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"Mi libro es un viaje a un Cádiz que jamás existió"

jesús cañadas. escritor

Presenta hoy en Sevilla 'Las tres muertes de Fermín Salvochea', una novela fantástica sobre el alcalde anarquista y el Cádiz de fines del XIX

El escritor gaditano Jesús Cañadas.
Tamara García

24 de noviembre 2017 - 08:56

Cádiz/Cádiz, 1907. Un grupo de chiquillos se embarcan en la resolución de un misterio que amenaza sus vidas y que se cierne sobre su ciudad desde hace tres décadas. Cádiz, 1873. Juaíco es nombrado barbero diario del alcalde de Cádiz, Fermín Salvochea, pero pronto también se convertirá en su compañero en la resolución de las situaciones más extrañas... Así lo decide el escritor gaditano Jesús Cañadas, que en su cuarta novela, Las tres muertes de Fermín Salvochea, convierte al primer edil anarquista en algo más de lo que la historia nos cuenta... Aventuras, acción y misterio al más puro estilo de la literatura de género encajan a la perfección en el realismo mágico que encierra en sí misma la trimilenaria. Cañadas, que desde hace varios años reside en Berlín y que se erige como valor seguro en el terreno de la fantasía y el terror, nos vuelve a sorprender. La obra, publicada por Roca, se presenta hoy en Sevilla a las 19:00 en la librería La Botica de Lectores (Asunción, 15).

-¿Quién es Salvochea en su obra?

-Cualquiera en Cádiz, no importa que sea un cani poligonero o una maestra en Puntales o un almacenero en La Viña, sabe quién es Fermín Salvochea. Es uno de nuestros inmortales, el alcalde que, aun viniendo de familia de dinero, se puso de parte del pueblo, de los de abajo, y lo defendió hasta a cañonazos. Todo un símbolo. ¿Cómo no dedicarle una novela?

-¡Cómo no! Pero, ¿por qué?

-Las tres muertes de Fermín Salvochea nace del hartazgo, que es una palabra muy elegante pero que aquí nadie usa. Aquí se dice hartura. La novela nace de la hartura de ver cantidad de historias siempre ambientadas en los mismos sitios. ¿Qué tiene Cádiz que no tengan Londres, Nueva York o, yo qué sé, Invernalia? Por eso me decidí a hacer una historia en nuestra tierra, y por eso me decidí a usar a Salvochea, que es material de leyenda por derecho propio. Me apetecía dedicarle una historia, pero una historia que se moviera en las coordenadas que a mí me gustan: misterio, intriga, thriller, suspense, un puntito de miedo.

-Y al ser gaditano, ¿esto le ha sido más fácil o más complicado?

-Muchísimo más complicado, pero también mucho más placentero. Las tres muertes de Fermín Salvochea es un viaje en el tiempo a un Cádiz que jamás existió, pero que tiene que dar apariencia de que sí lo hizo. Es muy complicado hacer una historia con Fermín Salvochea, los Arámburu, las Cuevas de María Moco, la Bella Escondida, el Teatro Romano, el Hospicio, Liérganes el hombre pez… y encima, con mi abuelo. Sin embargo, yo creo que ha quedado muy bien.

-Mencionaba a los Arámburu, una familia poderosa de la ciudad. ¿Qué papel juegan?

-Me temo que desvelarlo sería estropear la historia. Sí que te puedo decir que en su día consulté con los herederos de la familia, a quienes agradezco enormemente su comprensión y su apoyo. Bueno, también te puedo decir que hay una escena dentro de la Casa Arámburu, un baile de máscaras que, si lo he hecho bien, al lector le costará olvidar.

-Otra huella gaditana, el lenguaje, ¿cómo fue ese proceso de construcción?

-Me repito más que el ajo, pero la verdad es que ha sido costoso y placentero a la vez. Quería que los personajes sonaran a Cádiz, por eso he incluido muchísimos giros y expresiones de aquí. Algunas, la mayoría, las he aprendido de mis padres, de mi tía y de mis abuelas. Otras las he ido pescando del libro del profesor Payán, El habla de Cádiz. Probablemente, en esa época no se hablaba así, pero ya te digo que el libro es un viaje personal además de histórico: me ha servido para asomarme a lo que para mí es el Cádiz antiguo, el Cádiz de cuando mi padre era chico y mi abuelo Juaíco le contaba historias de miedo en la víspera de Tosantos antes de ir a tomarse treinta y tres. Historias que luego, claro, mi padre acabó contándome a mí.

-En su obra anterior, Pronto será de noche, además del misterio, mandaba el terror. ¿Las tres muertes de Salvochea es una vuelta al universo fantástico más de Los nombres muertos?

-Sí y no. Las tres muertes de Fermín Salvochea se parece a Pronto será de noche como un huevo a una castaña. Y lo mismo se puede decir con respecto a Los nombres muertos. Lo único que tienen en común es que las he escrito yo. Mira, Ernst Lubitsch decía que había un millón de sitios donde colocar la cámara, pero en realidad sólo había uno. Yo creo que con la literatura es igual. Hay un millón de formas de contar una historia, pero en realidad sólo hay una: la correcta. Lo que me pedía Las tres muertes de Fermín Salvochea es crear una especie de Cádiz mágico, siniestro a veces, luminoso otras, pero siempre lleno de maravillas. Una especie de Macondo de aquí. Un realismo mágico de nuestra tierra donde conviven esas leyendas que conocemos. Y en el centro, un chaval del barrio de Santa María, sus amigos, el borracho de su padre y el alcalde anarquista de Cádiz.

-¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje literario desde El baile de los secretos hasta ahora?

-El baile de los secretos tiene todos los defectos de las primeras novelas. Venía como un toro a demostrar lo bien que podía escribir, pero todavía no sabía que escribir bien no es escribir con florituras. He ido creciendo en las últimas novelas, aun a costa de volverme más cínico con el mundo editorial. Ahora tengo más tablas pero menos seguridad: el que escribió El baile de los secretos estaba seguro de que podía escribir cualquier cosa. El que ha escrito Salvochea intenta hacerlo lo mejor posible e ir mejorando con cada libro. Cualquiera sabe cómo estaremos dentro de cinco novelas.

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