Marga Gil, crepúsculo de un amor

El crítico de arte Sáenz de Varona analiza la historia que hay detrás de la exposición de Blanca Orozco en Algeciras hasta final de mayo 'No lo leas ahora', que rinde homenaje a una gran artista

Dibujo para el cuento "El niño de oro". Marga Gil Roësset 1920.
Dibujo para el cuento "El niño de oro". Marga Gil Roësset 1920.
Eduardo Sáenz De Varona

26 de mayo 2015 - 05:00

Marga (Margarita) Gil Roësset nació el 3 de marzo de 1908 en Madrid. Era hija de Julián Gil Clemente, general de ingenieros, y de Margot Roësset Mosquera descendiente por rama materna de gallegos ilustres, cuyos orígenes se remontan a 1673, y por la paterna de un ingeniero francés que vino a nuestro país en la primera mitad del siglo XIX a realizar las instalaciones ferroviarias de Portugal a España. Del matrimonio de Julián Gil y Margot Roësset nacieron: Consuelo, Marga y dos varones.

La esmerada educación de Margot le sirvió para volcarse en la de sus hijas lo que hizo de las niñas dos criaturas extraordinarias que deslumbraban al Madrid cultural de la época. Marga nació muy enferma. Pero el tesón de su madre y el convencimiento de que por medio del amor podía sacarla adelante la salvaron.

Su madre Margot era bellísima. En los estrenos de la ópera, las otras señoras esperaban verla entrar para admirar sus modelos. Tenía una expresión seria y profunda, y era muy religiosa. Siempre procuró rodear a sus hijas de lo mejor, y así, para que aprendieran a dibujar, las llevó al estudio del famoso pintor José Mª López Mezquita (1883-1954) que enseñaba a Consuelo y se limitaba a contemplar asombrado lo que Marga hacía.

Las dos hermanas hablaban cuatro idiomas, viajaban, asistían a conciertos, escribían y dibujaban. La relación de Marga con su madre, quizá por la enfermedad infantil, era especialmente tierna. A los siete años -es lo primero que se conserva de ella- escribió e ilustró un cuento para su madre que es la primera prueba de un talento extraordinario que quedó patente con la publicación, en 1920, de un cuento de su hermana, El niño de oro, editado e ilustrado por ella a la edad de 12 años.

En la historia del arte, que nosotros sepamos, no se conoce ningún caso similar de dibujos perfectos, originales, y de trazo y factura absolutamente seguros en una criatura de esa edad. En 1923, en París, ambas hermanas publicaron otro cuento, Rose des Bois, en cuyos dibujos llegó Marga, que lo realizó a los 13 años, a un barroquismo de diseño, trazo y elaboración sin precedentes en una niña de su edad. Dio un giro absoluto y se dedicó a esculpir. Su madre, entonces, y continuando con su deseo de rodear a Marga de lo mejor, la llevó al estudio del escultor Victorio Macho (1887-1966) autor, entre otros muchos, del monumento a D. Benito Pérez Galdós en el Parque del Retiro de Madrid, quien se negó a darle clases por no estropear su talento creativo. Era, por tanto, completamente autodidacta.

En sus dibujos los críticos de la época veían influencias de tal o de cual ilustrador pero la única influencia en los dibujos de Marga era la de los que veía en los cuentos que leía. Algunos de ellos fueron casi copiados por Antoine de Saint-Exupéry(1900-1944) para su obra El principito.

Pero en sus esculturas, ahí ya no les fue posible encontrar influencias: todos coincidieron en que era única, distinta, genial. En palabras del famoso crítico de arte y escritor José Francés(1883-1964) en la revista de Madrid La Esfera, como escultora Marga ES.

Y debía de trabajar y trabajar, solo trabajar. La cantidad de obra que se conserva, pese a haber destruido la mayor parte el día que murió (se deshizo incluso de las fotografías de sus esculturas) es insólita.

