La magia mental o el arte de Juaito
Juan Pérez Carrasco, afincado hace más de 30 años en Bolonia, ha cultivado desde que era joven infinidad de "efectos" con los que sorprende al público, delante del cual interpreta el papel de un mago

Juan Pérez Carrasco, Juaito, es una persona polifacética, pero él asegura que lo que es en este momento es un "mago mental". Cualquiera pudiera expresar sus más que razonables dudas ante tal denominación, pero en su boca la cosa queda clara. "No soy ni un mago, ni un gurú, ni un brujo. Un mago mental es un artista que hace el papel de un actor que representa a un personaje con poderes mentales", asegura este sevillano afincado desde hace más de 30 años en un lugar mágico de Tarifa, Bolonia, donde cultiva sus habilidades.
Juaito tiene 62 años y pinta de grandullón bonachón al más puro estilo del personaje Hagrid en Harry Potter. Está enfundado en su habitual vestimenta negra, que le confiere seriedad a una ocupación artística que desarrolla en diferentes escenarios de la comarca y la provincia. Así lo lleva haciendo desde que era un chaval, pues asegura que lleva años cultivando la habilidad que caracteriza a un "mago mental". De hecho, asegura que esas habilidades le permitieron pagarse sus estudios y ayudar así a la economía familiar.
Juaito señala que su cometido como mago mental es el de entrener al público con sorpresas de un poder aparente. "La diferencia entre un mentalista y un mago mental es que el primero va de gurú, mientras que yo voy de actor", asegura Juan, quien señala además que sus efectos han sido utilizados por un psiquiatra para incidir en patologías mentales al objeto de poder acometer un tratamiento adecuado a los pacientes.
Juaito señala que se siente muy realizado cuando desarrolla en público sus "efectos" -que no trucos-, a los que dedica diariamente de cinco a seis horas para perfeccionarlos y buscar nuevos efectos con los que sorprender al público. Y es que esa es la máxima más importante de la magia mental, la de sorprender constantemente a la gente. Si no hay sorpresa no hay magia, señala, y apunta además a que en tiempos de crisis el público "es mucho más receptivo a los efectos". En su maleta lleva un repertorio de 1.200 efectos, de los que selecciona unos pocos para ofrecer una hora y media de espectáculo.
De la maleta saca -cómo no- cartas, tarjetas con signos de los cuatro elementos, un infinito listado de números, que más tarde utilizará con nosotros sorprendiéndonos con sus resultados. Las cartas son un instrumento más de su actuación. Un hilo de conexión entre él y quienes participan de sus efectos. Sin embargo confiesa que desconoce los juegos de cartas y que el póker, la brisca, el tute o el mus le son esquivos. A pesar de ello, es capaz de encontrar y acertar el cuatro de picas que hemos elegido y que aparentemente no ha tenido oportunidad de conocer.
Nadie sabe como suceden los efectos o, al menos, ese es el cometido del "juego y espectáculo". E insiste que la habilidad del mago mental radica en su capacidad de desviar la atención de sobre quién recae la "parodia" para conducirlo a su terreno. No obstante reconoce que no son pocos quienes intentan dejarle en evidencia y echar por tierra el efecto. "Eso es lo que distingue a un buen mago mental, su capacidad por reconducir las situaciones que se dan durante el espectáculo y conducir al público por el camino que él desea", dice.
No teme que le consideren un bicho raro. "Todo el que se sale de la normalidad es considerado como tal. Independientemente que haga mentalismo como que se tiña el pelo", señala mirándonos la melena tintada y entre la admiración que reconoce confesar a Larry Becker, Richard Osterling o su amigo Anthony Blake. También apunta que es ser mago mental es una profesión en la que los compañeros intentan apoderarse de los trucos y hacerlos suyos. Pero resta importancia a este hecho y lo reconoce como algo que también es un método de aprendizaje.
Con una mirada poderosa e insinuante por encima de un abanico de cartas, se adivina una pícara sonrisa de Juaito, sabedor de que el efecto ha salido, el truco es correcto y la magia, su magia mental, ha triunfado sobre la desconfianza del periodista. Encima del tapete el cuatro de picas. Esa era mi carta y su acierto, su triunfo.
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