"La novela está viva: no veo otro género narrativo que la supere"

sanz irles. escritor

El autor ambienta su segunda obra, 'Tulipanes y delirios' (Alfar), en una Ámsterdam alucinógena proclive a la desubicación moral

Sanz Irles (Valencia, 1952), en su medio natural: café y lectura.
Sanz Irles (Valencia, 1952), en su medio natural: café y lectura.

El carácter nómada de Luis Sanz Irles (Valencia, 1952) es responsable, en gran medida, de Tulipanes y delirios (Alfar), la segunda novela del autor después de Una callada sombra. Ahora es un joven español, culto y respetable, el que termina metido en calidad de emigrante en un Ámsterdam alucinógeno en el que la desubicación geográfica se da la mano con la desubicación moral y en el que no faltan crímenes, drogas, sexo y otros elementos de una vorágine lisérgica. Residente en Málaga en calidad de director de la Asociación Internacional de Parques Tecnológicos, Sanz Irles es un orfebre detallista y esmerado del lenguaje que habla de tú a los clásicos con estimulante alcance.

-¿Por qué Ámsterdam?

-Viví en Ámsterdam nueve años. Llegué a los 22 y me marché casi a los 30, así que me hice hombre allí. Es una ciudad a la que tengo mucho cariño y al mismo tiempo soy muy crítico con ella, pero ya se sabe que cuando las ciudades son importantes para uno despiertan sentimientos ambivalentes. Mi idea era hablar de un mundo de desplazados, o más bien desubicados; de cómo una desubicación geográfica puede conducir a una desubicación moral, a una confusión total respecto a unos principios que de pronto desaparecen. Todavía me cabe la duda de si esa desubicación se debe al desplazamiento geográfico o si los desplazados ya la traían consigo; en cualquier caso, quería contar una historia en la que los valores más afianzados se tornan borrosos, y pensé que ambientarla en Ámsterdam, en la misma época en la que yo residí allí, era una opción razonable. Conocí bien aquel entorno, un tanto alucinógeno, también literariamente hablando. En la novela aparecen personajes a los que llegué a conocer bien, españoles de los más diversos ámbitos que también vivían allí; algunos, curiosamente, eran agentes muy representativos del andalucismo que entonces estaba tan en boga y que permanecieron muy conectados con aquello. No es una obra autobiográfica, pero sí he puesto en ella mucho de lo que viví.

-¿Vincularía Tulipanes y delirios con cierta tradición de la novela americana, entre Thomas Pynchon y John Irving, por ejemplo?

-Conscientemente, no. Pero las novelas no se acaban cuando las termina el escritor, sino cuando las leen los lectores. El escritor delimita el campo de juego y luego cada lector juega su partido. Pero no, no he tenido una inspiración ni una influencia reconocible de esos escritores que citas.

-Bueno, llamar a un personaje Garcí-Farnés-vino-amargo-es-el-que-bebo suena de entrada bastante pynchoniano.

-Sí, pero ese tipo de construcción está también en Heidegger, por ejemplo, aunque con intenciones evidentemente filosóficas. Me parece un recurso muy expresivo y hasta caricaturesco. Como hacer una caricatura con palabras.

-El protagonista de la novela se limita a esperar a que sucedan cosas, cada cual más salvaje, en torno a él. ¿Cómo fue la articulación de esta narración?

-Hay autores que, cuando se sientan a escribir, necesitan tener bien planificado y estructurado todo lo que va a pasar. Pero yo soy incapaz de hacerlo así. Cuando empiezo tengo dos o tres personajes y ya está, lo demás se va dando conforme avanza la escritura. Mi mayor impulso a la hora de escribir viene del mismo lenguaje: de pronto tengo en la cabeza una frase o un párrafo y necesito escribir una novela para meterlos en algún sitio. Es una especie de impulso verbal. El protagonista, en este caso, es un joven culto que participa en una emigración, digamos, working class, en la que se integra un poco como un grano en el culo. A partir de ahí le pasan cosas, pero la mayor parte de estas peripecias se me fueron ocurriendo conforme escribía. Tampoco faltan episodios reales: hay una escena bastante atómica, la del mamporrero caritativo, que sucedió tal cual, por increíble que parezca. Lo interesante del protagonista es que, teniendo herramientas de sobra para discernir entre el bien y el mal, termina dándole lo mismo ocho que ochenta. Con las mujeres, por ejemplo, quiere hacerlo bien, pero no le sale. Sólo sabe ligar.

