la trágica muerte de su hermano menor, estudiante aventajado que se licenció en Lengua y Literatura Inglesa y deportista completo que llegó a obtener importantes trofeos en boxeo hasta que se vio obligado a abandonarlo a causa de una lesión entrando en una autodestructiva pendiente de la que le salvaron -paradójicamente- un afortunado encuentro con una mujer y un desafortunado accidente de tráfico. El ateo descubrió la fe y se hizo creyente, el pendenciero se hizo sacerdote y el antiguo Stuart Long se convirtió en el padre Stu, fuertemente comprometido con la ayuda a los últimos y más desfavorecidos. Pero ahí no acaba la cosa. Para que la historia fuera más americana faltaba una enfermedad. Y Stu contrajo una rara dolencia degenerativa que al final -tras servirse de ella para dar un impresionante testimonio- acabó con él cuando contaba 51 años.

Mark Wahlberg, que no tuvo ni una infancia ni una juventud fáciles y vivió una historia de redención en la que la religión jugó un papel importante, se sintió tan identificado con este personaje que peleó -incluso arriesgando su dinero en ella- hasta poner en pie la producción con la ayuda de Mel Gibson: además de ayudarle a buscar la financiación Gibson interpreta al padre del protagonista y Rosalind Ross, su mujer, escribe el guión y la dirige debutando como realizadora y casi también como guionista, dada su breve filmografía consistente en un cortometraje y un episodio televisivo.

Wahlberg, lógicamente, se reserva el papel protagonista. Afortunadamente porque su intensa interpretación, que incluye una de esas sacrificadas transformaciones físicas que tanto estimulan a los actores dados al más difícil todavía, es la razón de ser y la razón de ver (que en cine son lo mismo) esta correcta película cuyo mayor hándicap es precisamente la corrección a la que se le escapa la hondura de la experiencia religiosa.

Está bien cuando se centra en la vida de Stu antes de su conversión y en su sobria y nada melodramática mirada a los inframundos en los que se mueve el protagonista. Están igualmente bien las interpretaciones secundarias de Gibson (el padre, una de esas interpretaciones fuertes de un carácter autodestructivo y violento que tanto le gustan), Jacki Weaver (la madre), Teresa Ruiz (la joven que marca el inicio de su conversión) y -¡sorpresa!- Malcolm McDowell (un sacerdote). Pero se queda corta al tratar de la emoción de la experiencia religiosa. Quizás por la inexperiencia de la guionista y directora, quizás por la influencia de Gibson echando una mano a su inexperta esposa, tan preocupado por lo religioso a su peculiar manera como incapaz de filmarlo con convicción. Queda una historia real interesante, una muy buena interpretación de Wahlberg y una correcta película de sobremesa de fin de semana.

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