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"Hasta ahora, que se sepa, el futuro no nos ha legado nada bueno"

Entrevista | Tito Muñoz, poeta

Alabado por Serrat y Sabina, presenta este viernes en el Café Central de Algeciras (20:00) su último poemario, ‘El Gran Strómboli’, con la editorial Renacimiento

Tito Muñoz, poeta. / Marina Rosado
Marina Rosado

08 de abril 2022 - 04:00

Tito Muñoz llegó una tarde en su moto a Algeciras como lo haría una vieja leyenda. De la noche a la mañana los vecinos del barrio vieron trastocadas sus vidas con el nuevo inquilino del vecindario. ¿Era acaso un capo de la droga? ¿Un rockero de año sabático? Lo que estaba claro era que aquel extraño hombre, con sus gafas de sol, puro en mano y una chaqueta de cuero negro no era lo que una urbanización residencial habría esperado como cohabitante. La adorable anciana de enfrente juraba y perjuraba que ese señor convocaba orgías multitudinarias en su terraza, el respetable señor del final de la calle comentaba en las reuniones que lo había visto fumar sustancias prohibidas y, de no haber sido por el giro de los acontecimientos que estaba apunto de darse, no habría sido de extrañar que alguien hubiera acabado asegurando que había matado a un jeque árabe.

Por suerte, antes de llegar a ese punto, algo cambió. De la noche a la mañana la ciudad se llenó de carteles con el rostro de aquel misterioso hombre, no porque estuviera en busca y captura, sino porque el mismísimo Serrat iba a formar parte de un homenaje dedicado por completo a su persona. No, Tito Muñoz no era un capo ni un asesino, pero sí algo muy parecido. Tito Muñoz era un poeta, y de los buenos. A día de hoy ha dejado de ser un extraño para convertirse en uno de los habitantes más representativos de la comarca y, aunque su figura continúa rodeada de misterio, éste ya no resulta amenazador.

Nacido en Barcelona en 1956, Muñoz es un bohemio entregado al arte. Pintor, dramaturgo, poeta, guionista y letrista, ha colaborado con músicos de la talla de Joan Manuel Serrat o Víctor Manuel. Tras haber publicado su anterior poemario, Retorno a Moulinsart, con el sello Aguilar, esta noche presenta en el Café Central de Algeciras El Gran Strómboli, publicado por Renacimiento.

-Lo primero que llama la atención cuando se tiene el libro entre las manos es el título. Recuerda a los grandes magos e ilusionistas de la historia ¿Es usted un ilusionista, o simplemente le gusta lanzar cuchillos?

-La poesía se vale de algunos recursos del ilusionismo: mientras te distrae con la mano derecha, con la izquierda te está levantando el reloj. He intentado practicar la difícil disciplina de la magia de cerca en este libro, aunque algunos poemas destilan la ingenuidad infantil de un juego de Magia Borrás.

"La realidad resulta casi siempre un trampantojo que supera con creces el más absurdo delirio"

-¿Qué hay de realidad y qué de ilusión en la figura de Tito Muñoz?

-Me cuesta separar esos dos conceptos. La realidad resulta casi siempre un trampantojo que supera con creces el más absurdo delirio. Los magos nunca mienten. Te anuncian desde el principio que te van a engañar y al final, te engañan. Mis poemas son, como en los trucos de los prestidigitadores, una ilusión óptica.

-¿Cómo acaba un poeta como usted en una ciudad como esta?

-Ensayando un nuevo espectáculo en mi taller de magia me metí en una caja que debía hacerme desaparecer. Algo falló y me encontré de repente, entre un puñado de palomas y conejos, en Algeciras.

-Uno de los poemas que abre El Gran Strómboli, Entre dos mares, es una oda Algeciras, con todos sus claroscuros. ¿Qué es lo mejor y lo peor de este lugar?

-Sé que pertenezco al sur. Ese es el punto cardinal al que siempre me dirijo, las antípodas donde viven nuestros dobles. Aquí es donde me encuentro y me pierdo.

Tito Muñoz / Marina Rosado

-En varios de sus textos habla de su deseo de matar a la memoria, de acabar con el recuerdo ¿Siente que cualquier tiempo pasado fue mejor?

-Hasta ahora, y que se sepa, el futuro no nos ha legado nada bueno. En mi caso, los recuerdos son un lugar en el que alguna vez fui feliz. Un veneno que suele acabar con quienes lo ingieren. No intentes acabar con ellos. La cosa funciona al revés.

-Como todos sus poemarios, El Gran Strómboli rebosa sexo, drogas y rock and roll ¿Sigue persiguiendo ese credo?

-En cuanto al sexo, ya solo polinizo, como las abejitas. La droga más dura que me meto es la realidad. Y del rock&roll ahora se ocupa Alexa, siempre atenta y solicita con mis antojos musicales.

"La poesía de la experiencia, ese género que dicen que practico, se convierte en un número circense en cuanto roza un papel"

-¿Es real su poesía, basada en la experiencia, o forma parte del circo?

-La poesía de la experiencia, ese género que dicen que practico, se convierte en un número circense en cuanto roza un papel. Sin panem et circenses no es posible entretener a un lector ávido de sangre.

-¿Puede uno escribir poesía sin desnudarse a sí mismo o a los demás?

-Tal vez se pueda. Muchos poetas lo hacen. Yo soy un perverso exhibicionista que siempre se muestra en cueros e intenta dejar en pelotas a quienes me leen.

-Y hablando de música, otra de tus pasiones, personalidades como Serrat y Sabina ya han leído y alabado El Gran Strómboli. ¿Qué lazo le une a ellos?

-La amistad y la pasión por la poesía y la música. Con Serrat he tenido el privilegio de escribir alguna canciones. Sabina me llamó hace poco diciendo que había disfrutado mi libro como se disfruta un veneno amigo. Heinrich Böll decía que los enanos tienen un sexto sentido para reconocerse entre ellos entre la multitud. Pues algo así es lo nuestro.

"Trabajé en la publicidad, que es algo menos digno que ser pianista en un burdel"

-Está bien acompañado, y por personas de todo tipo. ¿Hay algo que no pueda tolerar en aquellos que le rodeen?

-No me conformo con alguien que se conforme conmigo.

-Para terminar, qué menos que arrojar un poco de luz a El Gran Strómboli. ¿Algún secreto que pueda contar? ¿Ha sido un capo de la droga, ha matado a jeques árabes o ha hecho orgías por los balcones de la ciudad?

-Trabajé en la publicidad, que es algo menos digno que ser pianista en un burdel. Los balcones de la ciudad son estrechos y dan, como mucho, para un ménage à trois.

-Gracias por su tiempo y sinceridad. Esta noche, a las 20:00, nos vemos en el Café Central para su presentación. ¿Quiere decirle algo a los infieles que no se dignen a aparecer?

-Me he quedado con vuestra cara y sé dónde vivís.

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