Un Robinson del siglo XXI

Manuel J. Lombardo

14 de agosto 2011 - 05:00

Drama, España-Alemania, 2010, 94 min. Dirección y guión: Pedro Aguilera. Fotografía: Arnau Valls. Música: Juan María Walker. Intérpretes: Solo Touré, Kandido Uranga, Álex Merino, Ramón Barea, Julio Perillán, Iñake Irastoza.

Pedro Aguilera se daba a conocer en el cine español para alinearse junto a una nueva generación de cineastas (Lacuesta, Rebollo, Álvarez, De Orbe, Serra, Villamediana...) que marcaban distancias con los modos de la producción industrial a partir de una renovada apuesta formal en sintonía con cierto cine de autor festivalero. Avalado por el mexicano Carlos Reygadas, La influencia, su primer largo, asumía una estética minimalista y silenciosa para esbozar un singular retrato de familia (en crisis) en el que resonaban los ecos del Kore-eda de Nadie sabe.

En su segundo largo, Aguilera se acerca a un asunto de amplia tradición en el cine español reciente, el del inmigrante y sus dificultades de integración en la sociedad (véanse Las cartas de Alou, Bwana, Poniente o El dios de madera). Sin embargo, el director se distancia del retrato social al uso y opta por una mirada oblicua, simbólica e impresionista que no busca tanto subrayar el tema o la denuncia como eludir el no menos sobado e ingenuo argumento del acercamiento al otro a partir del respeto cultural.

El problema es que, a pesar de su clara voluntad diferenciadora, Naufragio no consigue conciliar nunca su voluntad estilística, titubeante y algo caduca por cierto, su dimensión mágica o su acercamiento físico (el cuerpo como mapa de sensaciones o el paisaje como abstracción) con el tosco y chirriante tono prosaico que acompaña a numerosos personajes secundarios, ya sean éstos intérpretes no profesionales de los invernaderos almerienses o actores más conocidos en los parajes del País Vasco, que rodean a nuestro misterioso y silente protagonista, un explícito Robinson negro del siglo XXI que Aguilera pretende emparentar en vano con mitos y leyendas ancestrales.

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