En 1930, a los 22 años, presentó Adán y Eva a la Exposición Nacional y fue un enorme éxito. Nadie se explicaba cómo era posible que aquella muchachita pudiera esculpir así. Ya era una gran escultora de vanguardia.

Después... conoció a Juan Ramón Jiménez (1888-1958), en los primeros meses de 1932 (ya siendo pequeña le había llevado un cuento con su hermana a su mujer Zenobia Camprubí (1887-1956), a la que admiraba --no olvidemos que Zenobia era la traductora de Tagore, y las niñas, claro, leían a Tagore-, pero no la trató.

En 1932 y en un concierto la ya retirada soprano Olga Bauer-Pilecka(1887-1941) los presentó. Marga decidió de inmediato hacer un busto de Zenobia y lo hizo. La pasión de aquella frágil criatura que esculpía en granito y en piedra (caso totalmente inusual en una mujer de su época), continuamente herida por las esquirlas que le saltaban, se volcó en un hombre hiperestésico que no se dio cuenta y no calibró lo que desencadenaba con su coqueteo continuo, contenido y medido, que practicaba siempre con la legión de jovencitas de talento que le frecuentaban con su beneplácito y con el de Zenobia. No vio que Marga era distinta: era un genio, era pasión, y se le fue de las manos su paternal y coqueta tutela.

Marga no admitió que le impusieran su forma de producirse con el poeta, como nadie le había impuesto su forma de dibujar o esculpir. No quiso vivir y no vivió. Por eso aquella fatal mañana del 28 de julio de 1932 tras pasar por la casa del futuro premio nobel le entregó un sobre que contenía su diario con estas palabras "no lo leas ahora" y dirigiéndose a casa de su tío Eugenio, en Las Rozas, tomó la pistola de su abuelo y se disparó un tiro en la sien. Tenía 24 años.

La falta de visión de Juan Ramón Jiménez, la falta de sensibilidad que, con sus 51 años, le impidió cortar aquel amor cuando surgía y apartarlo, que le impidió ver lo que aquel amor podía llevar a hacer a Marga, todo ello unido al genio de Marga y a lo que un talento así puede marcar y desequilibrar a una muchacha de 24 años, nos robó gran parte de su obra ya realizada, y nos privó de todo lo que podía haber hecho en un periodo de vida normal.

Juan Ramón diría después "la muerte de Marga ha descompuesto mi vida" y le dedicaría una semblanza en su obra Españoles en tres mundos y varios poemas.

Tú sufrimiento, muerta tú / se ha quedado expandido sobre mí, / como el rojo del sol / después de puesto, por la tarde / Sentimiento sordo, profundo, concentrado, inmenso como el rojo / de la puesta de Sol en un crepúsculo eterno. (De Juan Ramón Jiménez titulado Marga Gil Roësset).

En Las Rozas en el cementerio antiguo, no sabemos dónde, porque una bomba durante la guerra civil cayó allí y destruyó únicamente su tumba, reposa junto a sus padres Marga Gil Roësset, que dejó de vivir por su propio deseo el 28 de julio de 1932. "De ahora en adelante, cuando se hable de la escultura española, hay que citar el nombre de Marga Gil Roësset y el arte de Marga. " (Dijo de ella el famoso crítico de arte José Francés, antes citado).

En cuanto a agradecimientos: Ana Serrano Velasco, la mejor conocedora de la vida y obra de Marga y de cuya página he extraído la mayor parte de los datos para este artículo. A la artista Blanca Orozco Sambucety por el homenaje que rinde a Marga en su muestra No lo leas ahora y que se puede visitar en el Centro Documental José Luis Cano de Algeciras hasta el 31 de mayo. Respecto de esta exposición se puede ver mi artículo Lo de Marga y la exposición de Blanca Orozco en Algeciras publicado en Europa Sur el 8 de mayo de 2015.

Eduardo Sáenz de Varona es Doctor en Derecho y Miembro del Instituto de Estudios Campogibraltareños .

stats