Siempre gana la banca
Crítica de Cine
ALTAMIRA
Drama, España-RU, 2016, 97 min. Dirección: Hugo Hudson. Guion: Olivia Hetreed, José Luis López-Linares. Fotografía: José Luis Alcaine. Música: Mark Knopfler, Evelyn Glennie. Intérpretes: Antonio Banderas, Rupert Everett, Golshifteh Farahani, Nicholas Farrell, Irene Escolar, Tristán Ulloa.
Altamira no puede disimular nunca aquello que más detestamos del cine, a saber, su condición de película publirreportaje, de película-anuncio, de película de film-commission, de carísima cinta de encargo en la que todos los elementos, desde el director (Hudson) a la estrella (Banderas), desde el responsable de la fotografía (Alcaine) al músico (Knopfler), desde el formato academicista a los escenarios naturales de postal, de la historia (basada en hechos reales) a su moraleja para el presente, responden a un diseño que poco tiene que ver con el cine y sí mucho con las estrategias de negocio, la promoción turística, la deuda con los productores y un cierto desahogo colectivo disfrazado de profesionalidad en aras del (falso) prestigio cultural.
Pagada por la familia Botín a mayor gloria de la hagiografía familiar bajo el pretexto del descubrimiento en 1879 de las famosas cuevas rupestres y sus bisontes (animados) por el incomprendido y visionario Marcelino Sanz de Sautuola, Altamira se refugia en los ropajes del costume drama más apolillado para jugar a un falso mensaje (patriótico pero en inglés) sobre la tenacidad y la lucha contra los elementos de la reacción (ya saben, ciencia vs. religión) cuanto todo en ella es, precisamente, profundamente conservador: unas formas ridículamente anacrónicas y aseadas hasta lo anestésico que convierten el filme en una apuesta segura no tanto para la tradición del europudding como para el Centro de Interpretación de las Cuevas de Altamira o el Museo de la Autonomía de Cantabria.
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