Tocqueville en Norteamérica, Muñoz Machado en Hispanoamérica
El director de la Real Academia publica su obra magna para responder a la cuestión de la debilidad de la democracia en los países americanos de lengua hispana
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A principios del siglo XIX Alexis de Toqueville fue enviado por las autoridades francesas a estudiar sobre el terreno el sistema penitenciario de los Estados Unidos, y a su regreso no sólo informó sobre las cárceles, sino que escribió una de las obras más notables del liberalismo, De la democracia en América, un clásico de la política que abrió las puertas a la nueva ciencia de la sociología. Ese aroma se aprecia en el título de la nueva obra de Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, 1949), De la democracia en Hispanoamérica, que no es fruto de un viaje, sino de decenas, que no se refiere al exclusivo norte de este continente, sino al resto de pasado hispano y que responde a la pregunta de por qué la democracia ha tenido tantos paréntesis en Hispanoamérica desde que nacieron hace dos siglos sus repúblicas independizadas de España.
La obra bien podría haberse bautizado como De caudillos, dictadores y populistas, pero Santiago Muñoz Machado es un intelectual centrado en el sentido aristotélico del término y siempre ha rehuído de conclusiones simplistas, de tal modo que antes de que, en efecto, lleve al lector por un relato oceánico de libertadores, poetas revolucionarios, militares golpistas y autócratas novelescos, haya querido hace dos matizaciones para no incurrir en el dramatismo. La primera es que, a efectos de comparación con la democracia norteamericana, ésta fue fundada por un grupo de colonos propietarios, casi sin diferencias sociales y cuya expansión se hizo sin miramientos hacia los pueblos indígenas y hacia otros, como los afroamericanos, cuyo voto no estuvo del todo garantizado hasta 1965.
Y la segunda es que, a efectos de comparación con Europa, las actuales constituciones del Viejo Continente son posteriores a la Segunda Guerra Mundial, transcurrieron dos siglos desde Revolución Francesa para que los países se asentasen y dejasen atrás tiempos convulsos de revoluciones, dictaduras y guerras masivas. La historia de la Hispanoamérica desde la independencia también abarca dos siglos, uno de los cuales, el primero, tuvo como principal objetivo extender la presencia del Estado sobre territorios que hasta entonces no estuvieron del todo definido, de ahí la conveniente relativización de la guadianesca democracia latina.
Pero hechas estas consideraciones, es cierto que la historia de la democracia liberal en los países hispanos está repleta de paréntesis que lideraron, primero, los caudillos, después muchos dictadores y, finalmente, presidentes de corte populista que alumbraron un nuevo constitucionalismo hispanoamericano que ha tenido sus paradigmas en la Venezuela de Hugo Chávez, la Bolivia de Evo Morales y el Ecuador de Rafael Correa, con un antecedente en la Constitución de Colombia.
En el caso de Santiago Muñoz Machado concluyen el historiador, el jurista que ha prestado una atención especial de su obra a las constituciones políticas, el director de la Real Academia Española (RAE) y el presidente de la asociación que reúne a todas las academias de la lengua española. Si en Hablamos la misma lengua, que le valió el Premio Nacional de Historia en 2018, analizó los primeros siglos de Hispanoamérica, desde la conquista a las independencias, ahora trata el período hasta la actualidad.
Editado por Taurus, De la democracia tiene 744 páginas, además otras cien de notas y 120 de bibiografía. El libro de Muñoz Machado es la obra de un erudito, quizás el texto cumbre de una larga trayectoria que está jalonada de más de cien títulos. Aquí van a encontrar un inmenso relato que incluye la conversión del sevillano José María Blanco White, de la francofilia revolucionaria a su anglofilia final, la negada influencia de la Constitución de Cádiz en sus hijas americanas, las andanzas de los caudillos de reminiscencias literarias, la brutalidad de Sendero Luminoso o las lecturas que la Corte de Colombia ha hecho de una Constitución que ampara las excepciones de los principios liberales por parte de algunas comunidades indígenas como los embera-chamí o los u'wa.
La historia de Hispanoamérica tiene algunos hitos excepcionales, momentos que marcaron el devenir de las centurias siguientes, si no, del siglo entero. De entre todos éstos hay que destacar la independencia de Cuba y la parelela intervención militar de Estados Unidos en la perla del Caribe, porque fue a partir de entonces cuando se desató en todo el continente una reacción antiimperialista yanqui que dura hasta nuestros días. De la animadversión contra la política colonial española y la actitud de admiración hacia Estados Unidos se pasó a un sentimiento contra el Caribán norteño, industrioso y utilitarista que estuvo liderado en su origen por poetas como Rubén Darío, José Martí y José Enrique Godó, autor de Ariel, ensayo de reivindicación latinoamericanista que se filtra hacia muchas de las bases de las que se han nutrido los distintos populismos que han tenido su base en el continente.
Es de especial mención el último capítulo del libro, donde el especialista constitucionalista, catedrático de Derecho Administrativo, aborda el nuevo constitucionalismo hispanoamericano que inauguró la Constitución venezolana de Hugo Chávez, aunque tiene un precedente en la de Colombia. Constituciones panaceas, extensísimas en reconocimientos de nuevos derechos, de muy complicada aplicación y abiertas a reconocer la suspensión de derechos de las democracias liberales en las comunidades indígenas que han dado como resultado la proliferación de nuevos líderes iluminados que han dado el relevo a dictadores y caudillos de antaño.
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