María Oruña: “La ficción actual sólo quiere personajes jóvenes y guapos, y se olvida de la experiencia”

La autora gallega ambienta en su ciudad natal, Vigo, su nueva novela, ‘El albatros negro’, una aventura de tesoros escondidos y expoliadores que transcurre entre el siglo XVIII y el presente.

Manuel Alejandro, vivir la emoción

La narradora María Oruña (Vigo, 1976), fotografiada en una visita reciente a Andalucía.
La narradora María Oruña (Vigo, 1976), fotografiada en una visita reciente a Andalucía. / Gabriel Hinojosa

La narradora gallega María Oruña (1976) traslada a su ciudad natal, Vigo, El albatros negro (Plaza y Janés), su reciente novela, una aventura de tesoros escondidos y expoliadores, que transcurre entre el siglo XVIII y la actualidad.

Pregunta.–¿Qué se encuentra el lector en El albatros negro?

Respuesta.–Se va a encontrar una novela de aventuras, una novela histórica, una novela detectivesca y un thriller de acción. Todo en una ensalada que he intentado que mantenga el equilibrio en todas sus partes. Cuando la entregué en la editorial me preguntaron que cómo la catalogaría y no supe qué contestarles. Aunque para mí es fundamentalmente una novela de intriga y de aventuras. Y se van a encontrar también con un misterio muy potente, con la aparición de una anciana muerta, que es una historiadora naval que parece haber descubierto las pistas para llegar hasta un tesoro sumergido en el fondo del Océano Atlántico. Y ahí arranca una investigación, protagonizada por dos personajes muy peculiares, a través de un viaje en el tiempo, que va del siglo XVIII a la actualidad.

P.–Es la primera novela que ubica en su ciudad, Vigo. ¿Tenía que ser allí?

R.–Me ha costado mucho, no era algo que yo codiciase especialmente. Tratar de forma literaria mi refugio era algo a lo que me resistía. Hay autores a los que les motiva, pero yo no quería tocar lo intocable. Sin embargo, cuando me puse a investigar sobre un tesoro real náutico, lo que menos pensaba es que me lo fuera a encontrar al lado de casa. Yo sabía que hubo una batalla naval a principios del siglo XVIII, en la costa de Vigo, y que había unos galeones hundidos en la zona, y que los habían expoliado. Lo que desconocía es que hubiese otro tesoro vinculado a esos galeones. Todo eso es lo que hizo decidirme.

P.–¿Pietro Rivas y Nagore Freire han llegado para quedarse?

R.–Es algo que me están preguntando mucho y que me están reclamando, para mi sorpresa. Yo he concebido El albatros negro como una novela autoconclusiva, sin intención de que se convierta en una saga ni nada parecido. ¿Podría hacerlo? Sí, porque son personajes muy jugosos que dan mucho juego, pero no es algo que ahora mismo tenga en mente. Todo es posible.

Estoy tranquila con la novela, porque he hecho lo mejor que sé hacer. Podrá gustar o no, pero yo lo he dado todo”

P.–Hablemos de Lucía Pascal, la historiadora, que es realmente el inicio de la trama.

R.–La gracia de Lucía Pascal es que aparece muerta en las primeras páginas, pero luego es clave, cobra un gran protagonismo. Además, quien la describe son los otros personajes, porque ella ya no está. Me interesaba aportar un personaje de cierta edad, que hiciera cosas interesantes. A veces parece que todos los protagonistas tienen que ser jóvenes y guapos, y creo que tiene que haberlos de todas las edades. No me parece que sea realista no incluir a personajes que tienen experiencia, conocimientos y sabiduría como Lucía Pascal, una mujer mayor.

P.–¿Cómo se ha documentado sobre los cazadores de tesoros?

R.–He tirado mucho de hemeroteca de prensa y he consultado todos los informes que había en la Interpol y en la Brigada de Patrimonio, incluso viendo y escuchando los testimonios y entrevistas de ladrones de tesoros. También he leído muchos informes de fiscales. Cuando lo he investigado, no podía imaginar el alto índice de criminalidad que existe en el comercio de arte, es uno de los mercados que más dinero mueven en todo el mundo. Se trata de un ámbito que nos es ajeno, porque en casa no tenemos un Picasso en el baño.

P.–Nagore Freire le permite moverse con soltura entre las épocas, como si perteneciera a un tiempo indeterminado.

R.–Exacto, toda la razón. Nagore parece sacada de otro tiempo, incluso en su aspecto físico, entre decimonónico y moderno. Es un juego que introduzco para ilustrar el constante viaje en el tiempo que es El albatros negro. Nagore es una persona que, sin vivir en el pasado, intenta aprender de él.

No podía imaginar el índice de criminalidad que hay en el comercio de arte, un mercado que mueve mucho dinero”

P.–En El albatros negro hay una reflexión del peso de la mujer en la ciencia, gracias al personaje de Miranda de Quiroga.

R.–Es una metáfora que Miranda de Quiroga estudie la metamorfosis y a animales vivos y no muertos, como se solia hacer. Además supone un cambio de perspectiva, de dejar de explicar las cosas a través de la religión, la tradición o la fantasía, y tratar de buscar una explicación científica, que atienda a la lógica. Este personaje está inspirado en la científica alemana Maria Sibylla Merian (1647-1717), una de las primeras entomólogas de la historia, que tuvo una vida fascinante. Viajó a Latinoamérica para ampliar sus conocimientos, y no escribía en latín, lo hacía en alemán. Durante siglos estuvo en el olvido. Una de esas personas que cambiaron el rumbo de la historia, y que son parte de la Ilustración, que parece que solo fue protagonizada por cuatro o cinco nombres dorados. Hubo otros muchos que fueron la semilla, y que por diferentes motivos se nos han olvidado.

P.–De la documentación que ha realizado para escribir la novela, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención?

R.–No sabía que Vigo había sido un puerto corsario tan importante. Y también desconocía la forma de vivir tan medieval que había en mi propia ciudad entre los siglos XVII y XIX, que es cuando estuvo amurallada. Leí algunas normas de convivencia, relativas a horarios o salubridad, que me extrañaron que siguieran vigentes, parecían de un tiempo mucho más atrás. También me ha llamado la atención el crecimiento demográfico e industrial que ha tenido lugar en esta zona, y en el resto del país, en tan poco tiempo. Vigo, en 1700, contaba con trescientas viviendas, y unos mil quinientos habitantes, y en la actaulidad hay casi 400.000. También me sobrecogió las pocas referencias de las personas que conformaban la tripulación de los barcos, por algunos rasgos físicos y poco más, como si la vida no valiese nada, y hablamos en muchos casos de grumetes de doce o trece años.

P.–¿Siente presión a la hora de entregar una nueva novela?

R.–No siento la presión. Lo que verdaderamente me incentiva es acometer un nuevo reto. Los lectores me inspiran un respeto máximo. Cuando entrego la novela estoy tranquila, porque he hecho lo mejor que sé hacer. Te podrá gustar o no, pero yo lo he dado todo.

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