-¿Admitiría en el personaje una representatividad generacional?

-No ha sido mi intención, pero tampoco me extrañaría que fuera así. En aquellos años, tipos como éste había unos cuantos, o metidos plenamente en el arquetipo o rondándolo. Digamos que golfillos desinhibidos a tiempo parcial había muchos, aunque a tiempo pleno los hubiera menos.

-¿Y una cierta idea de Europa en su derrumbe moral?

-Te digo lo mismo, mi intención no era describir el derrumbe moral de Occidente, pero seguramente habrá algo de esto. Yo comparto la idea de Connolly: "Ha sonado la hora de cierre en los jardines de Occidente". Creo que estamos en las últimas, al menos como un Occidente dominante y civilizador. Y si sostienes esto, no es extraño que, incluso sin pretenderlo, el argumento salga a relucir cuando te pones a escribir. No estaba en el programa, pero sin un lector lo entiende así yo, desde luego, no lo voy a desautorizar.

-Se percibe en la novela una especial intención en cuanto al uso del lenguaje, a la hora de llamar a las cosas por su nombre incluso cuando los personajes deciden cometer y someterse a experiencias innombrables. ¿Fue muy arduo este proceso?

-Fundamentalmente, le he puesto mucha atención porque quería que el lenguaje fuese otro protagonista. En esta novela estoy particularmente satisfecho con las escenas eróticas: hay novelas que cuando las leo me parece que no están mal pero que, cuando llegan las escenas de cama, caen por KO. Y creo que aquí he salido airoso. En todo caso, he intentado que cada momento vital estuviese acompañado de una manera particular por el lenguaje. Es laborioso, pero lo cierto es que poco a poco iba saliendo de forma natural.

-¿Qué piensa usted de la muerte de la novela?

-Si fuese una idea reciente, enunciada hace pocos años, me la tomaría en serio. Pero llevo ya oyéndola toda la vida, así que ya no me la creo. Si hay muerte de la novela es porque hay muerte de la literatura. No sé si la gente lee menos hoy que antes, pero sí es evidente que a la novela, que ya no es aquel pasatiempo burgués de sobremesa, le han ido saliendo competidores serios. Sin embargo, como género narrativo, no veo otro que sea capaz de superarla. La novela está viva y lo seguirá estando.

-¿Considera una amenaza los géneros breves, incluso los micro, más favorables en principio al estresado lector de hoy?

-Sí, el lector twitter. Hay lectores que me agradecen que la novela no llegue a las 300 páginas. Pero también hay otros que dicen comprar las novelas más voluminosas porque así les cunde más y económicamente sale más rentable. Es decir, compran al peso. Así que vaya usted a saber. Lo que sí tengo claro es que quiero que mi próxima novela me salga gorda. Más que nada, para demostrar que también sé hacerlas así.

-¿Cómo combina su vida viajera con la disciplina del escritor?

-Mal. Más aún porque necesito unas horas para liarme escribir, no soy de los escritores que tienen quince minutos y se ponen. Aprovecho los vuelos largos y mis muchas horas de hotel, en las que no tengo otras obligaciones. Carezco de la continuidad deseable, y creo que eso se nota. Escribo, como dicen los italianos, saltuariamente.

-¿Un diagnóstico de la novela española contemporánea?

-La verdad es que leo poca novela española contemporánea, no por un prejuicio apriorístico, sino por una cuestión de tiempo. Ahora me he hecho el propósito de leer algo más, no sé si por solidaridad gremial, pero bueno, ahí estamos. Tengo la vaga sensación de que hay ahora una serie de gente que empieza a producir una novelística y una literatura de mejor calidad que la que quizá se daba hace diez o quince años. Hay gente que se ha propuesto que la literatura no sea sólo contar historias, sino que haya una densidad literaria. Tendía que confirmar esta sensación, y tal vez por esto estoy leyendo ahora más literatura española contemporánea, con este ánimo. Pero por ahí van mis sospechas.

stats