"En Rumanía no existe oposición: solamente existe el enemigo"

La premio Nobel de Literatura de este año, Herta Müller, habló en Estocolmo sobre su país natal y los conceptos de hogar y muerte, tan presentes en su obra

La escritora rumana, durante la rueda de prensa que ofreció en la Academia Sueca.
La escritora rumana, durante la rueda de prensa que ofreció en la Academia Sueca.
Efe / Estocolmo

09 de diciembre 2009 - 05:00

Rumanía, hogar y muerte fueron los tres ejes sobre los que giró la rueda de prensa que la ganadora del Nobel de Literatura 2009, Herta Müller, ofreció en la Academia Sueca, donde afirmó, un día después de las elecciones en su país, que "en Rumanía no existe la oposición, existe el enemigo".

Müller, nacida en 1953 en Nytzkydorf (Rumanía), todavía se estremece al ver la sombra de la dictadura comunista de Nicolai Ceaucescu, la misma que le ha impulsado a canalizar su dolor a través de un corpus literario que, con títulos como La piel del zorro o La bestia del corazón, se ha hecho con el máximo honor de la Letras.

Rumanía celebró ayer sus elecciones generales, pero Müller sigue sin verle el rostro a la democracia. "Todavía hay un gran legado de la dictadura. No podemos hablar de cambio, sino de restauración. Un 40% de la gente que trabajaba en la Securitate sigue trabajando en lo mismo".

"Rumanía necesita una sociedad civil, y aún no la tiene. Vive una mezcla de desorientación y brutalidad que son resquicios de la dictadura. Y no se ha aprendido a discutir. No existe oposición, sino enemigo. Así no se puede luchar contra la corrupción", aseguró.

"No estoy a favor de la pena de muerte, pero deseé la de Ceaucescu durante veinte años", concluyó.

La muerte, sin duda, planea sobre gran parte de su obra. Una muerte como ritual, una presencia que produce miedo y parálisis en una sociedad que parece inerte.

"De esas camas la abuela dijo un día que eran ataúdes, y de los que yacían dentro que eran muertos. Y al decirlo pensó que yo no entendería la palabra. Y yo la entendí sin haberlo oído nunca antes", escribía en En tierras bajas, su primera obra,censurada en Rumanía.

Entre un país y otro, Müller sigue siendo hija del desarraigo: "Mi casa era mi casa, pero si eres perseguida, si estás asustada, no tienes sensación de hogar", explicó. La vida de una familia como la suya que espera los visados para trasladarse a Alemania quedó plasmada en El hombre es un gran faisán en el mundo. "Todo el mundo tiene necesidad de pertenencia a algo. Jorge Semprún decía que la lengua es un hogar, pero yo no estoy de acuerdo. Será porque tanto nacionalsocialismo como comunismo han abusado mucho de algo como el hogar y como la lengua", explicó Müller, cuya vida sufrió las embestidas de una y otra ideología.

Aunque desde 1987 Müller vive en Berlín y escribe en alemán, la escritora sigue atrapada por su pasado rumano, pues la inspiración para su obra han sido sus mayores sufrimientos.

"No quería ser escritora, simplemente necesitaba escribir. Cuando escribía un libro pensaba que era ya todo lo que tenía que contar. A los dos años, en cambio, me volvía a recorrer la necesidad de expresarme", aseguró.

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