Pasión toca el cielo de Carlos Cano
El Teatro Real de Madrid acogió en la noche del lunes la presentación del disco 'Pasión por Cano'
Si es que existiera, el cielo de Carlos Cano sería, algo así, como un gran lienzo blanco y verde. Si es que existiera, el cielo de Carlos Cano estaría al sur, siempre al sur, girando en la segunda estrella, a la izquierda. Si es que existiera, en el cielo de Carlos Cano no se rendirían cuentas a los independientes, a los tremendamente libres, a los andaluces tristes. Si es que existiera, el cielo de Carlos Cano sería visitado por Pasión Vega, toda de rojo, toda voz de terciopelo y seda, durante una noche bonita en el Real. Cantando a Andalucía desde Madrid. Si es que existiera, la cantante andaluza, tan de Málaga, tan de Cádiz, tan marinera, lo tocó el lunes en la joya que se levanta en la plaza de Oriente durante la presentación de su disco Pasión por Cano. Un tributo a un ángel creativo libre. Un tributo a Andalucía.
"Si estuvieras en el Falla se te venía abajo". Desde el paraíso del Real una señora, cuyo acento le libraba del delito de chovinismo, ponía voz al sentimiento del público más caliente del coliseo. Pasión tocaba el cielo este lunes con las canciones del granadino que emocionaron y la emocionaron. Porque la intérprete de sonrisa eterna, paradigma de la corrección y el dominio, lloró. Llanto que ignoraba al rímel corrido y a la voz temblorosa. "No se pueden imaginar ustedes... Esto es tan emocionante para mí que casi no me salen las palabras", confesaba entre lágrimas. Brazo arriba, índice que apuntaba al cielo, como gritando en silencio un "por ti, Carlos".
La artista protagonizaba un concierto que fue un portal entre mundos, un portal que estuvo abierto cerca de dos horas y que se abría claro, grandioso, con la ayuda de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (aunque en el disco es la Orquesta de la RTVE la que acomete la tarea) y la banda de Pasión por Cano con José Mena a la batería, Kike Arza con bajo y contrabajo, Kike Fuentes con las guitarras, Sacha Soriazu al piano y teclados, y Ricardo Rivera con guitarra portuguesa, buzukis y española, con la que el gaditano firmó un extraordinario intermedio metiéndose por América, saliendo por Cádiz, una guitarra como puerto de mar... Una puerta al cielo de Carlos, si es que existiera, que atravesaba inaugural la cantante con Danzón de corazón.
Pasión hizo su magia con tesituras, con justas florituras (ni más ni menos) con algún elemento teatral, pero sobrio, ya que el montaje parece apostar por el peso del texto de las canciones, por la sensibilidad sencilla de Carlos Cano, cercana pero revolviéndose contra lo vulgar (¿no reside ahí su esencia?). Aún así, algún detalle efectivo y efectista se apropiaba de la escena por momentos. Algún pequeño recitado y, sobre todo, un mantón con el que la intérprete se arropaba pero que también servía de lienzo donde proyectar algunas imágenes. La primera, la más aplaudida, el propio rostro de Carlos Cano antes de que Pasión abriera para el público la Alacena de las monjas. Sábana santa de las músicas del alma donde se aparecían también La reina del blues, Billie Holiday, y el malagueño Dormido entre rosas, Miguel de Molina.
Se sucedían las perlas de Carlos Cano, un tesoro bien tratado en las versiones de Pasión por Cano ya que, como se demostró en el concierto, Fernando Velázquez, productor y compositor que dirigió a la orquesta de la Comunidad de Madrid en el espectáculo, también opta por la sencillez y la elegancia. Sonata de la luna de Marrakesh y El último bolero, aplaudidísimo, tanto que lo repitió para poner fin al recital, dieron paso a la propina con la que cerró la primera parte, La bien pagá.
La reconversión naval en Puerto Real, el sol por Antequera, los pieles rojas que se van pa jolivú... Las murgas de Emilio el Moro estallaban simpáticas para contar "las jambres de Andalucía"; el lamento de una mujer que esconde, quizás, el lamento de un pueblo con María la Portuguesa (el público rendido a sus pies); una Luna de abril con lugar y fecha en el calendario de las revoluciones, Portugal, 25 de abril del 74...; Esperando las golondrinas o la desesperación del que espera ("donde no estás tú, la vida se convierte en una copla"); la tragedia del anarquista José Pérez Ocaña, Romance a Ocaña; la nana de Aires de cuna dedicada a "la persona que mejor ha cantado a Carlos Cano, María Dolores Pradera", sentenciaba Pasión que ha grabado este tema con la señora de la canción en su disco... Una tras otra... Pasión le echaba oficio, clase y corazón, y el respetable le respondía. Respondió, también, con alabanzas al tema con el que, oficialmente, concluía la noche. El único tema inédito del disco, una canción de doliente hermosura del compositor Antonio Martínez Ares, Soy del Sur, un himno que no deja títere con cabeza, peleón y comprometido, donde el gaditano se mete en la piel del granadino para cerrar su canción con un estremecedor "que sigo vivo".
Pasión Vega y Fernando Velázquez salían y entraban de la escena en repetidas ocasiones. Ojos verdes fue la esperadísima propina. Aplausos y más aplausos. Vuelta a entrar y vuelta a salir. "¿Nos queda alguna?", reía Pasión. El público contestaba al segundo: "¡Las habaneras de Cádiz!". Y el Real se convirtió en malecón y un coro cantaba en la plaza, y todo era Cádiz y la Catedral... El Cádiz amado de Pasión Vega y de Carlos Cano... Cariños de ida y vuelta. De Málaga y Granada a Cádiz. De Cádiz a América. De Madrid a Andalucía. De Andalucía al cielo. Al cielo de Carlos Cano, si existiera. Y vuelta.
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