Alejandro Talavante se reencuentra junto a la Giralda
El torero pacense corta dos orejas tras una faena muy expresiva · El Juli consigue un trofeo del primero · El Cid fue ovacionado en el sexto · La corrida de El Ventorrillo, muy variada en presentación y juego
Mientras un individuo pisoteó la Giralda tras descolgar un cartel antitaurino el pasado viernes, un torero se reencontraba ayer consigo mismo muy cerca del monumento sevillano, concretamente en el albero de la Maestranza. Llegó Talavante junto al Guadalquivir con el peso de esa tremenda carga que fue el fiasco de su corrida en solitario en Las Ventas el pasado Domingo de Resurrección. Se le notaba hasta en el serio semblante al término del paseíllo. Sabía lo que se jugaba porque tampoco le había ido bien en Fallas. Y a Talavante, al que se le ha exigido desde el primer momento que debía ganar la batalla a las figuras, le daban algunos por muerto. Y el muerto, dicho con todo respeto -porque más de uno confiamos en que este torero tiene cuerda para largo- resucitó bajo esa Giralda que presenció una faena muy expresiva artísticamente, a golpe de sentimiento, una faena que no fue maciza, sino una sucesión de retazos de orfebrería cara, una faena preñada de sorpresas. Las dos primeras series con la diestra alertaron al público de que algo grande se avecinaba. En la segunda de ellas intercaló un pase del desprecio, que fue un auténtico cartel de toros. Con la izquierda, naturales sueltos de muchos kilates y gran suavidad. Rugió la plaza con ese mosaico variopinto y con un kikirikí, pura filigrana, de manos bajas, con aires de ayudado y trincherazo, que a partir de hoy podría bautizarse como la talavantina. El público, enloquecido, no dudó en la petición de dos orejas, tras una estocada arriba, que fueron concedidas de inmediato. El pacense tenía entreabierta la Puerta del Príncipe, pero el ofensivo sexto, el peor toro del variadísimo encierro de El Ventorrillo, llegó rebrincado a la muleta, mirón por el pitón izquierdo y soltando hachazos por el derecho. Talavante se desengañó de inmediato y cortó por lo sano. El sueño se evaporaba. Pero un torero al que muchos han querido enterrar, renacía de sus cenizas en la Maestranza. Este triunfo es una una inyección de moral de cara al próximo jueves en el coso del Baratillo y a su paso por San Isidro, donde deberá marcar su cotización.
El Juli cortó una oreja, sin petición mayoritaria, al toro que abrió plaza por una faena de entrega y arrebato. El madrileño cinceló una preciosa media verónica en el saludo capotero y arriesgó mucho en un ceñido quite por chicuelinas. Con la muleta, metió en el canasto al toro en la segunda tanda, en la que enjaretó los derechazos, de mano baja, en una baldosa. En la siguiente se deslució con un par de enganchones. Al natural no consiguió cobrar altura, por las reiteradas coladas del astado. El cierre de la faena fue muy emotivo, con el público coreando una serie diestra en la que prevaleció la firmeza, con trincherazos acompañados de oles. A pesar de una estocada caída, con un feo salto en la ejecución, el público, ayer muy receptivo, solicitó un trofeo, que fue concedido. Al cuarto, que se rajó pronto, el madrileño le buscó bien las vueltas. Lo recibió con buenas verónicas. Y picado ante el triunfo de Talavante, brindó al público y fue a por todas. El comienzo fue muy vibrante. Como un poste dio media docena de muletazos por alto sin pestañear. Luego, dos buenas series con la diestra. Pero no hubo mucho más, porque el toro se rajó de inmediato. Por el izquierdo tuvo que robarle los pases. Aguantó mucho por el derecho. Brilló en varios pases de pecho. El público comprendió las dificultades del astado y acabó enloquecido ante la entrega y seguridad del madrileño. El toro llegó a la suerte suprema con ganas de echarse. Así lo apuntó cuando El Juli intentaba cuadrarle. Era difícil de matar. Lo consiguió el espada tras tres pinchazos y una estocada. Sin tener en cuenta eso y que la Maestranza es una plaza de primera categoría, el torero se marcó una desahogada vuelta al ruedo por su cuenta.
El Cid estuvo como descentrado ante su primero, que lo desarmó en una ocasión por el pitón izquierdo. La faena no transmitió lo más mínimo al público. Ante el sexto, en un despiste cuando lanceaba, se dio la vuelta sorprendentemente en el recibo de capa. La faena fue de más a menos. Comienzo volcánico, de lejos, con largos muletazos. En la segunda se permitió un cambio de mano, también dentro de una serie en la que imperó la ligazón. Luego, otro puñado de derechazos de buen tono. Sonaba la música y el público, entusiasmado. Pero en la siguiente tanda el toro le desarmó y la Banda de Tejera paró en seco. Cuando el saltereño se echó la muleta a la izquierda, ya nada fue igual. Con la izquierda no pudo lucirse y hasta le protestaron un desplante de rodillas. Estocada. No hubo petición mayoritaria y El Cid recogió una ovación sin querer dar la vuelta al ruedo.
Con un público muy predispuesto y distinto -¿por ser fin de semana?- la Puerta del Príncipe estuvo a punto de abrirse por un torero que al término del festejo ya tenía otro semblante y mucha más moral para su próximo compromiso, que tendrá lugar el próximo jueves aquí mismo, en la Maestranza, muy cerquita de la Giralda, donde Talavante se reencontró con una faena muy expresiva artísticamente.
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